Palestina: Cayó el telón y calló el mundo
Daniel Kupervaser
Ojalá
me equivoque.
Obama
finalmente abandonó la fantochada de "dos Estados para
dos pueblos" como fórmula de resolución del prolongado
conflicto palestino-israelí. Ahora optó por dejar a
Netanyahu que haga lo que quiera, cuando quiera.
Cuando cae el
telón
y las luces se
apagan
empieza la
eterna noche
que es su vida
termina la
pantomima
enfrenta los
demonios
sus recuerdos
y dolores
que queman y
matan
(“Cuando cae
el telón”, Giuliana Fiorella Bio)
La anhelada y ansiada función “Dos Estados para dos
pueblos” arribó muy rápidamente a su último acto y en un
desenlace previsto por muy pocos cayó el telón. Su
guionista, director y productor, el presidente Obama,
reconoció públicamente su fracaso y la sacó de
cartelera. A semejanza del cuento de hadas de Hans
Christian Andersen “El traje nuevo del emperador”,
Netanyahu no solo desnudó a Obama, sino que
vergonzosamente lo puso de rodillas frente al mundo
hasta que se escucharon los gritos de unos pocos: “el
emperador va desnudo”.
En una reciente entrevista a la revista “Time”, Obama
reconoció tristemente: “Nuestras expectativas sobre
israelíes y palestinos fueron exageradas. Si hubiésemos
evaluado con más precisión las dificultades políticas
que enfrentan las dos partes del conflicto, no hubiese
colocado tan alto las expectativas norteamericanas
respecto de los líderes israelíes y palestinos.
Desperdiciamos meses presionando sobre Israel para que
modifique su política respecto de los asentamientos en
Cisjordania, pero cuando finalmente aceptaron modificar
en algo su actitud en la cuestión de los asentamientos,
les cuesta asumir resoluciones valientes y efectivas en
el tema”. Para no ofender a su patrón Netanyahu, en una
charla frente a estudiantes en Florida agregó
sorprendentemente que la culpa no es del primer ministro
israelí, sino de su coalición que no le permite hacer
concesiones.
Con estas palabras, que produjeron una gran sensación de
alivio en Israel, se puede dar por sepultada
definitivamente toda posibilidad de negociar la
partición de Cisjordania entre palestinos e israelíes.
El léxico político del tema debe cambiar la acepción
“territorios ocupados” por “territorios anexados”, que
pertenecen oficialmente a Israel, en donde convive la
población judía conquistadora junto con la población
palestina local, que por motivos de seguridad carece de
derechos civiles básicos, está controlada
permanentemente a punta de lanza y ametralladora y
expuesta a su inminente destierro en cualquier momento.
Ante un fenómeno de tanta magnitud histórica, llama la
atención el prolongado silencio y pasividad que
manifiestan destacados sectores que en momentos del
famoso discurso de Obama en la Universidad de El Cairo,
tan solo hace meses, elevaron las expectativas positivas
a nivel del cielo.
Callan los geógrafos del mundo que no se dedican a
actualizar los mapas de la región trasladando el límite
oriental de Israel a lo largo del río Jordán. Estos
profesionales también pecan por no informar que la
población de Israel es ahora, no de 7,5 millones como
informa Israel, sino de casi 10 millones de habitantes,
de los cuales el 40% son árabes palestinos, parte de
ellos con ciudadanía pero siendo seriamente
discriminados, la otra parte sin ciudadanía ninguna,
totalmente indefensos y bajo control militar del
ejército de Israel.
Callan los sociólogos y politólogos que no analizan y
explican al mundo el significado del ambiguo sistema
institucional que impone el Estado de Israel cuando se
autodefine como Estado judío. Estos profesionales tienen
temor de mostrar que los valores del judaísmo son
capaces de justificar un régimen por el cual, bajo el
argumento de la defensa, parte de la población es
subyugada sin derechos con el caño de un fusil en tanto
parte de su población, mayormente judía, disfruta de una
moderna democracia occidental.
Calla el partido Avodá (Laborismo), la histórica y más
significativa representación de los sectores pacifistas
de Israel. Sus dignos representantes vendieron su cuerpo
por el insignificante precio de sillones ministeriales
para satisfacer las ilimitadas necesidades de conquista
territorial del Likud en un acto de dudoso contenido
moral para cualquier sociedad.
Callan las organizaciones judías de las distintas
diásporas en el mundo. Por años les inculcaron que la
defensa de Israel no admite ningún tipo de crítica y que
la escala de valores para juzgar la conducta de Israel y
su ejército, por ser judíos, necesariamente debe ser
distinta y más permisiva que en otras sociedades de
derecho.
Callan los líderes de la mayoría de los países del
mundo. No por error sino por cautela. Ellos saben muy
bien que no están en presencia de un débil y pequeño
país con una población exhausta por arrastrar
sufrimiento de siglos. Toda persona que entiende lo que
es estrategia ve muy bien delante de sus ojos una
potencia militar mundial en gestación con capacidad de
represalias dolorosas, ya sea directamente o por medio
del poderoso lobby judío norteamericano AIPAC. Si el
presidente norteamericano no pudo, ¿qué se puede pensar
de cualquier otro país?
El humanitario y admirable operativo de ayuda a las
víctimas del último terremoto en Haití puso de
manifiesto no solo la predisposición solidaria de
ofrecer ayuda inmediata a los necesitados. Todo líder
astuto comprendió muy bien el mensaje que en el
trasfondo se quiso trasmitir: Israel es capaz de enviar
a su ejército en el término de pocas horas a cualquier
lugar del mundo, no solo con médicos, sala de
operaciones y vendas, sino también puede ser soldados
con armamento muy sofisticado.
El gran Israel ya está en camino. Las topadoras están
calentando motores. En el horizonte no se ve quién nos
pueda parar.
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Daniel
Kupervaser es el editor del blog
Ojalá me equivoque.
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