Mineros, una rxplosión de dignidad Imprimir
Opinión / Actualidad - Laboral
Escrito por Rosa María Artal   
Jueves, 12 de Julio de 2012 06:29

Recibimiento a los mineros en MadridAcostarse -muy tarde- con la retina, el oído y el espíritu impregnados de la marcha minera y despertarse con Mariano Rajoy desgranando en el Congreso un patético discurso, produce shock traumático. Con toda desfachatez -obligado, humillado y empecinado en el error- ha anunciado nuevos y durísimos ajustes para la población, diciendo que son “imprescindibles” y demostrando lo grande que le viene el cargo al que se aferra. Habrá más recesión, más paro, y él lo sabe. Espero que al menos lo sepa. Muchos ciudadanos sí están enterados.

 

Ha dicho el presidente Rajoy que “al final de los sacrificios habrá recompensa”. Es mentira. También lo sabe. Espero. Hace falta mucho cuajo para echar la culpa al depauperado sector público español –uno de los más bajos de la UE que se propone desmantelar además- de nuestra crítica situación. También ha pedido ayuda a los partidos, a los medios –un político no debe pedir “ayuda” a los medios y los medios no deben dársela ni mucho menos porque su misión es la información real y la crítica- y a la sociedad. Cuando en Mayo de 2010 Zapatero se hizo el harakiri como hoy Rajoy, esto fue lo que dijo Rajoy: “Europa ha cantado las cuarenta a Zapatero”. Toda una “ayuda”. Solo quería -él y su partido- trincar el poder. Y para esto. Porque lo peor es que ahora “Bruselas” y toda la trouppe neoliberal, le ha cantado las 400 a Rajoy y somos un país intervenido y tutelado.

La realidad no es este nefasto presidente, hay otra que vivimos ayer en Madrid miles de personas. Llegaban los mineros tras 19 días de recorrer a pie un largo camino desde sus puntos de origen hasta la capital. La plaza de Moncloa estaba abarrotada cuando aparecieron con sus cascos encendidos, el cansancio y la felicidad –por el trabajo bien hecho, por la acogida- en el rostro. Y así siguió todo el trayecto. Eran más de la 1 de la madrugada y miles de personas aguardaban en la Gran Vía a saludarles. Nadie quería irse. El espíritu que allí se vivía era único. Era corear “sí, se puede” porque los mineros lo están demostrando.

Poco antes, cerca de la Plaza de España, ellos comenzaron a decir: “Este pueblo sí nos quiere”, algunos -como armarios- llorando. Desde luego, porque los mineros están llevando a cabo lo que seguramente todos y cada uno de los presentes en el recibimiento quisiéramos hacer. Contra viento y sol, contra la incomprensión y contra el riesgo. Ellos sí tienen coraje y dignidad. Y luchan por su supervivencia y puede que por la de todos, incluso de los que siguen agazapados esperando que escampe, lo que con Rajoy no va a suceder.

Tengo una relación emocional con los mineros. Mi padre era un luchador nato, un “emprendedor” que dirían ahora los políticos plásticos. Y en su búsqueda por nuestra supervivencia recaló precisamente en un pequeño negocio de almacenamiento de carbón y suministro de contratas para calefacción. Ése fue también mi primer trabajo. Desde los 13 años. Y tuve que compatibilizarlo con mis estudios de secundaria y periodismo. Quiero decir con esto que, desde casi una niña, olí el carbón y aprendí la diferencia entre la dura antracita llena de energía, la brillante hulla más blanda y volátil, o el recio lignito, pariente pobre de las anteriores. Y cada enorme camión que venía, llegaba cargado de tormos irregulares, extraídos mano a mano por los mineros. Y tiznaba hasta la respiración. Sólo quería huir de aquello.

No sé si el carbón es viable, pero estoy segura de que hay trabajos que marcan. Otros no, algunos intensamente. No se le puede decir a un minero que el suyo es inútil y desfasado cuando se han enterrado durante años para picar a mano la roca, sin luz natural, a muchos metros bajo el suelo. Y han enfermado sus pulmones, o han visto morir a compañeros por los derrumbes.

Cuando se están dando soluciones a los bancos –tan generosas y a nuestra costa-, no se puede condenar a poblaciones enteras a la ruina. Hay que dar alternativas. Forzosamente. Y es lo que fundamentalmente buscan los mineros. Y luchan por ellas. Y las merecen.

¿Dónde están los cinco millones de parados? ¿Dónde los funcionarios a quienes masacran a conciencia quitándoles la paga de navidad y lo que es más grave: derechos? ¿Dónde, por ejemplo, todos los ciudadanos que tendremos que pagar mucho más por cualquier cosa con la subida del IVA? ¿Los que entregamos la sanidad y la educación a cambio de más pobreza para nosotros y riqueza para los de siempre? Los mineros demuestran que “sí se puede”. Aunque cuesta esfuerzo y seguridad.

El señor de la Moncloa no va a resolver la situación, ningún miembro de su partido. Basta oír la osada irresponsabilidad de Esperanza Aguirre al burlarse de la marcha minera con la enorme indignación que hay en la calle. Hoy, el día de las grandes recortes. No lo hará tampoco Rubalcaba. Dudo prácticamente de todos los partidos, más ocupados por su silla y su poder que por los ciudadanos. Es muy grave: están deteriorando la democracia que precisa de la Política para funcionar. Así estamos en una situación dramática: intervenidos, perdida soberanía, el horizonte con las medidas adoptadas hoy es el caos. Es Grecia. Mirad a Grecia. Hacédselo ver a quienes reniegan de usar su cabeza y relacionar conceptos.

Pero ahí están ellos, los mineros. Caminando firmes por defender su vida. Tras respirarlos de cerca, retomo fuerzas y también sé que, si muchos queremos, se puede. Anoche, protegidos por los mineros, el miedo se evaporó.

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Fuente: El Perisclopio