30 años de oscuridad, la vida inhumana de los «topos» PDF Imprimir E-mail
Nuestra Memoria - Cultura de la Memoria
Escrito por Javi Álvarez   
Domingo, 06 de Mayo de 2012 00:00

30 años de oscuridad30 años de oscuridad tiene una participación doble en el Festival de Málaga Cine Español, por un lado como sesión especial dentro de la sección Documentales y por otro en AnimaZine. Y es que se trata de un híbrido que mezcla el documental con la animación. Por un lado se muestran diferentes entrevistas a personas con información sobre como fue la vida de personas que vivieron ocultas tras la Guerra Civil para escapar a la represión franquista, los «topos», y por otro se recurre a la animación para particularizar con la historia de Manuel Cortés, antiguo alcalde de la localidad malagueña de Mijas, que estuvo oculto treinta años en su propia casa.

 

 La suya es una historia real y durísima, como la de muchos otros hombres que para escapar de una muerte segura se encerraron en vida dentro de sus casas, en pequeños huecos que les convirtieron a ellos en presos políticos y donde entregaron en sacrificio su vida entera para huir de la represión. Lentamente perdieron todas las ilusiones y su angustia agarrotará al espectador.

Los historiadores datan el final de la Guerra Civil en 1939. Pero la represión continúo más allá, aumentando su grado de crueldad, aún si cabe, durante los siguientes años de la dictadura de Franco, un régimen que denigró a las personas y se olvidó de cumplir con los derechos humanos. Para los «topos» la guerra terminó mucho más tarde, treinta años después, en 1969, cuando un documento publicado en el Boletín Oficial del Estado «perdonaba» los supuestos «crímenes» que hubieran cometido. Pocos habían conseguido sobrevivir a tan duras condiciones de aislamiento y los que lo hicieron regresaron más como fantasmas que como personas. Las suyas son historias asombrosas que sin embargo están llenas de humanidad. Cada una de ellas es única y sin embargo ninguna deja de ser universal, pues describen el miedo y la angustia vital por mantener la vida que acompaña a todo ser humano acosado. Nos habla de que ocultarse significa seguir vivo, pero que el precio es la pérdida paulatina de la libertad y del sentimiento humano, de cómo se debilita el cuerpo, la mente y el corazón, hasta perder las ganas de vivir.

Sufren los «topos» y, en una magnitud parecida, sus familias. Quienes están al tanto del secreto deben guardarlo más allá de la violencia que ejerzan sobre ellos las fuerzas de seguridad del estado en busca de esa información. El silencio se instaura y los más pequeños aprenden a convivir con el miedo atroz a que se les escape el secreto, a evitar mostrar el menor indicio que dé pie a una sospecha. Saben que un descuido o una delación significan la muerte del que está escondido.

30 años de oscuridad es un documental sobre los años posteriores a la guerra, de esas otras víctimas que sobrevivieron a ella pero a las que no se dejó vivir. Algunos, como Manuel Cortés, aguantaron, pero ¿a qué precio? Es el drama de muchos españoles a los que se les arrebató toda posibilidad de dignidad, condenados a la oscuridad, al silencio y a una muerte en vida. Españoles que en su mayoría no habían cometido ningún delito salvo tener unas ideas políticas de izquierda y defender la República, el régimen legítimo que habíamos elegido en las urnas y contra el que se levantaron impunemente los militares, la iglesia y  las clases dominantes.

Si la parte de entrevistas, la más propia de un documental, nos sitúa en el contexto y nos va explicando lo general, la parte de animación tiene un sentido diferente. Como cuenta Manuel H. Martín, su director, «mi principal intención es la de hacer partícipe al espectador del miedo, la angustia, la desesperación que llevó a los topos a renunciar a sus vidas durante tanto tiempo. No se trata simplemente de recordar a estos hombres, sino de implicar al espectador emocionalmente en sus historias. Y la propuesta narrativa que hemos planteado sin duda contribuye a ello». Y ese es su gran valor, hacernos mirar hacia lo que estuvo tantos años oculto y además transmitirnos la angustia de aquellas emociones vividas por un hombre encerrado y su familia. Hacerlas presentes, expresarlas y revivirlas para que se haga justa memoria y no caiga en el olvido.

El trabajo de 30 años de oscuridad es meritorio y lleno de dignidad, pero también de mucha calidad, tanta que fue nominado a los Goya en categoría de mejor película documental. Es dolorosa, pero merece la pena verla y escucharla con las espléndidas voces de Juan Diego y Ana Fernández.

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Fuente: La isla inexistente