Cliente muerto no paga PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Armando B. Ginés   
Sábado, 18 de Julio de 2015 04:40

Grecia vive con la soga al cuello, pero la hemorragia de sangre será contenida justo un suspiro antes de provocar la defunción del pueblo heleno. La troika capitalista sabe a la perfección que “cliente muerto no paga jamás”. La clase trabajadora debe sufrir lo estrictamente necesario para que el terror deje huella en su mentalidad y pueda así someterse mejor a las solicitudes inclementes del mercado laboral y financiero.

 
La psicología aprendió mucho de los campos de concentración nazi y también de las torturas practicadas por los servicios de espionaje del “mundo libre” de forma soterrada pero habitual. El cuerpo humano tiene un aguante increíble, siendo capaz de adaptarse a las situaciones más terribles que puedan imaginarse. Solo hay dos alternativas para sortear el acoso del pánico íntimo o ambiental: el suicidio o la sumisión al orden establecido.
 
El explotador precisa del trabajador para ser lo que es. Y el machista a la mujer-objeto. Y el propietario al inquilino. Y los acreedores a los deudores. Tampoco se entendería a Robinson Crusoe sin la compañía amable de su fiel vasallo Viernes. Si se rompe el cordón umbilical invisible que los une, toda la estructura se viene abajo y con ella la plusvalía, el patriarcado, la propiedad privada, el colonialismo racista y el sistema capitalista en su conjunto. Matar la fuente de ingresos, estatus y poder es el peor negocio para las elites hegemónicas internacionales.
 
Se requiere muchas dosis de magia ideológica para sostener el capitalismo actual, que basa su entramado conceptual en dos ideas ocultas y simples a la vez: “mientras tanto” y “llegar a ser”.
 
Mientras tanto es el reino por excelencia de la supervivencia cotidiana, del presente continuo, de las respuestas inmediatas y compulsivas. Abrigado por el miedo escénico, la necesidad imperiosa y la competencia feroz, cada cual se refugia en su egoísmo defensivo para salvar el día a día de la mejor manera posible. Despertar al día siguiente ya es un triunfo muy meritorio: existencialismo de urgencia.
 
Mediante el llegar a ser, los individuos sueñan con alcanzar metas personales que les permitan abrazar objetivos gratificantes para su yo íntimo: consumir más, obtener mayor reconocimiento social, mostrar su éxito a los demás. Llegar a ser no es más que un sucedáneo del compromiso social y político. En cuanto se pisa la cima propuesta deviene el vacío existencial y se reinicia el proceso automáticamente.
 
En cualquier caso, tengamos muy presente que el capitalismo nos necesita a todos, aunque a veces sobrevengan daños colaterales en guerras y conflictos sociales. El parado recuerda al trabajador en precario que él también puede caer en la condición de desempleado. Y el inmigrante que se ahoga en el océano nos da un toque de atención siniestro sobre la existencia de un mundo todavía peor que el nuestro. El indigente es, por su parte, un golpe a la autoestima permanente que nos vacuna contra la rebeldía y el pensamiento crítico: más vale mirar para otro lado que ser mirado como monstruo por el vecino de al lado. Por tanto, debemos celebrar en silencio elocuente y pasividad sin conciencia que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
 
No obstante, y ese es el margen de maniobra a favor de la clase trabajadora, hemos de tener in mente que “cliente muerto no paga nunca”. Cierto es que el capitalismo asfixia sin compasión, pero matar del todo no se lo puede permitir tan a la ligera. Existe, pues, un sutil territorio para ensayar o explorar un horizonte de igualdad y justicia a escala mundial. Hallarlo es lo realmente complicado.
 
Nota: El título del artículo se ha tomado prestado de una película del mismo nombre, Dead men don´t wear plaid, producida en 1982 y dirigida por Carl Reiner, teniendo como protagonista estelar a Steve Martin. Se trata de una parodia del cine negro de los años 40, editada con planos rodados a tal efecto y escenas de otros filmes antiguos en los que actúan, entre otras estrellas rimbombantes de Hollywood, Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Ava Gardner, Kirk Douglas, James Cagney, Fred McMurray y Lana Turner. El resultado es, cuando menos, sorprendente. Se deja ver, provocando sonrisas fáciles. El paralelismo con el texto se refiere a que en el mundo del hampa un deudor muerto jamás saldará la deuda contraída a intereses desorbitados con el gánster prestamista de turno. Como en el capitalismo, ¿no?
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