Privilegio y trabajo Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hdez / UCR   
Lunes, 06 de Abril de 2015 05:30

Hace unas semanas, en el transcurso de una conversación, surgió el concepto privilegio relacionado con el concepto trabajo. Sé que es un tema espinoso, pues el desempleo está en la base del sufrimiento de muchas personas. Esto me lleva a hacer una reflexión escrita sobre el asunto para explicar mi posición. Cuando me acerco a cualquier tema que trato en este blog no pretendo ser un ente objetivo. Asumo mi subjetividad, que mi realidad, mi historia, mi posicionamiento ideológico, marcan mi visión del mundo.


Soy consciente, aunque no lo he vivido en mis carnes, de que cuando la necesidad material acucia, el lenguaje queda en un plano inferior e intrascendente. Aclaro esto, me reafirmo en mi postura, ya expresada en otros textos, acerca de que el lenguaje es un elemento de dominio ideológico de primer orden, que utiliza con enorme sabiduría la clase dominante para conformar el pensamiento de la gran mayoría, utilizando como herramientas sus medios (casi todos) de comunicación. La víctima civil de un bombardeo es, desde hace años, un lamentable, pero ineludible, daño colateral; la agresión militar contra un país, en un excepcional ejercicio lingüístico-mágico, muta en intervención humanitaria. El lenguaje deviene en disfraz o espejo deformante de la realidad. En mi empeño por lograr una cierta precisión lingüística, como elemento de concienciación y avance, soy absolutamente renuente a mezclar el concepto trabajo (considerándolo la labor cotidiana de una inmensa mayoría, por la que en base a nuestra cualificación recibimos una remuneración digna) con el de privilegiado. No obstante no se me escapa que no es lo mismo ganar 2.000 euros mensuales netos, que ganar 950 brutos o menos (situación que según un reciente estudio padecen en el estado español cuatro millones y medio de asalariado) o estar en el paro sin cobrar prestación alguna. Para la persona que padece esta última situación la posición del grupo de los cuatro millones y pico de mal pagados es un anhelo, y para el que ingresa menos de 950 los dos mil son un sueño. Y para ambos, con gran placer de las clases dominantes de ingresos millonarios, de esos para los que los trabajadores somos insectos, el grupo que llega o rebasa los dos mil es un colectivo, y aquí surge la interesada palabra, privilegiado. Se obvia que la palabra privilegio implica obtener o disfrutar algo inmerecido y que se le niega al resto de la sociedad.

Un trabajador no precario, con una remuneración que le permite llegar a fin de mes sin apuros, no es un privilegiado, es un horizonte por el que tenemos que luchar todos los trabajadores sin distinción alguna. Siempre he defendido que los que tenemos un trabajo estable, con más encono aún que los precarios (en situación de debilidad), tenemos el deber moral, fruto de la conciencia de clase, de abanderar esa reivindicación.

Usemos el término privilegio en su justo contexto, cuando hablemos de salarios o ganancias desorbitadas (por ejemplo los futbolistas de élite, retribuciones millonarias de banqueros, operaciones bursátiles que posibilitan ganar en un día millones de euros) y desechémoslo, o al menos seamos cautos, cuando se use como ariete para crear divisiones en el seno de la clase trabajadora, confundiendo, intencionadamente y con alevosía, lo que es el derecho justo a un trabajo digno con un falso privilegio.

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: Blog de José Juan Hdez