Doble moral inmoral de la República francesa Imprimir
Laicismo - Estado Laico
Escrito por Arturo del Villar U/CR   
Sábado, 22 de Septiembre de 2012 00:00

Charlie HebdoSe juntan dos noticias escandalosas estos días en la República Francesa, en relación con la libertad de Prensa. El artículo 10 de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobados por los revolucionarios franceses el 26 de agosto de 1789, permite a los ciudadanos hablar, escribir e imprimir libremente sus opiniones. Esa declaración revolucionaria sirvió de modelo para diversas constituciones, y es fundamental en la historia de la propia República Francesa establecida en 1792.

 

Ahora, justamente a los 223 años de aquella declaración trascendental para la historia de la humanidad, la República Francesa demuestra su cobardía una vez más, demostrando una doble interpretación inmoral del derecho a la libertad de Prensa. A los españoles no puede sorprendernos, porque conocemos la perfidia del Frente Popular francés con relación al Frente Popular español durante la guerra, cuando se sometió al criterio del Reino Unido para abandonar a los republicanos frente a la agresión nazifascista.

Por un lado, la injusta Justicia francesa permite al semanario parisiense Charlie Hebdo publicar el 19 de setiembre unas caricaturas groseras del profeta Mahoma, que han ofendido a cuantos siguen su enseñanza religiosa. Alega el Gobierno presuntamente socialista, presidido por François Hollande, que la República defiende y protege la libertad de opinión en todas sus manifestaciones.

Lo único que ha ordenado el Gobierno ha sido proteger embajadas y liceos en los países musulmanes, como medida precautoria para prevenir posibles agresiones de los fieles airados contra ese insulto a su profeta. Es magnífico que una nación proteja las libertades de opinión de todos sus súbditos. Lástima que no lo haga la República Francesa.

 

Las tetas en cuestión

 

Porque el Tribunal de Justicia de Nanterre condenó el 18 de setiembre a la también revista francesa Closer a no volver a publicar las fotografías de Kate Middleton, duquesa de Cambridge, esposa del príncipe William, nieto de su graciosa majestad Elizabeth II, soberana del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, reproducidas en su edición del día 13. En cinco páginas aparecieron 20 fotografías en las que la duquesa lucía sus tetas al aire, que, por cierto, son muy ramplonas y feas.

Además condenó a la revista a entregar a la casa real británica todas las fotografías de la duquesa en cualquier formato en un plazo máximo de 24 horas, bajo amenaza de suculentas multas, y a no cedérselas a ningún otro medio de comunicación. Por otra parte, un representante legal de los duques de Cambridge ha interpuesto una denuncia contra Closer, por intromisión en su vida privada e insultos a su honor, que sigue su curso, y ya veremos cómo acaba, aunque todo hace suponer que muy mal para la revista, porque deberá pagar una indemnización a la duquesa. Un sobresueldo que le vendrá muy bien a la pobre mujer. Quién sabe si no utilizaba la parte superior del biquini para ahorrar.

Aunque Kate no se distingue por su sentido del ahorro. Según publicó la revista Hollywood Cite el 14 de agosto pasado, tomando los datos del diario británico Daily Mail, que es un periódico serio sin ningún afán sensacionalista, la duquesa Kate gasta al año en maquillaje 22.000 libras esterlinas, unos 28.000 euros al otro lado del canal. Los obtiene del presupuesto pagado a la casa real británica por sus vasallos. Según estadísticas muy fiables de la FAO, hay ahora en el mundo ochocientos millones de hambrientos, y cada tres segundos se produce una muerte por hambre. Si la corte británica derrochase menos, podría ayudarles a sobrevivir.

¿Y a cambio de qué reciben los duques de Cambridge unos sueldos espléndidos del erario público? Las únicas noticias relacionadas con ellos se refieren a su participación en fiestas y jolgorios, en los que lucen elegantes trajes carísimos, cuando no muestran sus encantos sin ningún ropaje. De otros trabajos nunca se comenta nada.

Eso es lo mismo que hace la abuelita reina, aunque ella es muy recatada en el vestir, y se cubre con unos horrendos sombreros que le ocultan la cara. Todo el trabajo de la abuelita consiste en leer el discurso que le redacta el escriba del Gobierno de turno en la apertura del Parlamento. El trabajo conocido de su hijo y presunto sucesor, el príncipe de Gales, se limita a hacer de compresa higiénica de su actual esposa. El del príncipe William parece ser recorrer el mundo en representación de su abuelita. Y el de su hermano Harry, apodado por The Sun Harry el Sucio, como el personaje interpretado por Clint Eastwood en 1971, en tomar parte en orgías tal como su difunta y golfa madre lo parió.

 

Revoluciones cuestionadas

 

Allá los vasallos británicos si quieren mantener a esa pandilla de golfos inútiles, para que sirvan de befa a los ciudadanos de todo el mundo. Es incomprensible, al recordar que el Reino Unido hizo una revolución y cortó la cabeza a su rey Carlos I en 1649, es decir, 140 años antes de la Revolución Francesa. Allá ellos, si dilapidan el dinero en sostener una dinastía corrupta y escandalosa.

Lo que debemos criticar es la doble actitud inmoral de la actual República Francesa, heredera de la Revolución de 1789, al considerar el concepto de libertad de Prensa de un modo disyuntivo. Ofrece dos interpretaciones opuestas de lo que entiende por libertad. Se tolera que una revista satirice al fundador de una de las tres religiones monoteístas, que además es la que cuenta con mayor número de seguidores en el mundo, unos 1.500 millones de fieles. En cambio, se condena a otra revista por publicar fotografías de una duquesa británica con las tetas al aire. Por lo tanto, para la República Francesa es más exigible proteger el honor de la duquesa británica, que lo tiene centrado en su tetamen, que defender el respeto a un profeta religioso reverenciado por creyentes en todo el mundo.

Se diría que la República Francesa está dominada por el complejo de Waterloo todavía, cuando el general británico Wellington derrotó definitivamente al emperador Napoleón en 1815. De esa batalla van a cumplirse doscientos años, pero la República Francesa no ha superado la derrota, y continúa acomplejada todavía ante el Reino Unido. Por ese motivo perjudicó a los republicanos españoles, al requisar el armamento enviado desde la Unión Soviética a su territorio en ayuda al Gobierno leal, y al negarse a devolver el oro depositado en 1931 en su Banco Nacional, para entregárselo a los rebeldes. Una República puesta al servicio de una monarquía decadente es una vergüenza.