Su partido le adora pero... ¡Huya Rajoy, huya! PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Amadeo Martínez Inglés / UCR   
Miércoles, 12 de Octubre de 2011 00:00

Rajoy       Sí, sí, mi muy respetado presidente del PP ¡escúcheme! no se deje seducir por los triunfos preventivos, por los gritos viscerales de unos militantes muy nerviosos antes de la batalla o por las previsibles mieles de un poder que se augura omnímodo, entregue cuanto antes sus trastos de matar (es un decir) y su bastón de mando de líder supremo de la derecha española al insultón Pons, o a la superpresidenta manchega "La Cospe" o a la de idéntico rango político y martillo de herejes/profesores, señora Aguirre, y escápese corriendo a alguna tranquila ría de su Galicia natal a verlas venir. Porque venir (me refiero a las truculentas meigas de su tierra vernácula) desde luego que van a venir, y pronto, dejándose caer, como jinetes del estúpido Apocalipsis engendrado y gestionado desde 2008 por el obnubilado ZP, sobre los esqueléticos campos de este desgraciado país.

 

          Y es que, estimado candidato predestinado a dirigir muy pronto el monumental desastre político y social del postzapaterismo, si no lo hace, y si los sagrados vaticinios de la sibila de Delfos, del todopoderoso CIS y de los plumillas pelotas de Pedro J. se convierten en una flagrante realidad, lo que sí debería hacer, y con urgencia, es ir acumulando en su despensa medicamentosa particular toda suerte de tranquilizantes, ansiolíticos, energizantes, revitalizadores, polivitamínicos, antidepresivos... y, sobre todo, de somníferos, de ingentes cantidades de somníferos, ya que, evidentemente, y no creo que le descubra nada nuevo, si usted gana las próximas elecciones del 20-N y consigue ser presidente del próximo Gobierno de esta nación sin par, todo el sueño que la madre naturaleza hubiera podido programar para su descanso personal como ser humano a lo largo de los próximos cuatro años pasará automáticamente, a partir del 21-N, al siniestro índice de lo "ya caducado", "ya dormido", "ya devengado", sin perjuicio de que esa angustiosa cifra de horas de sueño programado y no dormido quede recogida, a título testimonial e histórico, en los arcanos secretos del complejo presidencial de La Moncloa. Lo que, evidentemente, deberá llevarle a usted a tener que echar mano, noche sí y noche también, de las ayudas que la química placentera ofrece al insomne irredento para poder echarse algún ratito en manos del dios Morfeo y poder recuperar así la precaria salud de las castigadas neuronas de su, sin duda, privilegiado cerebro.     

          ¡Ah y también debería usted, señor Rajoy, si no es tonto, que ya digo que no creo que lo sea en absoluto, dotarse de elevadas dosis de "enderezol" (el potente vaso dilatador de los bajos masculinos popularmente conocido como Viagra) porque sin duda va a ser tan alto su estrés, su angustia vital y su cansancio físico a lo largo del próximo lustro de retiro monclovita que, le voy a ser sincero y claro señor presidente del PP y del próximo Gobierno Nacional, corre usted el serio peligro, a pesar de la muy conocida y efectiva "erótica del poder", de "no encontrársela" en el álgido momento del relajo sexual semanal no pecaminoso con el que los españoles nos hemos dotado (especialmente los de la derecha beata y decente) desde aquél venturoso momento, en pleno franquismo perseguidor implacable de los placeres de la carne, en el que se instauró en este país la pícara institución del "sábado, sabadete...".

          E incluso puede usted llegar a tener problemas ¡Dios no lo quiera! futuro jefe del Ejecutivo español, si la crisis económica, financiera, política, social, institucional, juvenil, europea y... del 15-M no amaina pronto, que parece no vaya a hacerlo, con la urgente y saludable micción mañanera de cada día pudiendo llegar a degenerar la cosa (a no ser que se tomen por su parte urgentes y efectivas medidas de control vesical) en la antiestética (sobre todo para un presidente de Gobierno a punto de entrar en el G-20) y menospreciante "meada en los pantalones", máxime sabiendo como todos los españoles sabemos, y mucho mejor los de su disciplinado y batallador partido del centro/centro, que es usted un hombre valiente donde los haya que no se baja los mismos ante nadie ni ante nada.

          En fin, señor Rajoy, que en buena se ha metido usted y de ahí mi urgente consejo personal estampado en el título de las presentes y cariñosas líneas. ¡Huya, huya, señor Rajoy! y no se deje atrapar por el siniestro verdugo de la Historia de España que ya sabe usted, o debería saber, como las gasta. Y le voy a poner un ejemplo reciente que usted conoce muy bien porque lo tiene permanentemente en su pensamiento. El protagonizado por el antiguo crack de la política española (el conocido electoralmente como ZP), señor Zapatero y hoy en día catalogado, incluso por una mayoría de los suyos, como "escoria política", "basura partidaria", "iluso institucional", "visionario castellano/leonés", "analfabeto funcional", "esclavo europeísta", "pelota imperial", "homo aneuronal"... y, sobre todo "peor presidente del Gobierno de España desde que Viriato le arrancara la cabeza de un hondazo al primer caído romano en la Hispania Ulterior: el centurión Virgilio Zafio".

          ¿Y por qué, como diría el sátrapa Mouriño, pudo pasarle esta desgracia política al bueno de Zapatero? Pues porque, señor Rajoy, el tal ZP, bastante menos listo que usted y buscando como loco saciar su "vanitas, vanitatis" y conseguir como fuera los triunfos efímeros que provee de vez en cuando a los elegidos este angustioso valle de lágrimas, aún siendo consciente a principios del año 2008 de la tormenta financiera mundial (y española) que se cernía sobre las angustiadas cabezas de los españoles, decidió mentirles como un bellaco, echando los balones de la crisis fuera del campo y mirando, con su sempiterna mueca indolora (si no, no la pondría con tanta frecuencia) para cualquier lado que no fuera el indicado para resolverla cuanto antes. Utilizando, pues, como nadie la famosa táctica del avestruz y está claro que esta táctica, y no digamos si la convertimos en estrategia a largo plazo, no suele dar, y menos en política, resultados positivos. Todo lo contrario.

          ¡Pues aprenda en cabeza ajena, presidente del Gobierno español "in pectore"! ¿Cómo se le ocurre luchar y luchar como un jabato, como un teniente de Millán Astray que diría cualquiera de sus militantes, para poder encaramarse de una forma totalmente suicida a un poder en almoneda que nadie quiere en estos momentos? ¿Todavía no se ha dado cuenta de que es una auténtica barbaridad el intentar subirse, enmendándole la plana a las inteligentes ratas de cloaca, a un barco que lleva años a la deriva, que se va a hundir irremediablemente en pocos meses por mucho que la catetilla Merkel y el chuletilla Sarkozzy hagan cuentas en secreto todos los días, muy juntitos, en El Elíseo? ¿Y que va a hacer usted, hombre de Dios, cuando esté ya en el barco y ocupando su desvencijado puente de mando, con los cuarenta y cinco millones de pobres de este país y el millón largo de super ricos cabreados porque ya no ganan lo suficiente?

          ¡Piénselo despacio, señor presidente del Partido Popular, y obre en consecuencia! Yo ya no puedo aconsejarle nada más porque, entre otras cosas, ni soy del PP ni soy de derechas. Solo soy un español que, como casi todos los demás, las está pasando canutas y que está hasta los cataplines de tanto sinvergüenza, tanto descerebrado, tanto político trincón y tantos desahucios. ¿Pero es que no existe un artículo en nuestra sacrosanta Constitución que dice que cada españolito, por el mero hecho de serlo, tiene derecho a una vivienda digna? ¿Y a una educación moderna y eficiente? ¿Y a una sanidad universal y gratuita? Entonces ¿qué coño está pasando en este bendito país de mierda? Como esto siga así no nos va a quedar más remedio a todos, indignados y no indignados, que mandar al carajo, en la mismísima Puerta del Sol, a esa parida de Constitución heredada del dictador y, de paso, enviar de nuevo a su egregio titular, el rey franquista, a su amado exilio romano. Del que nunca debió salir.