En abril se
cumplen 75 años de la proclamación de la II República y, en julio, 70
desde el inicio de la Guerra
Civil. Este debe ser un año en que el
recuerdo sirva para reparar la injusticia del olvido de nuestro pasado.
A los treinta años de la muerte del dictador, la democracia española
está en la obligación de avanzar en la reconciliación que
obligatoriamente conlleva el agradecimiento y reconocimiento de los
hechos y sobre todo de las personas que fueron derrotados primero y
perseguidos después, por defender la democracia. El olvido de estos
gestos y estas gestas sigue siendo la continuación de su derrota. Por
eso, y porque seguro que habrá celebraciones y numerosos actos, es un
buen momento para recuperar el tiempo perdido y dar pasos para restaurar
la memoria y solucionar numerosas injusticias pendientes.
Una de las
primeras medidas de este Gobierno fue la creación de una Comisión
Interdepartamental para el estudio de la situación de las víctimas de
la Guerra Civil y el franquismo. Tanto la recopilación de información
como el avance de los trabajos, excepto algunas actuaciones como las
realizadas para dignificar la situación de los llamados "niños de
la guerra" se han retrasado, en parte por la propia dificultad de
la tarea y, porqué no decirlo, por la agitación política que su sola
constitución supuso. Estoy seguro que este año veremos avances que nos
alegrarán, no por satisfacción nostálgica, sino por justicia democrática.
LA IZQUIERDA ha
sido muy prudente en el tratamiento de estos temas. La fragilidad de
nuestra democracia en la transición y la búsqueda de entendimiento por
encima de convulsiones históricas ha primado el qué hacer en esta
materia de los gobiernos socialistas anteriores. Tanto es así que los
nacionalistas monopolizan en gran parte esta memoria que usan para dar a
sus reivindicaciones patente de democracia y libertad que con algunas
actuaciones o declaraciones se podrían cuestionar.
Tanto la
consolidación de nuestras instituciones como el deseo expreso de este
gobierno dan garantías de que vamos a ir avanzando en recuperar esta
parte de nuestra historia, desconocida por gran parte de nuestros jóvenes.
La permanente reivindicación de afectados, familiares y asociaciones,
así como el cada vez mayor compromiso de historiadores e
investigadores, es una garantía de que así va a ser.
Pero dar pasos en
este sentido no será fácil. ¿Quién podía imaginarse la tremenda polémica
suscitada por la devolución del patrimonio histórico, incautado en la
guerra a los sindicatos, o por el traslado de los papeles robados al
finalizar la misma del archivo de Salamanca a sus dueños ó
instituciones? Cualquier actuación que se haga en parecido sentido
tendrá un coste social por la posición de la derecha política anclada
en el numantismo ideológico. Sin embargo, la deuda que tenemos
pendiente debería anteponerse a estas dificultades, porque condenar al
olvido nuestro pasado sería una enorme injusticia.
Hay muchas formas
de recuperar la memoria. En esta ciudad todavía tenemos 44 calles cuyas
denominaciones hacen referencia al pasado régimen franquista y las
tenemos de todo tipo. Aquellas dedicadas a militares y civiles que
prepararon en Zaragoza la sublevación de 1936, las de militares
franquistas destacados durante la Guerra Civil, las de acciones
militares y batallas de esa época o las de personajes ilustres del
franquismo y de hechos de relevancia antidemocrática.
LA SUPRESIÓN de
esta toponimia preconstitucional y contraria a los valores de respeto y
convivencia en libertad, sería un paso importante y una muestra del
deber moral e higiene democrática que la Zaragoza de la Expo 2008 se
merece.
Hace un año que
la Fundación Bernardo Aladrén hizo esta petición al Ayuntamiento.
Estoy seguro de que la falta de respuestas no significa rechazo, sino un
olvido que los aniversarios antes mencionadas pueden despertar. Seguimos
deseando que de la misma forma que los barrios nuevos tendrán un
delicioso callejero con los nombres de las más prestigiosas películas
de la cinematografía, recuerden también la memoria de los demócratas
que soñaron, se esforzaron y, en muchos casos, murieron por defender
los ideales de una sociedad libre, tolerante y justa. Somos muchos a los
que nos gustaría que en Valdespartera, lugar de infausto recuerdo de la
represión fascista, la nueva toponimia recuerde en alguno de sus
principales trazados a todos los que merecen un justo reconocimiento.
Porque como decía Plinio el Joven "es una noble misión
rescatar del olvido a quienes merecen ser recordados".
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* Portavoz
socialista en el Congreso de los Diputados. Presidente de la Fundación
Bernardo Aladrén
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