Vivimos en sociedades patológicas: nuestras instituciones son patológicas; la constitución es patológica; la moral es patológica; los dioses son patológicos y los políticos están esquizofrénicos. La esquizofrenia, según la Wikipedia, es un diagnóstico psiquiátrico en personas con un grupo de trastornos mentales crónicos y graves, caracterizados por alteraciones en la percepción o la expresión de la realidad.^[1] La esquizofrenia causa además una mutación sostenida de varios aspectos del funcionamiento psíquico del individuo, principalmente de la conciencia de realidad, y una desorganización neuropsicológica más o menos compleja, en especial de las funciones ejecutivas, que lleva a una dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción social. Un buen diagnóstico, ¿verdad?

Si no lo hubiera diagnosticado Freud, lo habríamos descubierto ahora cuando a nuestros políticos, a nuestra constitución, a nuestras leyes y a nuestros valores se les ha caído la máscara. Hemos vivido como si la sociedad fuera un carnaval. Todos, o casi todos sus actores principales, falsos. Simulando una cosa, proclamando unos valores y haciendo lo contrario de lo que proclamaban.

Vivimos junto a los banqueros que, como los vampiros, parecen gentes iguales a los demás cuando, luego, aprovechan la oscuridad para echar a las familias de sus casas y condenar a los niños a la mendicidad. Con una sonrisa simulan los colmillos ensangrentados que ocultan tras la máscara. Pero esto ya lo sabemos.

Vivimos confiados en una constitución que proclama los derechos individuales y sociales en la inocencia de que nos protegerá contra los tiranos. Más, luego, detrás de la máscara, la misma constitución protege a los tiranos, a todos aquéllos que utilizan el sagrado derecho a la propiedad privada de los medios de producción, del capital y de la especulación con los que nos transforman en esclavos por generaciones y generaciones para satisfacer con nuestro trabajo su inabarcable codicia. ¿Para qué sirven, entonces, los derechos individuales?, si no los podemos ejercer porque obstruirían el ininterrumpido proceso de acumulación de riqueza de los ricos. Pero ya lo sabemos.

Confiábamos en los dioses porque nos ofrecían la salvación en la miseria y la muerte. ¡Qué paradoja! Pero descubrimos que sus sacerdotes se comportan como tiranos y acaparadores de riquezas gracias a la pobreza que nos garantiza la salvación. A los dioses hace ya tiempo que se les cayó el disfraz. Lo que ocurre es que no tienen vergüenza. Pero ya lo sabemos.

Votamos una y otra vez. Votamos. Si fuéramos anarquistas nos habríamos dado cuenta de que el Poder nos oprime y que los políticos se corrompen inevitablemente cuando tocan el Poder y nos acosan con impuestos, nos acosan con sus leyes, no acosan con sus hipotecas. Enmascarados proclaman en las elecciones los grandes valores de Justicia, Moral, Verdad o Libertad con tanto ímpetu que parecería que se lo creyeran o que trataran de convencerse a sí mismos. Luego, sentados en las instituciones, se dedican a sacar beneficio privado de la propiedad privada. Y arrojan a las tinieblas a quienes están al otro lado de su máscara.

Pero ellos ya tienen el Poder y la riqueza. Tienen su dios, su moral y su constitución. A su servicio. Como los banqueros y la constitución al otro lado de la máscara ocultan sus beneficios. Pero ya se les ha caído la máscara. Esto ya lo sabemos.

Javier Fisac Seco  es Historiador, caricaturista político, creador artístico

Últimos libros publicados: Dios es de derechas. Nazismo, franquismo y catolicismo: una alianza contra la libertad y El mito de la transición política: Franco, D.Juan/El Rey y el PCE/ PSOE en la Guerra Fría.

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En youtube pueden verse videos de este autor sobre: “Feminismo es libertad”, “La mujer en los felices años veinte” y exposiciones de arte en “artelista.com”