El exilio tiene memoria
El Sinaia,
el
barco de la tristeza
R. Pérez Barredo
diariodeburgos.es
En el verano de hace 70 años, el Sinaia llegaba
al puerto mexicano de Veracruz • A bordo del
primer buque que oficialmente trasladó a
refugiados españoles iban tres burgaleses:
Eduardo de Ontañón, Moisés Barrio y su mujer,
Dionisia Moreno
Dicen que al atravesar el Estrecho de
Gibraltar se les apareció ante los ojos
el perfil de la costa española, y que
quienes se apostaban en la cubierta no
pudieron evitar ni las lágrimas ni
alguna que otra blasfemia entre dientes.
El buque Sinaia alcanzó aguas atlánticas
dejando tras de sí una larga estela de
tristeza y melancolía que ya no se
borraría nunca. La embarcación había
partido de los muelles de Sète, en el
sur de Francia, con rumbo al exilio. El
destino era México. El país gobernado
por Lázaro Cárdenas fue el primero en
abrir generosamente los brazos a la
marea de refugiados españoles que,
huyendo del horror de la guerra, se
hacinaban humillados y a la intemperie
en los campos de concentración
franceses. El paquebote con nombre de
una aristocrática ciudad rumana fue el
primero de los cientos que, durante
meses, realizaron desde diversos puertos
de Europa la misma travesía
desconsolada. |
Una pasajera a bordo del buque insignia
del exilio. Dionisia Moreno está cerca
de cumplir 99 años. Es la viuda de
Moisés Barrio Duque, el diputado de
Izquierda
Republicana por Burgos. |
Sin
saberlo, el Sinaia se convirtió en el buque
insignia del exilio, toda vez que a los 1.600
españoles (307 familias compuestas por 953
varones, 393 mujeres y el resto niños menores de
15 años) que llegaron al puerto azteca de
Veracruz hace ahora 70 años les siguieron varios
miles más, atraídos por la generosa y
esperanzadora oferta de Lázaro Cárdenas de que
hallarían en esa tierra hermana un futuro que el
fascismo les había arrebatado en la propia. La
política de asilo de México fue la única mano
tendida que recibió el gobierno republicano. En
la embarcación había mujeres, hombres y niños de
todo tipo y condición, si bien destacaba el alto
número de intelectuales que consiguieron un
pasaje. Eligio de Mateo, sobrino de Manuel Azaña,
recordaría años después que aunque había obreros
cualificados y campesinos, resultaba llamativo
el alto número de «cerebros». Así, había
catedráticos de universidad e instituto,
escritores, poetas, artistas, algún que otro
político de segunda fila...
A este nutrido grupo pertenecían los tres
pasajeros burgaleses que consiguieron embarcar
en el Sinaia. Eran Eduardo de Ontañón, escritor,
periodista y agitador cultural en el Burgos de
los años 30, y el diputado nacional por esta
provincia de Izquierda Republicana Moisés Barrio
que viajaba junto a su esposa, Dionisia Moreno.
La travesía duró 19 días. El Sinaia había sido
construido en 1924 en astilleros ingleses y
había cubierto numerosas rutas por todo el
mundo, como la Marsella-Nueva York, o llevando
grupos de peregrinos a La Meca o de soldados a
las colonias africanas. Aunque hubo serios
problemas de hacinamiento, el triste viaje de
los refugiados españoles fue sosegado e incluso
ameno gracias al espíritu de camaradería que
reinó a bordo. A todos les unía la desgracia de
abandonar su país, quizás para siempre, e
hicieron de la necesidad virtud para, entre
todos, amortiguar la sensación de dolor y
tristeza por el terrible desgarro sentimental.
Como recordaría Eligio de Mateo, «en el Sinaia
no hubo antagonismo ni fricciones, sino una gran
fraternidad que continuaría luego en el exilio.
Éramos como una gran corporación perfectamente
unida, en la cual los éxitos de uno eran
celebrados por todos y los padecimientos,
acompañados por todos». En aquel primer viaje,
organizado por el Servicio de Evacuación de
Refugiados Españoles (SERE) en colaboración con
Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados
Españoles (CTARE), que a bordo estuvo
representado por la mexicana Susana Gamboa, se
vivieron un sinfín de acontecimientos que se
vivieron a flor de piel, incluidos defunciones y
nacimientos. Al menos una mujer dio a luz a una
niña, a la que bautizaron con el nombre de
Susana Sinaia Caparrós.
Una gran actividad
El Sinaia se convirtió en una comunidad viva,
que desarrolló numerosas y sorprendentes
actuaciones durante el tiempo que duró el viaje.
Por ejemplo, los intelectuales (periodistas,
escritores y artistas) confeccionaron gracias a
un mimeógrafo un periódico diario que daba
cuenta de noticias captadas por radio y de
cuantos sucedidos se producían a bordo, así como
un capítulo dedicado a explicar las políticas
del presidente Cárdenas. Dirigido por Juan
Rejano y con la colaboración de Ramón Iglesia,
Manuel Andújar, Juan Varea, José Bardasano, el
gran poeta Pedro Garfias o Eduardo de Ontañón,
entre otros, el Sinaia, diario de la primera
expedición de españoles republicanos a México se
convirtió en una útil y entretenida herramienta
de información.
Pero hubo más: todos los días había reuniones y
se celebraban conferencias sobre temas generales
de historia, geografía, sociedad, economía y
política de México. El burgalés Ontañón, que
viajó acompañado de su mujer, la también
escritora Magdalena Martínez Carreño, ofreció
una titulada Vida artística y literaria de
México. Para contrarrestar cualquier rapto de
amargura, ni siquiera faltó la música. La Banda
Madrid, en realidad la antigua banda del 5º
Regimiento, dirigida por el maestro Oropesa,
amenizó cada jornada con música española:
pasodobles, zarzuelas, emotivas piezas
regionales hicieron más llevadera la travesía.
La llegada
El Sinaia hizo únicamente dos escalas, aunque a
los pasajeros no se les permitió pisar tierra.
La primera fue en la isla de Madeira y la
última, antes de llegar a su destino, en Puerto
Rico, donde otros exiliados españoles,
advertidos de la escala, hicieron llegar a bordo
dinero y comida. Fue un día luminoso el 13 de
junio de 1939, y aunque la tristeza había
viajado en el corazón de cada refugiado español,
el recibimiento que los veracruzanos dispensaron
a aquella marea de hombres, mujeres y niños
sería inolvidable. Miles de personas les
esperaban en los muelles, las mujeres con faldas
azules y camisas blancas y rojas; los hombres
estrictamente vestidos de blanco tropical. Todos
portaban pancartas de bienvenida, de ánimo y
esperanza.
Ignacio García Téllez, ministro de Gobernación,
consoló la pena española con un discurso
hermoso. No os recibimos como náufragos de la
persecución dictatorial a quienes
misericordiosamente se arroja una tabla de
salvación, sino como a defensores aguerridos de
la democracia republicana y de la soberanía
territorial, que lucharon contra la maquinaria
opresora al servicio de la conspiración
totalitaria universal. El Gobierno y pueblo de
México os reciben como a exponentes de la causa
imperecedera de las libertades del hombre.
Vuestras madres, esposas e hijos, encontrarán en
nuestro suelo un regazo cariñoso y hospitalario.
Realmente fue así: México se convirtió en el
país que mejor acogió a los españoles que
huyeron de la represión y la muerte tras la
Guerra Civil. Entre aquel año de 1939 y 1942,
cerca de 30.000 lo hicieron. De éstos, la
mayoría desarrolló una actividad intelectual y
laboral intensa e importantísima que sirvió para
enriquecer y contribuir notablemente al
desarrollo del país azteca. Eduardo de Ontañón
fundó la editorial Xochitl, donde publicó
biografías de insignes personajes mexicanos, y
colaboró en numerosos periódicos, como El
Nacional. El periodista burgalés regresó a
España en 1948 y falleció en Madrid un año
después. Moisés Barrio, que era ingeniero de
caminos, canales y puertos y hablaba varios
idiomas, participó en la construcción de
infraestructuras trabajó como profesor de la
Universidad Politécnica de la capital mexicana.
Ya muy enfermo, regresó a España en 1975,
expirando casi a la vez que el dictador que le
había precipitado durante cuatro décadas a un
largo y terrible exilio. Ellos al menos
regresaron para morir. Otros no lo hicieron
nunca. (A Fernando Ortega Barriuso).
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*Fuentes: Palabras del exilio. Concepción
Ruiz-Funes Montesinos y Enriqueta Tuñón.
Biblioteca Miguel de Cervantes. El Sinaia, buque
insignia del exilio. Asunción Doménech. La
aventura de la Historia.