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Los ateos rezan por Chávez |
Imperio - Latinoamérica |
Escrito por John Brown |
Sábado, 12 de Enero de 2013 06:45 |
"Puesto que el Príncipe se define única y exclusivamente por la función que debe cumplir, es una forma vacía, un puro posible-imposible aleatorio". Louis Althusser, Machiavel et nous
Tuve ocasión ayer de participar en un acto ciertamente emotivo. Se trataba de una reunión convocada por la embajada de la República Bolivariana de Venezuela en solidaridad con el presidente Hugo Chávez que no pudo jurar su cargo de presidente reelecto debido a su estado de salud.
La solidaridad con la persona del presidente se hacía extensiva al conjunto del proceso revolucionario bolivariano. El público estaba compuesto de miembros de la comunidad latinoamericana en Bruselas y de otras personas que apoyamos el proceso bolivariano y, en general, la ola transformadora que está cambiando radicalmente una buena parte de América Latina. Los asistentes, incluidos los miembros del cuerpo diplomático del Alba, eran todos gente sencilla, politizada, preocupada. Aparecían en una pantalla, en directo, las imágenes de la inmensa manifestación de Caracas donde la población, en ausencia de Hugo Chávez, tomó ella misma posesión del cargo de presidente. Una escena emocionante: frente a una "oposición" que lanzaba fuegos artificiales hace unas semanas cuando creyó muerto al presidente y que aún hoy cuenta más con el cáncer que con su propio potencial electoral para poner fin al proceso bolivariano, una marea variopinta, pero también muy roja, de gente de todos los tipos y edades rodeaba el palacio de Miraflores para defender la democracia, su democracia. Frente al golpismo, frente a la muerte. Hoy, hasta los ateos rezamos por Chávez a ese Dios Inexistente que nosotros sabemos. Venezuela es hoy un país donde las políticas sociales del gobierno bolivariano han reducido enormemente la pobreza, donde se garantiza el acceso a la enseñanza gratuita para todos y no sólo en el nivel primario y secundario, sino en el universitario. Sobre 27 millones de venezolanos había 300.000 universitarios antes de la revolución; hoy son más de dos millones. Lo mismo puede afirmarse de la sanidad y de la cultura. Uno de los objetivos del gobierno de Venezuela es que 2 millones de niños accedan a la alfabetización musical, esto es que sepan música y sepan tocar un instrumento, que les proporciona gratuitamente el Estado. Teatros y salas de concierto ya no son patrimonio exclusivo de la oligarquía. El cambio social es tangible en cuanto a desarrollo de los servicios públicos y reparto de la riqueza, también en términos de politización y protagonismo de la población. Es esa la mayor fuerza de Chávez y la base de la legitimidad del proceso. Como dicen los venezolanos "Chávez nos dio Patria", en otros términos, los hizo ser miembros efectivos de una comunidad política y tener acceso a los comunes de un país cuya gran riqueza era antes sólo para unos pocos. No se pueden discutir estos logros, pero el propio problema creado por la enfermedad de Chávez apunta a una característica del proceso que puede ser a la vez su mayor fuerza y su máxima debilidad. Se trata efectivamente de la relación estrechísima del proceso con la persona de Chávez que se expresa en consignas del tipo "Chávez es el pueblo", "Chávez, corazón del pueblo" o "Chávez somos todos". Al margen de la relación de afecto que puedan sentir amplios sectores de la población venezolana por el dirigente de la revolución bolivariana, es inevitable enmarcar esa relación imaginaria en la tradición política de la soberanía. En esta tradición cuyo pensador clásico es Thomas Hobbes, el soberano es quien unifica al pueblo. Lo unifica en la medida en que lo representa y lo representa en cuanto los individuos que componen la multitud que se hace pueblo renuncian mediante un contrato a todo derecho propio en favor del derecho absoluto del soberano. Para Hobbes, es esta la única manera de superar los peligros mortales que supone la guerra de todos contra todos que caracteriza al estado de naturaleza. De este modo, el pueblo y cada uno de los individuos que lo componen actúa por medio de su representante, por medio del soberano, y, por consiguiente, cada súbdito debe considerar la actuación del soberano como propia. Desde un punto de vista gráfico, Hobbes representaba en la portada del Leviatán este hecho fundacional de la soberanía mediante la imagen de un Hombre Artificial compuesto por los hombrecillos naturales que transfieren al soberano su propio derecho, su propia potencia. Así, puede afirmar Hobbes que en una monarquía: "El Rey es el pueblo" (The King is the People). El liderazgo de Chávez ha sido calificado con frecuencia como "populista". En la mayoría de los casos, por sus detractores que consideran que una dirección política que no esté en manos de "los que saben", de las elites sociales sólo puede ser irracional y tiránica. Es grande, en efecto, la animadversión de la tradición política occidental al poder del pueblo. Esa misma tradición política que hoy denuncia el populismo de Chávez es la que hasta principios del siglo XX consideraba la "democracia" de manera negativa y lo hacía por los mismos motivos. Existe, sin embargo, otra corriente de pensamiento que asume el "populismo" como un hecho positivo y considera, como lo hace Ernesto Laclau, que el populismo es el otro nombre de la política frente a concepciones de esta que la neutralizan reduciéndola a mera gestión de la sociedad por parte de presuntos expertos. La política así neutralizada se convierte en los términos del filósofo francés Jacques Rancière en mera "policía" o gestión de las diferencias y jerarquías consolidadas. Sólo el "populismo", la importación al espacio político de las reivindicaciones de la parte no representada y tal vez nunca totalmente representable puede hacer revivir el antagonismo y, con él, la política propiamente dicha, que coincide con la democracia. Esto es algo que Chávez ha sabido hacer magistralmente. Ciertamente, como hemos visto, el poder absoluto de uno solo es una ficción teórica que sirve para pensar la ruptura con el pasado, con el orden anterior. En el caso de Chávez, desde el momento de su "decisión" de ruptura con el régimen oligárquico y a través de las distintas fases de la revolución bolivariana, siempre ha contado con el apoyo de movimientos sociales importantes y tendencialmente mayoritarios. Es que su revolución puede compararse con la creación del principado nuevo maquiaveliano sólo hasta cierto límite. Maquiavelo piensa en la creación de un Estado moderno, burgués, de un sistema de dominación de clase, ciertamente inteligente y capaz de negociar con "los de abajo", pues el Príncipe debe "ganarse la amistad del pueblo", pero lo que hoy está en juego en Venezuela es precisamente la liquidación de la sociedad de clases, la creación de una democracia real, el socialismo como transición a una sociedad de los comunes. Eso impide que los dos momentos se distingan claramente, aunque, sin duda, la decisión de Chávez de rebelarse contra el régimen oligárquico fuera en su momento el catalizador a la vez necesario y perfectamente imprevisible que permitió tomar cuerpo al conjunto del proceso y lo puso en marcha. ------------ Fuente: Tlaxcala |