La República como una única salida digna e inteligente de la actual situación PDF Imprimir E-mail
III República - III República
Escrito por Paco Arenas / UCR   
Lunes, 04 de Marzo de 2013 00:00

La España dormida que debe despertar con una ola de libertad

Quiso que fuese la naturaleza, el ciclo vital del dictador quien terminase con la dictadura surgida del genocidio del pueblo español un 18 de julio, una guerra del pueblo contra el fusil. No pudo ser que le correspondiese al pueblo español acabar con aquel régimen de terror, por tanto no fue el pueblo español quien se erigió en dueño de sus destinos tras la muerte del dictador.
El enano del Prado, hizo su voluntad y coloco al Borbón como soberano, estaba claro, toda la oligarquía franquista lo sabía que muerto el “furhet”  gallego no se podía continuar con la dictadura en su versión de dictadura militar, y aquella oligarquía franquista que jamás había hablado de reconciliación nacional, que había aplicado la “manu militari” con crueldad extrema hasta sus últimas consecuencias, llenando España de viudas y huérfanos, las fosas de muertos inocentes, las cárceles de inocentes y toda su geografía oprimidos  y allende de la misma exiliados, esa oligarquía criminal comenzó a hablar de reconciliación nacional.  El pueblo perdono, perdono porque no le quedaba otra.

Surgió una nueva oligarquía continuadora de la franquista, ahora ya eran "demócratas de toda la vida", monárquicos convencidos, del mismo modo que habían sido (continuaban siendo) franquistas fieles ahora alababan la democracia y la veneraban como si se tratase de una religión unida a su espíritu desde el nacimiento.

En la misma cuerda había un grupo de señoritos con traje de pana, que seguían a un joven sevillano de mirada mesiánica y verbo fácil, sabían que eran los llamados a formar parte de esa nueva casta oligarca, de esa continuación del apéndice de la dictadura franquista, estos no se declararon “demócratas de toda la vida”, pues en teoría ya lo eran, se pusieron otro apelativo para claudicar y traicionar lo que habían defendido antes de la muerte del dictador, fingían continuar siendo socialistas herederos de Pablo Iglesias, Largo Caballero o Juan Negrín, pero no lo eran, ni eran socialistas ni mucho menos republicanos, por lo que tras renunciar a la esencia del partido que habían tomado al asalto se declararon como “juancarlistas” y poco a poco fueron transformándose en oligarquía monárquica, siendo como todas las oligarquías su principal misión trabajarse un futuro para cuando dejasen el poder o la política y  fueron muchos terminaron terminaron en grandes multinacionales eléctricas o gasisticas  con sueldos millonarios pero presumiendo de socialismo e izquierdismo… eso sí, “juancarlista”.
Existió un tercer grupo, heredero de quienes lucharon durante casi los cuarenta años de la dictadura de manera continuada contra el mismo, algunos murieron en el camino como Julián Grimau, en ese tercer grupo me encontraba yo, creímos lo que nos dijeron, tal vez fuimos los únicos que nos creímos lo de la reconciliación nacional, del socialismo en libertad, de la necesidad de aceptar la reforma “democrática”  en lugar de la ruptura democrática, en la necesidad de aceptar una bandera que no era la nuestra y unos principios que no nos eran propios, sin que nadie nos consultase  o nos plantease la forma de Estado o nuestro modelo de democracia deseado.
Sí,  sucumbimos y mantuvimos la ilusión durante un tiempo, algunos durante mucho tiempo, en aquellos que nos traicionaron, en aquellos que nos prohibían sacar nuestra bandera en las manifestaciones con la única explicación y justificación de que ese era el deseo del camarada Carrillo, nuestros dirigentes quisieron parecerse tanto a los señorito de Surennes que terminamos  absorbidos por ellos, quedándonos huérfanos y perdidos y extraños en un país que nos era ajeno a pesar de ser el nuestro, algunos ingresamos por un tiempo en pequeños partidos para al final abandonar desilusionados la lucha.
Tras el presunto golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981, el bipartidismo estaba totalmente implantado, la clase política se había convertido en una casta oligárquica ajena a los sufrimientos del pueblo, mientras que el heredero del dictador, convertido en héroe nacional, rodeado de corruptos, como Colon de Carvajal, Javier de la Rosa o Mario Conde, y así una larga lista se convertía en un adulado monarca medieval en toda regla,  tanto por los medios de manipulación masiva como por la cada vez más decadente clase política española, al mismo tiempo que en el extranjero se iban conociendo escándalos que eran ocultados en España.
Mucho tiempo después continuamos en las mismas, la diferencia que tenemos la información de la cual carecíamos, sabemos que estos treinta y siete años de “transición a la democracia” no terminaron de salir de la estación de la dictadura, que tenemos el sistema que nos impusieron, que nos impuso el dictador, que nunca hemos disfrutado de auténtica democracia y que todo ha sido una gran farsa, de la cual todos hemos sido cómplices, somos cómplices.
Vemos como la corrupción política toca todas las instituciones, como nos toman y nos tratan como analfabetos, como tontos.   Sabemos que al final habrá un gran pacto que deje inmune y a salvo todos los casos de corrupción, tanto los que afectan al PP, PsoE como a CiU y sobre todo a la monarquía, que por muy claras que estén las pruebas.  El fiscal del caso Nóos, a pesar de decir el juez que los e-mails son verdaderos, dice el fiscal que no implican a la Casa Irreal y que no hay razones objetivas para hacerlo.  Lo dicho nos toman  por tontos unos y otros, que buscan una salida falsa con la abdicación en el heredero del heredero del dictador una continuidad para continuar con la farsa.

La República ya no es solo  una mera negación de la monarquía  de cuatro ilusos soñadores que ondeaban sus banderas tricolores en las manifestaciones.  La República se ha convertido en una necesidad para que salga a la luz toda la verdad, para que la libertad no se disfrace de eufemismos y sea real.  La República es la única salida inteligente y digna ante la actual situación convirtiéndose en una necesidad básica de continuidad como pueblo.