Queremos
en este número cero de Criterios Republicanos, recordar a Pablo Neruda. Pablo,
hermano de los que lucharon por su libertad, Pablo amante de la España áspera
y tierna como la mano de un campesino. Pablo que cantaste desde lo más profundo
de tu corazón tu sentimiento solidario, hacia un pueblo que desesperado y
valiente, se alineó frente a traidoras balas asesinas de cuerpos e ilusiones.
De tus poemas “
España
en el corazón”, hemos querido traer dos poemas representativos del sentir de
Pablo Neruda: España pobre por culpa de los ricos” y El general Franco en los
infiernos”. En ambos poemas el poeta vierte su rabia ante la traición, su
horror ante la destrucción de un pueblo y de sus ideales, y su odio ante
aquellos que una vez mas hollaron con sus botas las flores de libertad que con
amor cuidaron nuestras gentes. Es interesante observar la premonición de Neruda
ante el sufrimiento del general Franco en su horrorosa muerte. Pareciera que el
general traidor y criminal hubiera marcado su destino nacido de sus propias
acciones.
España
pobre por culpa de los
ricos
Malditos los que un día
no miraron, malditos ciegos malditos,
los que no adelantaron a la solemne patria
el pan sino las lagrimas, malditos
uniformes manchados y sotanas
de agrios, hediondos perros de cueva y sepultura.
La pobreza era por España
Como caballos llenos de humo,
como piedras caídas del manantial de la desventura,
tierras cereales sin abrir,
bodegas secretas de azul y estaño,
ovarios, puertas, arcos cerrados, profundidades
que querían parir, todo estaba guardado
por triangulares guardias con escopeta,
por curas de color de triste rata,
por lacayos del rey de inmenso culo.
España dura, país manzanar y pino,
te prohibían tus vagos señores:
A no sembrar, a no parir las minas,
a no montar las vacas,
al ensimismamiento de las tumbas,
a visitar cada año el monumento de Cristóbal el marinero,
a relinchar discursos con macacos venidos de América,
iguales en ‘posición social” y podredumbre.
No levantéis escuelas,
no hagáis crujir la cáscara terrestre con arados,
no llenéis los graneros de abundancia trigal:
rezad, bestias, rezad,
que un dios de culo inmenso como el culo del rey os espera:
“Allí tomaréis sopa, hermanos míos”.
Desventurado, ni el fuego ni el vinagre
caliente
en
un nido de brujas volcánicas, ni el hielo devorante,
ni
la tortuga pútrida que ladrando y llorando con voz
de
mujer muerta te escarbe la barriga
buscando
una sortija nupcial y un juguete de niño
degollado,
serán
para ti nada sino una puerta oscura
arrasada.
En
efecto:
De
infierno a infierno, que hay? En el aullido
de
tus legiones, en la santa leche
de
las madres de España, en la leche y los senos
pisoteados
por
los caminos, hay una aldea más, un silencio más,
una
puerta rota
Aquí
estás. Triste párpado, estiércol
de
siniestras gallinas de sepulcro, pesado esputo,
cifra
de traición que la sangre no borra. Quien, quien eres,
oh
miserable hoja de sal, oh perro de la tierra,
oh
mal nacida palidez de sombra.
Retrocede la llama sin ceniza,
la
sed salina del infierno, los círculos
del
dolor palidecen.
Maldito, que sólo lo humano
te
persiga, que dentro del absoluto fuego de las cosas,
no
te consumas, que no pierdas
en la escala del tiempo, y que no te taladre el vidrio
ardiendo ni la feroz espuma.
Solo, solo, para las lágrimas
todas
reunidas, para una eternidad de manos muertas
y
ojos podridos, solo en una cueva
de
tu infierno, comiendo silenciosa pus y sangre
por
una eternidad maldita y sola.
No
mereces dormir
aunque
sea clavados de alfileres los ojos: debes estar despierto,
general,
despierto eternamente
entre
la podredumbre de las recién paridas,
ametralladas
en Otoño. Todas, todos los tristes niños
descuartizados,
tiesos,
están colgados, esperando en tu infierno
ese
día de fiesta fría: tu llegada.
Niños
negros por la explosión,
trozos
rojos de seso, corredores
de
dulces intestinos, te esperan todos, todos, en la misma actitud