Roja y nacional Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Anxel Vence   
Miércoles, 04 de Julio de 2012 05:39

Soy de la rojaMedio mundo conoce ya a la selección española como La Roja, pero ello no impide que la bandera en la que se envuelven los hinchas del equipo sea la nacional diseñada por Carlos III y fabricada mayormente en talleres de la República Popular China. Quién lo iba a decir. Tres cuartos de siglo después de la Guerra Civil, en la que rojos y nacionales se dieron un baño de sangre, el fútbol de salón y tiqui-taca parece haber reconciliado por fin a las dos Españas de Machado.

Prodigiosos en el dominio de la pelota, los jugadores del equipo español han obrado también el portento –aún más meritorio– de que los nacionales se alegren con las victorias de los rojos por primera vez desde 1936; y que, a su vez, los futbolistas de La Roja calcen sin complejos la camisa azul como segundo uniforme de la selección.

Conviene explicar, para los más jóvenes y los que no siéndolo se ahorraron la clase de Historia, que el franquismo dividía a los españoles en "nacionales" y "rojos". Militaban en el primero de los bandos las gentes de orden y buena conducta certificada por la Guardia Civil; en tanto que el segundo reunía a una heterogénea mezcla de republicanos, socialistas, liberales, comunistas, anarquistas, judeo-masones y otros sospechosos a las que el régimen declaraba "antipatriotas".

Paradójico como a veces es el fútbol, no sorprenderá que la selección de España –hoy conocida como La Roja– conquistase el primer título de su historia frente a unos rojos de tanto pedigrí como los de la Unión Soviética, a los que derrotó en la final de la Eurocopa de 1964. Al general Franco, entonces de cuerpo presente en el palco del Bernabéu, se lo llevarían todos los demonios si supiese que, pasado el tiempo, La Roja de verdad iba a ser precisamente la escuadra futbolística española.

Tendrían que pasar aún cuarenta y cuatro años para que otra España muy distinta –así en lo futbolístico como en lo sociológico– ganase su segundo trofeo continental frente a la imperial Alemania. La Eurocopa de 2008 fue el comienzo de un ciclo más bien milagroso en el que una selección que hasta entonces no había ganado apenas nada se convirtió en el mejor equipo del mundo. Tres títulos consecutivos en solo un cuatrienio la han alzado a lo alto de ese podio, desde el que aún puede aspirar a mayores empresas.

La clave del éxito reside, aparentemente, en el cambio de mentalidad que ha llevado a la última generación de futbolistas a abjurar de casi todos los principios raciales que hasta hace poco sustentaban el juego de España y su inevitable tendencia a la derrota. Si antes usaban las pelotas como inútil estrategia testicular de ataque, los nuevos españoles prefieren tratar ahora con mimo a la pelota propiamente dicha, que agradece esos cuidados. Siguen siendo, eso sí, tan bajitos como sus predecesores del año 1964; pero han sabido transformar esa desventaja en virtud que les permite colarse con extraña facilidad de trasgos por entre las piernas de sus gigantescos contrincantes, que aún los andan buscando.

Archivados en el desván los viejos tiempos del patadón y el "¡A mí, Sabino, que los arrollo!", la nueva España roja y nacional se ha travestido de Brasil gracias a una nueva leva de jugadores que entiende el fútbol como una invitación al goce, donde antes se exaltaba el sufrimiento. Solo falta que la casta dirigente del país tome nota de su estrategia y nos dé alguna satisfacción. A veces, el fútbol es de lo más educativo.

Fuente: El Faro de Vigo

anxel@arrakis.es