Kosovo: El silencio es un crimen de guerra PDF Imprimir E-mail
Imperio - Unión Europea
Escrito por Higinio Polo / UCR   
Sábado, 04 de Junio de 2011 00:00

Hashim ThaçiEn junio de 1999, un hombre joven de 29 años, Hashim Thaçi, se entrevistó en Pristina, la capital de Kosovo, con cuatro ministros de asuntos exteriores de países europeos (el británico Robin Cook, el francés Hubert Védrine, el alemán Joschka Fischer y el italiano Lamberto Dini). Entonces, ese hombre ya era conocido como "la serpiente", y los cuatro ministros lo sabían. Pocos días antes, Thaçi había hablado con el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, James Rubin, quien incluso le facilitó la posibilidad de hablar telefónicamente con el propio presidente Bill Clinton. Era un apoyo político en toda regla.

 

En esos días, el UÇK exigía la retirada de las tropas rusas, mientras recibía armas y apoyo norteamericano. En medio del delirio nacionalista que destruyó Yugoslavia en los años noventa (y que impulsaron dirigentes como Franjo Tudjman, Slobodan Miloševic'y Alija Izetbegovi, además de la activa participación de los servicios secretos de países como Alemania y Estados Unidos, entre otros), el objetivo estratégico de Washington y Berlín fue el de ganar áreas de influencia, colaborando en la desintegración de Yugoslavia, que ya tenía una dinámica propia desde el inicio de los años noventa. En ese contexto internacional, Moscú apenas contaba,gobernada por el alcohólico Yeltsin, empeñado en la destrucción de los restos de la Unión Soviética.

En febrero de 1999, en el castillo de Rambouillet, a cincuenta kilómetros de París, meses antes de esa reunión en Pristina, las diplomacias norteamericana (representada por Christopher Hill) y europea intentaban que Belgrado reconociese al UÇK, representado allí por Thaçi. "La serpiente" era ya el jefe de la delegación albano-kosovar en Rambouillet. Madeleine Albright, secretaria de Estado norteamericana, quien quedó prendada del joven kosovar, había dicho con su habitual tono altanero y amenazante: "Nuestra diplomacia se apoya sobre el recurso a la fuerza. Hemos tomado la decisión de recurrir a ella si las negociaciones no progresan. Hay dos escenarios. Si los serbios son responsables del fracaso de las negociaciones, serán los objetivos serbios los fijados. Si son los kosovares albaneses, estos perderán el apoyo de la comunidad internacional, de la que dependen para perseguir sus objetivos".

El mensaje era claro: Washington ya había tomado una decisión, y estaba dispuesta a bombardear, para desgajar Kosovo de Serbia, convirtiendo ese territorio en un enclave central en su despliegue estratégico en Europa, y para ello ya había elegido a sus hombres sobre el terreno: Thaçi era el más relevante, aunque fuera un asesino sin escrúpulos, pero eso era un detalle menor. En esos meses, el enviado especial de Bill Clinton para los Balcanes, Robert Gelbard, afirmaba sobre el grupo que dirigía Hashim Thaçi: "Yo distingo muy bien a los terroristas y estos hombres son terroristas". Gelbard no era un personaje cualquiera.

En 1998 se había entrevistado con Miloševic y le amenazó con bombardear Yugoslavia, y, poco después, lo propuso formalmente el gobierno de Clinton. Como sabían, y así lo escribieron en sus informes, los servicios secretos de los países que intervenían de forma abierta o encubierta en Yugoslavia, Thaçi era el más peligroso de los criminales mafiosos de Kosovo, el más desalmado, el más cruel, pero eso no impidió que Estados Unidos lo apoyara y convirtiera en su principal hombre en la zona. Era el elegido. Y tenía un importante papel a desempeñar: contribuir a la creación de un nuevo país, Kosovo, que era la pieza final a cobrar en la desintegración de la antigua Yugoslavia socialista, y que iba a convertirse en el principal portaaviones de la máquina de guerra norteamericana en los Balcanes y el Mediterráneo. Sin em bargo, a veces los planes elaborados en los despachos de Estado Mayor no se cumplen siempre en todos sus detalles como estaba previsto, y surgen complicaciones.

En las negociaciones de Dayton, en 1995, no se había abordado el asunto de Kosovo, y, ese mismo año surgió una organización desconocida llamada UÇK, que tuvo desde el principio el apoyo norteamericano. Desde su aparición, los "guerrilleros" del UÇK hostigaron a las fuerzas de Miloševi????, cuya torpe y represiva política nacionalista había contribuido al agravamiento de las disputas en Kosovo. En esos años, Ibrahim Rugova, el dirigente kosovar moderado y contrario al uso
de la fuerza, mantenía malas relaciones con Thaçi y el UÇK. La guerrilla albanokosovar había crecido vertiginosamente: si en 1997 apenas contaba con poco más de un centenar de miembros, un año después tenía miles de guerrilleros y, tras ella, se encontraba la mafia albanesa y kosovar: hombres duros y re sueltos, dispuestos a todo. Thaçi había surgido de grupos maoístas, a mediados de la década de los noventa y, en 1996, un fax enviado de forma anónima reivindicó atentados terroristas en nombre del UÇK: fue la primera vez que el mundo tuvo noticia de esas siglas. Poco después, los hombres de la CIA y la  estructura de la OTAN empezaron a transformar las características del UÇK a través de la TMK, una supuesta organización de defensa civil que, en realidad, era el camuflaje de los sicarios mafiosos del UÇK. Reforzaron al UÇK frente al pacífico Rugova, y aceptaron en la práctica que los hombres de Thaçi saquearan y asesinaran por doquier: incluso las tropas
españolas allí destinadas en el seno de la KFOR fueron testigo de ello, en los primeros años del siglo XXI.


En 1998 y 1999, las operaciones serbias intentaron derrotar a los grupos armados del UÇK. Estados Unidos y la OTAN cerraron los ojos ante el terrorismo del UÇK, privilegiando el proyecto para destruir la pequeña Yugoslavia y acabar con Miloševic'????, el último aliado de Moscú en los Balcanes. Los continuos atentados terroristas y asesinatos, y la espiral de violencia entre serbios y kosovares, además del aumento de la ten sión, llevaron a la Conferencia de Rambouillet de febrero y marzo de 1999, que finalizó con unos escuetos acuerdos sobre una autonomía para Kosovo, siempre dentro de Serbia, el cese de las hostilidades entre las dos partes (las fuerzas serbias y el UÇK), y la entrada de fuerzas militares internacionales, aspecto que finalmente Serbia rechazó porque comprometía su soberanía. Estados Unidos había indicado su diktat, y Serbia se resistía. Esa fue la señal para que la OTAN lanzase un ataque feroz, que estuvo precedido por una intensa campaña propagandística durante las semanas anteriores. La eficaz propaganda organizada por la OTAN y sus medios afines utilizó el concepto de limpieza étnica, relacionaron con el holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial la acción de las tropas serbias, y llegó a hablar de miles de kosovares "desaparecidos". En mayo de 1999, durante los bombardeos estadounidenses, el secretario de defensa norteamericano William Cohen llegó a hablar de 100.000 víctimas kosovares en matanzas protagonizadas por Serbia, y el Departamento de Estado aumentó las cifras de víctimas hasta el medio millón. La OTAN distribuyó fotografías fal sas de supuestas fosas comunes que, después, nunca se encontraron.


Todo valía. Las evaluaciones posteriores redujeron la cifra de víctimas, entre los dos bandos en conflicto, a menos de tres mil. Miloševic' era un aventurero, pero debe recordarse que, en las guerras que dividieron Yugoslavia, los serbios de Krajina sufrieron una matanza por parte de las fuerzas croatas que alcanzó a dos mil quinientas personas. Entonces la OTAN no dijo nada. Así, en marzo de 1999, una impresionante máquina de guerra, con más de mil aviones, además de submarinos y barcos,crimenorganizado los matones del UÇK seleccionaban a los presos para vender los mejores órganos humanos.


Con toda probabilidad, las grandes potencias conocían ese comercio de la muerte.

 lanzó una lluvia de misiles de crucero y de bombas contra todo el territorio yugoslavo, durante setenta y nueve días consecutivos:
la agresión realizó casi cuarenta mil operaciones de combate, que, en palabras del general norteamericano Wes ley Clark, "atacó, deestabilizó, degradó, desastó y destruyó" Yugoslavia. Era la "guerra humanitaria", una de las más sórdidas mentiras urdidas en los laboratorios de guerra norteamericanos.


La aviación estadounidense bombardeó incluso Belgrado, como los nazis durante los días de la Segunda Guerra Mundial, causó matanzas de decenas de civiles in cluso entre columnas de re fugiados kosovares, atacó la embajada china en Belgrado asesinando a los diplomáticos chinos que se en contraban en ella; bombardeó a la po blación civil matando a mu chos ciudadanos indefensos.

La intervención ilegal de la OTAN, sin man dato de la ONU, supuso una sistemática destrucción de objetivos civiles y militares serbios que acabaron por doblar el espinazo de Belgrado. El bombardeo fue feroz, y la aviación de la OTAN volvió a utilizar munición con uranio empobrecido, que ha contaminado gravemente todo el país, hasta el punto de que, solamente en Kosovo, la propia prensa local daba cuenta en 2010 de que unas cinco mil personas mueren cada año a consecuencia del cáncer, triplicando la mortandad que se daba antes de la agresión norteamericana, mientras en Serbia han aumentado notablemente las enfermedades infantiles. Miloševic' no tuvo más remedio que ceder. Tras los hechos consumados, en unos años en los que la débil Rusia de Yeltsin apenas contaba en el escenario internacional, Kosovo pasó a ser administrado por la ONU bajo la resolución 1244 del Consejo de Seguridad, enviando la misión de la KFOR, bajo el mando de la OTAN. Era el primer paso, porque aunque la resolución de la ONU mantenía el principio de que Kosovo formaba parte de Serbia, Estados Unidos ya estaba preparando los siguientes pasos.


Después de los bombardeos norteamericanos y de la OTAN, y tras la retirada de las fuerzas serbias de Kosovo, los matones del UÇK se apoderaron de Pristina, y las bandas de mafiosos armados empezaron a pavonearse por sus calles. Allí estaba Hashim Thaçi, jefe del UÇK. Thaçi era un siniestro criminal, en efecto, pero apenas un peón en otro gran juego que abarcaba no sólo los Balcanes y el Mediterráneo, sino también Oriente Medio.
* * *
Thaçi había tenido una fulgurante ascensión política: en enero de 1999, seis meses antes de aquella reunión en Pristina con cuatro ministros europeos, nadie lo conocía, a excepción de sus compañeros de fechorías, pero Pandeli Majko, primer ministro de Albania, que mediaba desde Tirana entre las facciones kosovares, ya esperaba la llegada de Thaçi, entonces "presidente del directorio político del UÇK". Seis meses después, a finales de julio de 1999, el primer ministro británico Tony Blair se entrevistaba con Thaçi en Pristina. Thaçi era un perfecto canalla, y estaba dispuesto a continuar con sus negocios de drogas, asesinatos, trata de personas, y los países occidentales lo sabían. Un informe de la OTAN de 2004, del que se hizo eco el diario británico The Guardian, revelaba que Thaçi era "uno de los principales jefes" de las actividades criminales

Traçi con el entonces Secretario de la OTAN, Solana y mafiosas en Kosovo. Desde 1999, Thaçi y los matones del UÇK iban a convertir a Kosovo en el centro de una gigantesca red criminal y mafiosa durante los años del protectorado norteamericano
en Kosovo. Y sus protectores iban a cerrar los ojos, durante años, ante la evidencia del crimen. Paso a paso, las piezas para separar Kosovo fueron encajando.


Las elecciones se celebraron en noviembre de 2007, con la victoria del PDK de Thaçi, el partido creado por el UÇK para reconvertir sus tenebrosas actividades y controlar las instituciones, mientras las potencias occidentales jugaban con las propuestas de Martti Ahtisaari, enviado de la ONU para Kosovo. El 9 de enero de 2008, Thaçi era nombrado primer ministro de Kosovo. Había alcanzado la cima. En las sucias aguas de la política internacional tutelada desde Washington, un criminal, un asesino, un mafioso, se convertía en primer ministro y, en febrero de 2008, Thaçi proclamó triunfalmente la independencia de la República de Kosovo, con pleno apoyo norteamericano, que reconoció inmediatamente al nuevo país. En julio de 2008, Thaçi fue recibido en la Casa Blanca por un sonriente George W. Bush, quien le obsequió con calurosos apretones de manos. No fue el único en hacerlo. Bernard Kouch ner, responsable de la Misión de Administración Interina de la ONU en Kosovo (MINUK), así como Tony Blair, Madeleine Albright y Javier Solana, entre otros, felicitaron también con entusiasmo al criminal Thaçi, y se reunieron con él en diferentes ocasiones. Es difícil entender la complicidad de esos dirigentes con los mafiosos del UÇK, pero la fiscal Carla del Ponte apunta dos razones: primera, que los responsables de la MINUK y de la KFOR temían por sus vidas y las del personal a su cargo, y, en segundo lugar, que prefirieron cerrar los ojos ante las evidencias de los crímenes de Thaçi y del resto de matones del UÇK porque éstos podían poner en peligro el
proceso de paz en los Balcanes.


Se celebraron unas nuevas elecciones fraudulentas, faltas de toda libertad democrática, en diciembre de 2010, en las que Hashim Thaçi también resultó vencedor. Hasta hoy, la independencia de Kosovo ha sido reconocida, gracias a las presiones norteamericanas, por 70 de los 192 países miembros de las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, en 2009, la ONU retiró la UNMIK, y su función pasó a ser cubierta por la misión de la Unión Europea en Kosovo, EULEX. Obama, que se hizo cargo del gobierno norteamericano en enero de 2009, no cambió la política de Bush en relación a Kosovo, ni la actitud hacia el criminal
Thaçi. De esa forma, en mayo de 2009, el vicepresidente norteamericano Joe Biden visitó a las tropas estadounidenses acantonadas en la base de Camp Bondsteel en Kosovo, situada en Uroševac, junto a la frontera con Macedonia: con casi mil hectáreas de extensión es la más grande de todas las que Estados Unidos tiene por el mundo. No por casualidad fue creada en junio de 1999, después de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, con el objetivo de servir al despliegue militar norteamericano en los Balcanes y Oriente Medio, incluido el Mar Caspio, y desde ese Camp Bondsteel se apoyó a la guerrilla terrorista del UÇK, además de servir de cárcel clandestina e ilegal en las operaciones norteamericanos por el mundo después del atentado terrorista en Nueva York del 11 de septiembre de 2001. En julio de 2010, Thaçi hizo un viaje oficial a Estados Unidos, donde fue recibido por Joe Biden y por altos cargos del Departamento de Estado. Como muestra del pleno apoyo del gobierno de Obama, el vicepresidente norteamericano declaró que "la independencia de Kosovo es irreversible".


Las tenebrosas historias sobre la actuación de Thaçi y el UÇK recorrieron durante años las cancillerías y los medios de comunicación, pero sobre ellas se extendió en Europa y Norteamérica una espesa ley del silencio. Sin embargo, a veces, la tenacidad de algunos dignos representantes de la especie humana consigue romper todos los silencios. Así, los resultados de las "elecciones" en Kosovo de 2010 casi coincidieron con la noticia de un estremecedor informe coordinado por Dick Marty (relator sobre derechos humanos del Consejo de Europa y un riguroso investigador que desveló los vuelos clandestinos de la CIA) que fue hecho público en París, el 16 de diciembre de 2010, tras una investigación que duró dos años, y donde se revela la actuación del primer ministro kosovar, Hashim Thaçi, que aparece como el principal dirigente de la red mafiosa y criminal que organizó el tráfico de drogas, de heroína, la trata de personas, la comisión de asesinatos y robos y el tráfico de órganos humanos en Kosovo. Era un horror que emulaba los de los nazis. ¿Qué decía exacta mente el informe del antiguo magistrado suizo Dick Marty? Daba cuenta de que muchos prisioneros ser bios capturados por el UÇK fueron conducidos a casas alejadas, a granjas, a fábricas abandonadas y que, sorprendentemente, fueron bien tratados, ofreciéndoles comida y permitiendo que pudiesen dormir en condiciones aceptables. De hecho, los matones del UÇK seleccionaban a los presos para vender los mejores órganos humanos.

Thaçi es un criminal, y Kosovo es un pequeño Estado en manos de la mafia.

Los prisioneros ignoraban la razón de aquella bondad, de aquel trato que les otorgaban sus carceleros: sólo se daban cuenta de su destino cuando, tras ser trasladados a Albania, eran puestos ante los cirujanos que les extraerían sus órganos, sus riñones, tras ser asesinados de un balazo en la cabeza, fríamente, para que sus vísceras no se estropeasen. No sabemos a cuántos prisioneros mataron así, aunque algunas fuentes hablan de centenares de serbios asesinados para alimentar el tráfico de órganos. Tal vez nunca sabremos cuántos fueron sacrificados. La lista de los lugares utilizados como prisiones y mataderos es larga: Burrel, Bicaj, Cahan, Fushë-Krujë, Kukës, Durres, Rripe (donde estaba la siniestra casa amarilla). Esa era
una de las principales revelaciones del informe de Marty, pero no era la única.


Una de las bandas mafiosas organizadoras de ese tráfico criminal fue el llamado grupo de Grenica, denominado así por el nombre de una pequeña región kosovar, y uno de sus principales dirigentes era Hashim Thaçi. Hoy sabemos que, bajo sus órdenes, se formaban grupos de matones, de asesinos, que planificaban matanzas y practicaban la tortura con los detenidos, muchas veces hasta la muerte; sabemos que se lucraban con el tráfico de drogas, que forzaban a la prostitución, que organizaban la trata de personas. Esas bandas del UÇK, que recibían la protección norteamericana, hacían prisioneros, los trasladaban en coches camuflados, sin matrículas, y los llevaban a la casa amarilla, en Rripe (un municipio del distrito albanés de Dibër, cuya capital es Peshkopi, situado junto a la frontera con Kosovo). Todas las operaciones estaban fríamente planificadas, con mé dicos que examinaban y realizaban análisis de sangre a los prisioneros serbios que iban a ser sacrificados, para conocer así su estado y su valor en el mercado del tráfico de órganos. Algunos testimonios parciales que han podido recogerse indican que muchos prisioneros supieron que su destino era ser asesinados para vender después sus órganos.

Todo eso ocurrió durante la guerra que lanzó la OTAN en 1999, pero también después, a lo largo de los años de la primera década del siglo XXI, porque las complicidades llegan hasta hoy: en enero de 2011 fue detenido en Estambul el médico turco Yusuf Ercin Sonmez (conocido como doctor Frankenstein, y que, según el diario británico The Guardian, es uno de los principales organizadores del tráfico de órganos humanos) que era buscado por la Interpol por su presunta implicación en ese tráfico en Kosovo y en Azerbeiján. Ha sido también relacionado con Hashim Taçi.

Cuando presentó su informe, Dick Marty dijo que, con toda probabilidad, las grandes potencias conocían ese comercio de la muerte. ¿Cuáles son esas potencias? No lo dijo, pero todos lo entendieron: Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, los principales países de la OTAN. Porque fue la OTAN quien atacó a Yugoslavia y forzó la aparición de un poder nuevo basado en criminales como Thaçi, y son esos países quienes han entregado millones de dólares para mantener en pie un Estado criminal. Los cómplices de los matarifes como Thaçi se justifican: mantienen que la estabilidad política en Kosovo y en toda la antigua Yugoslavia es un valor que está por encima de la petición de responsabilidades. Marty, consciente del horror, reclamó que los tribunales internacionales investigasen, y dio cuenta de la atmósfera de miedo en que vive hoy la población de Kosovo, incluidos muchos soldados, fiscales, policías, familiares de desaparecidos.

Miedo hasta el punto de que Marty explicó que si él fuera un abogado de algún testigo, le recomendaría que no declarara, porque ya han sido asesinados demasiados testimonios. Hay que tener presente que la justicia de Kosovo entrega los datos de todos los testigos a los abogados de los acusados, es decir, facilita de hecho que los asesinos ordenen la desaparición y la muerte de quienes pueden testificar contra ellos. También han sido destruidas muchas pruebas: en abril de 2008, Ramush Haradinaj, un antiguo guerrillero del UÇK y también ex primer ministro de Kosovo, e Idriz Balaj, comandante de las Águilas Negras, una siniestra unidad del UÇK, fueron absueltos por falta de pruebas en la Corte Internacional de La Haya pese a haber cometido crímenes de guerra y múltiples asesinatos. Pero supieron imponer la ley de los mafiosos: nueve de los diez testigos que hubieran declarado contra Ramush Haradinaj no pudieron hacerlo porque estaban muertos; todos murieron en atentados, o carbonizados, y el único testigo superviviente que podía testificar anuló su declaración después de que intentaran asesinarlo.

Tanto los servicios secretos de países occidentales como la misión de la OTAN en Kosovo sabían que Haradinaj era un criminal implicado en el tráfico de drogas, prostitución, trata de personas y tráfico de órganos y de armas. Miles de kosovares conocen las historias del siniestro tráfico de órganos, pero no se atreven a hablar. El escándalo había llegado demasiado lejos, y la EULEX (misión de la Unión Europea en Kosovo) anunció en diciembre de 2010 que investigaría las denuncias, y, en enero de 2011, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa exigió una investigación sobre las actividades  el UÇK y sobre los asesinatos de prisioneros para alimentar el tráfico de órganos. La antigua fiscal del Tribunal para la antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, ha pedido también que se abra una investigación sobre la actuación de Hashim Thaçi. Pero los asesinos siguen sueltos, y en esa sociedad de pon zoña, en ese Estado mafioso creado en el corazón de los Balcanes, nada sorprende, aunque en las elecciones donde triunfó Thaçi más de la mitad de la población no  votase.

Como era de esperar, el gobierno de Kosovo, dirigido por Thaçi, negó la veracidad del informe y acusó a Marty de haber dirigido una investigación para publicar un "panfleto político hecho por Serbia, con el acuerdo de Rusia". Aunque Thaçi ha procurado refinar sus modales y construir en los últimos años una imagen pública de hombre de Estado, fue fiel a su reputación y a su antiguo sobrenombre de "la serpiente" declarando que "El informe apunta contra Kosovo. Presentaré pruebas al tribunal. Dick Marty cree estar protegido por la inmunidad parlamentaria, pero ésta no durará de por vida. Tengo cuarenta años. Esperaré a que la pierda". Era un aviso inquietante, viniendo de quién viene. La mafia albanesa y kosovar no suele bromear, hasta el punto de que la propia Carla del Ponte ha llegado a decir que creía que algunos de los miembros del Tribunal Penal Internacional tenían miedo de esas mafias.

Sin embargo, pese al repugnante silencio de los corderos im puesto durante años, la verdad siempre pugna por salir: desde el revelador incidente que tuvo lugar en el aeropuerto de Pristina, cuando un pasajero turco perdió el conocimiento y los médicos que le atendieron descubrieron una cicatriz reciente a consecuencia de la extracción de un riñón, se ha documentado que ciudadanos de otros países, desesperados por su miseria, accedieron a que se les extrajeran órganos a cambio de diversas cantidades de dinero, que, a veces, ni siquiera llegaban a cobrar. También han surgido nuevos datos en el proceso que se sigue en Pristina, y que el gobierno kosovar no ha podido impedir, contra la clínica Medicus, una em presa que extraía órganos a ciudadanos turcos, kazajos, rusos, ucranianos y moldavos. Los riñones eran vendidos después por noventa mil euros a clientes de países ricos. En el proceso está implicado Shaip Muja, un médico cirujano del UÇK que hoy es consejero político de Thaçi y que fue uno de los principales organizadores del tráfico de órganos. El negocio del tráfico de órganos continúa.

Lo más siniestro no es que todo ese horror se conozca ahora, sino que los principales países de la OTAN ya lo sabían. Marty ha puesto por escrito, con su escrupulosa investigación, juntando todas las piezas, lo que para nadie era un secreto: que Thaçi es un criminal, y que Kosovo es un pequeño Estado en manos de la mafia. La fiscal Carla del Ponte (que trabajó en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia) publicó hace ya dos años un libro (La caza, disponible en castellano)
donde daba cuenta de muchas de estas atrocidades. Señalaba, por ejemplo, que Thaçi y Agim Çeku (jefe militar del UÇK) estaban envueltos en el secuestro de hombres, mujeres y niños, y recogió datos sobre doscientos secuestradores miembros del UÇK, así como de los crímenes cometidos después de la llegada de las tropas de la KFOR, tras los bombardeos de la OTAN.

El único testigo superviviente que podía testificar anuló su declaración después de que intentaran asesinarlo.

Carla del Ponte publicó los datos sobre treinta y cinco serbios y kosovares que fueron secuestrados, "encerrados en condiciones inhumanas en un establo", torturados, violados y asesinados: uno de los acusados era Fatmir Limaj, un matón que llegó a ser parlamentario de Kosovo y que era el "socio empresarial" de Thaçi. Carla del Ponte reveló también que pudo recopilar información sobre los casos de trescientos serbios asesinados, en 1999, por traficantes de órganos. Todo indica que ese tráfico de órganos humanos se desarrolló du rante la guerra, pero continuó después cuando Kosovo se convirtió, en la práctica, en un protectorado norteamericano. Era imposible que Washington, con su gigantesca base de Camp Bondsteel en Kosovo y sus miles de hombres destacados en el territorio, desconociese lo que hacían sus protegidos.


Los bombardeos de la OTAN destruyeron buena parte de Serbia, y su difícil situación económica explica la aceptación posterior de las imposiciones de Estados Unidos y la Unión Europea, pese a que algunos países, entre ellos España, no reconocen a Kosovo como estado independiente. Serbia no hubiera asumido nunca la separación de Kosovo, pero las autoridades de Belgrado fueron forzadas por las grandes potencias occidentales a aceptar el hecho consumado de la amputación, hasta el punto de que una delegación kosovar se presentó en la Asamblea General de la ONU, sin ser miembro, y permaneció allí gracias a la treta de ser considerada una "invitada" de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. El gobierno serbio sabía que seguir oponiéndose a la independencia de Kosovo significaba cerrarse el camino a la entrada en la Unión Europea, y hoy Serbia fía la superación de la grave crisis, la reconstrucción del país, y todo su futuro, a esa hipotética integración. Pese a todo, Thaçi, continúa siendo el primer ministro de Kosovo, y sigue disfrutando de la protección de sus patronos norteamericanos, como sugiere Dick Marty en su exposición.

Ante el horror denunciado en el informe del Consejo de Europa, Estados Unidos ha reclamado pruebas, en un ejercicio de hipocresía que quiere hacer olvidar que sus propias agencias, como la CIA, así como los servicios secretos alemanes BND, y los servicios de inteligencia británicos e italianos, además de la OTAN, habían elaborado desde hacía años informes calificando a Thaçi como uno de los principales jefes de la mafia albanokosovar, y que ellos mismos disponen de esas pruebas. Por eso, Marty ha declarado: "las pruebas están ahí, sólo hay que ir a buscarlas". Pero muchos de los responsables de la OTAN y de la misión de la ONU en Kosovo han tenido, y tienen, una actitud complaciente con los criminales que dirigen el país, hasta el punto de que algunos, como el danés Søren Jessen-Petersen, jefe de la UNMIK y representante de la ONU en Kosovo, ha llamado "amigo" a un personaje como Haradinaj, enriquecido con el crimen, a quien la fiscal Carla del Ponte no dudó en calificar de "gánster con uniforme". El silencio y la complicidad de importantes políticos de los países de la OTAN con Thaçi y sus mafiosos se explica porque si los criminales fueran presentados ante los tribunales saldrían a la luz las complicidades de muchos responsables, empezando por Bill Clinton, Tony Blair y muchos dirigentes políticos occidentales que siguen en activo.

Kosovo es un Estado criminal en manos de la mafia, y, una vez más, Estados Unidos, para conseguir sus propósitos políticos,
ha colaborado con grupos de asesinos sin escrúpulos, capaces de las mayores vilezas, reconvirtiéndolos después en los nuevos dirigentes de Kosovo. La complicidad ha llegado tan lejos que muchas de las pruebas recogidas por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia han sido destruidas, y la investigación abandonada por presiones de los Estados Unidos. Pino Arlacchi, responsable de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONUDD) y diputado socialista en el Parlamento Europeo ha hecho pública su convicción de que los países europeos quieren silenciar la evidencia de que Kosovo es "el centro del crimen en Eu ropa". Pero, en este sórdido capítulo de la historia universal de la infamia, faltaba todavía apurar el cáliz del horror y de la vergüenza: hace apenas unas semanas, una propuesta serbia para crear una comisión internacional que investigue el presunto tráfico de órganos humanos en Kosovo, que fue presentada ante el Consejo de Seguridad de la ONU y debatida a mediados de febrero de 2011, fue vetada por Estados Unidos. Nadie puede ignorar que los asesinos siguen sueltos, y que, ante Kosovo, el silencio es un crimen de guerra.

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Referencias
http://assembly.coe.int/ASP/APFeaturesManager/defaultArtSiteVi
ew.asp?ID=964
http://www.theemptyhousewebdoc.com/
http://www.icty.org/
http://www.pinoarlacchi.it/en/articles/435-arlacchi-il-kosovo-euno-

 

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El silencio es un crimen de guerra por Higinio Polo

 Estados fallidos, pero se puede ir más lejos: Kosovo, por ejemplo, un estado criminal cuyo presidente,
Hashim Thaçi, es uno de los máximos jefes de la mafia kosovar. Una mafia cuyos negocios comprenden
el tráfico de drogas, singularmente de heroína, la trata de personas, la comisión de asesinatos y robos y,
destacadamente, el tráfico de órganos humanos