La conquista del cuerpo en la II República Imprimir
Nuestra Memoria - Cultura de la Memoria
Escrito por David Felipe Arranz   
Viernes, 04 de Mayo de 2012 04:39

La conquista del cuerpo

“El erotismo es un modo de conocimiento, de conocimiento de nuestro propio cuerpo y del cuerpo del otro”, afirma el periodista y escritor Isabelo Herreros en el arranque de la introducción de La conquista del cuerpo, exclusivo ensayo que acaba de editar Planeta en su colección España Escrita, dirigida por Rafael Borràs, consagrada a la historia política, social, económica y cultural de la España del siglo XX.

 

Este viaje a la cultura de la II República española —a sus artes, letras, cine, arquitectura y espectáculos— que propone el texto escrito por Herreros descubre al lector una España moderna, rica y dispuesta a reconocer en las humanidades y el deporte y en el lenguaje de las sensaciones y de la naturaleza el anclaje de un proyecto moral que fue frustrado por el levantamiento de Franco contra el Gobierno legítimo y la Guerra Civil.

En la sociedad republicana el sujeto accede a una educación sexual libre, especialmente de la mano de la Institución Libre de Enseñanza y las diferentes asociaciones educativas existentes, y Herreros levanta La conquista del cuerpo precisamente contra la pérdida de esa memoria de excelencia… Demasiados años avergonzándonos de nuestra anatomía y sexualidad, reducidas a la función reproductora por el régimen franquista, han arrumbado los avances alcanzados por la sociedad española hasta julio de 1936, lo que el autor de El cocinero de Azaña ha llamado la “ilusión republicana”. El bien traído calificativo de reminiscencias utópicas golpea la conciencia crítica: la tiranía del neocapitalismo y el dictado de los mercados bajo la apariencia de la democracia han dejado atrás el sueño de un proyecto constitucional que proclamaba a España como “una república de trabajadores de toda clase”, con una sola cámara y regida la clase política por una sana movilidad de todos los cargos públicos, incluido el Jefe del Estado.

Igual que Roland Barthes se preguntó por qué Japón y se respondió en forma de libro, El imperio de los signos, que porque era el país de la escritura, la II República ha puesto a Herreros en situación de escribir para hacer una lectura de los tesoros culturales de aquella España soñada de Américo Castro. Esta cartografía va desde las primeras influencias francesas, la negritud y el cine, hasta los barrios chinos, los lupanares y las mancebías de copla de la Barcelona canalla y transformista de Flor de Otoño y la Asturianita. Entre medias, el curioso lector podrá encontrar abundante información sobre la eugenesia, la vida y pasión de Hildegart Rodríguez, las sociedades nudistas y naturistas, el voto de las mujeres, la despenalización de la homosexualidad, el debate abolicionista, las colecciones de novelas y revistas, las varietés y los cabarés, los escritores de novela erótica y el desnudo en la prensa diaria y semanal, el canon de belleza femenina o la ecuación desnudo y deporte.

Antes de que una España le fuera tan hostil como extraña a otra España, el hilo de Ariadna hizo posible que los Teseo de nuestra clase dirigente no se extraviaran en el laberinto, aventurados en busca del Minotauro del conocimiento. Novelistas de éxito como Emilio Carrere, Antonio de Hoyos y Vinent, Álvaro Retama, Carmen de Burgos y José María Carretero —conocido en el siglo como el Caballero Audaz— escribían en las colecciones de novelas, cuentos y ensayos por un emolumento nada desdeñable, habida cuenta de la demanda, amén del disfrute de las formidables ilustraciones de José Zamora, escenografista y figurinista de “trazo fino”. Las cancionistas descocadas del music-hall del barrio Chino barcelonés, cupletistas picantes, danzarines afeminados y bellezas famosas que descubrían sus espléndidos senos en “la apoteosis final” constituían un espectáculo en vivo atrevido, caprichoso y vanguardista. La lucha grecorromana femenina, las reinas de las playas, las mises “espalda bonita” o “pantorrillas” configuraban un atractivo paisanaje, tal y como avala el formidable apoyo gráfico del volumen que el autor ha reunido tras años de investigación y hallazgos de estas joyas.

Isabelo Herreros es, además de un buen amigo, un sabio templado, concienzudo forjador de letras e investigador de los derechos humanos que, con la idea de amalgamar y, a la postre, recrear aquel tiempo liberal, nos regala un deleitoso entretenimiento que es, a la par, aprendizaje y que no dudamos en calificar de imprescindible para todo aquel que ame la cultura y desee asomarse de cuando en cuando al balcón de quienes una vez creyeron en las libertades sociales, educativas y artísticas, y esgrimieron ese credo como estandarte de su ideario. Los proyectos más avanzados de hoy en ese sentido —al margen de las redes sociales—… parecen fuegos de artificio.

-------------

Fuente: El imparcial