Antagonismo de clases y progreso social PDF Imprimir E-mail
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Escrito por Manuel Ruiz Robles, capitán de navío   
Lunes, 17 de Mayo de 2021 13:30

Intento esbozar en estas líneas lo que entiendo por antagonismo de clases y su correspondiente correlación de fuerzas en una sociedad industrial avanzada, y la relación de ambos con el grado de desarrollo de la ciencia y de la técnica, así como su influencia en la historia de nuestro país.

El antagonismo de clases es consecuencia de la propiedad de los grandes medios de producción por parte de la clase poseedora, que obliga a la clase desposeída de tales medios a vender su fuerza de trabajo en condiciones de desventaja; es decir, el antagonismo nace de la apropiación privada del trabajo social.

La causa de tal desventaja se haya en el dominio, por parte de la clase poseedora, no solo de los grandes medios de producción más importantes y decisivos sino también de su influencia sobre los aparatos coercitivos del estado (fuerzas armadas, policía, judicatura) así como de sus instrumentos de persuasión y de manipulación ideológicos (enseñanza religiosa, grandes medios públicos y privados, etc.), quedando en la practica vacío de contenido el sagrado concepto de Libertad, sobre todo para un sector de la población situado permanentemente al borde de la indigencia.

Pese a la debilidad de nuestra industria, consecuencia en gran medida de la aplicación de políticas reaccionarias, nuestro país está vinculado actualmente al desarrollo económico de las sociedades industriales avanzadas de la Unión Europea, de la que formamos parte.

Sin embargo, el desarrollo de nuestro deficiente tejido productivo, caracterizado por la baja capacidad innovadora, en comparación con los países industrialmente avanzados, ha sido consecuencia no solo del bajo nivel de inversión en investigación y desarrollo, sino también debido a nuestro ancestral atraso político, producto de una burguesía débil, incapaz de afrontar las transformaciones políticas que el desarrollo de las fuerzas productivas impulsaron con pujanza en la vecina Francia, durante los siglos XVIII y XIX.

Al Sur de los Pirineos predominaron, durante estos siglos cruciales, las fuerzas reaccionarias sobre las fuerzas progresistas, y ello se tradujo en un escaso desarrollo de la ciencia y de la técnica, pues estas no aparecen mágicamente por generación espontánea, sino que son producto de la actividad de una sociedad dividida en clases.

En los siglos XVIII y XIX la incipiente burguesía española estuvo fundamentalmente vinculada a la propiedad de la tierra, es decir a los grandes terratenientes, salvo en Catalunya y el País Vasco, en donde sus respectivas burguesías siguieron, en general, trayectorias bastante diferentes a las del resto del Estado. El fracaso de la revolución burguesa en España se debió a la continuación en el poder de las clases privilegiadas del Antiguo Régimen, mediante la mutación de sus mecanismos de dominación, vinculando su destino al de la monarquía, de origen feudal, promotora del militarismo reaccionario y de la Inquisición (1478-1834), sustentados ambos por la tradicional alianza entre el trono y el altar.

Mientras tanto, en la vecina Francia, el método científico y la racionalidad técnica se expandían impulsados por el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto se tradujo en una correlación de fuerzas favorable al progreso, que desplazó al Antiguo régimen borbónico.

El rey Luis XVI, acusado de traición y de conspiración contra el Estado, fue procesado por los diputados de la Convención nacional. El proceso terminó con la condena a muerte del rey, votando 387 diputados en contra y 721 a favor de la pena capital, guillotinado públicamente el 21 de enero de 1793 en la plaza de la Revolución.

Sin embargo, años después, tras la caída de Napoleón Bonaparte, las fuerzas internacionales de la reacción restauraron a los Borbones: Luis XVIII (1814 a 1824) y Carlos X (1824 a 1830). Pese a la enorme reacción conservadora, y al restablecimiento de la Iglesia católica como poder político en Francia, se vieron obligados a aceptar algunas conquistas de la Revolución.

En dicho periodo, en el año 1823, se produjo la intervención militar en España de un contingente militar francés comandado por Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema e hijo primogénito de Carlos X, en apoyo de Fernando VII; restaurando el absolutismo y permaneciendo la ocupación militar francesa hasta 1828.

Resulta llamativo que la derecha monárquica española haga con frecuencia referencia a la intervención militar de Napoleón Bonaparte en España, y haya establecido el 2 de mayo como día de la Comunidad de Madrid, cuando Napoleón, pese a su condenable acción invasora, apoyó en nuestro país los valores de la Ilustración y la abolición de la Inquisición

Sin embargo, es obvia la desmemoria de que hace gala cuando se trata de otras intervenciones militares más recientes, como fue la de 1823. En dicha ocasión, como he citado, nos atacaron fuerzas monárquicas francesas -los llamados 100.000 hijos de San Luis, en apoyo de Fernando VII- durante el periodo de la restauración borbónica en Francia, que fueron recibidos al grito de ¡Viva el rey absoluto! y ¡Viva la Religión y la Inquisición! En fin, el consabido ¡vivan las cadenas! con el consiguiente fusilamiento de conciudadanos progresistas, persecución y exilio.

También silencia -o cuando no, enaltece- intervenciones más recientes, como fue la de Franco, apoyado por fuerzas militares de la Alemania del III Reich de Adolf Hitler y de la Italia fascista de Benito Mussolini, con su cortejo de horrores (fusilamientos generalizados, bombardeos deliberados sobre población civil: Madrid, Guernica, carretera de la muerte de Málaga a Almería; exilio, deportaciones e internamiento en los campos de exterminio, etc.), que desembocó en la dictadura fascista y la consiguiente reinstauración de la monarquía borbónica con su bandera bicolor, abolidas por la Constitución de 1931. Aunque, al decir de la inefable presidenta electa de la Comunidad de Madrid, se trate, en el caso fascista, del “lado bueno de la Historia”.

El famoso cuadro El 3 de mayo, del genial Francisco de Goya (1746-1828), que recuerda los fusilamientos llevados a cabo por las tropas napoleónicas, como consecuencia del levantamiento popular del 2 de mayo de 1808, no impidió que su autor, perseguido después como ilustrado por la reacción monárquica, huyese al exilio, muriendo en Francia en la ciudad de Burdeos, en donde fue enterrado. Sus restos no fueron repatriados hasta el año 1900, estando actualmente depositados en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, desde el año 1919.

Aún siguen en Francia, sin repatriar, los restos de Don Antonio Machado, Don Juan Negrín (PSOE), Don Manuel Azaña (IR), o del genial Pablo Picasso (PCE), y de tantos otros compatriotas que tuvieron que permanecer y morir en el exilio, perseguidos por la dictadura franquista, que reinstauró la monarquía y su bandera bicolor; ambas borbónicas.

Mientras tanto, constatamos como se silencia la galopante corrupción de la familia real, blindada por su impunidad y por el encubrimiento sistemático del que goza por parte de los poderes del Estado y sus medios. Un pésimo ejemplo que emulado por parte de no pocos miembros de la clase poseedora perjudica a servicios públicos tan esenciales para el pueblo como son la sanidad, la enseñanza, las pensiones o la investigación científica.

Por tanto, es pertinente recordar, en estos momentos convulsos y cruciales, la prisión y el exilio que sufren dirigentes políticos catalanes, conciudadanos nuestros. Reclamemos su pronta Amnistía, pues es evidente que están condenados y perseguidos por su actitud democrática.

Acabemos, de una vez por todas, con la aberrante represión que el régimen monárquico y sus aliados vienen tradicionalmente infligiendo a los pueblos de nuestra patria, lo que provoca el sálvese quien pueda, agravando su desunión.

Todas unidas, por tanto, contra la monarquía, por la proclamación de la República, la autodeterminación de los pueblos y la apertura de un proceso constituyente, en el marco de la Unión Europea, que habremos de contribuir a transformar.

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Manuel Ruiz Robles

Capitán de Navío de la Armada,

miembro de la UMD y del Colectivo Anemoi.

Presidente Federal de Unidad Cívica por la República.

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