Un republicano con memoria
pero, sobre todo,
un republicano de hoy y
mañana
José Antonio Barroso
Intervención de
José Antonio Barroso en la
Clausura de las VII Jornadas Republicanas.
Sevilla 21 y 22 de
Noviembre de 2008
Soy
republicano y, ¿Por qué lo
soy?
Soy
republicano, es mi opción
cívica para la convivencia,
es una posición ética que
tiene traslación política,
yen este tiempo de la
historia que me ha
correspondido vivir en mi
país es, por lo tanto una
reivindicación.
Verdaderamente vivimos en el
mundo al revés o, como
también diría Galeano, al
otro lado del espejo, cuando
hay que justificar el hecho
de ser republicano y no el
de ser monárquico.
Vivimos en el siglo XXI,
hace más de 200 años, y como
síntesis del pensamiento
ilustrado, tuvo lugar la
revolución francesa que
consagró los principios de
libertad, igualdad y
fraternidad, la
materialización posible del
contrato social y forjó lo
que serían los cimientos de
la convivencia en
democracia. Desde entonces y
hasta ahora, las sociedades
han ido avanzando, con
altibajos y retrocesos pero
con una clara tendencia a
sacudirse los rescoldos,
recuerdos y símbolos del
antiguo régimen, sus
injusticias y sus
desigualdades.
Quien se declare monárquico
es quien debería dar
explicaciones, si es que
encuentra razones coherentes
para serio, si es que
alguien encuentra razones
para sostener tal
extravagancia.
Creo en la igualdad esencial
del ser humano.
Este
año se cumplen los sesenta
de la Declaración Universal
de Derechos Humanos, que en
su capítulo preliminar dice:
Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en
dignidad y derechos y,
dotados como están de razón
y de conciencia, deben
comportarse fraternalmente
los unos con los otros.
Pues
bien, la monarquía
contradice el título
preliminar de la Declaración
Universal de derechos
Humanos al considerar que
hay una persona con derechos
de nacimiento que está por
encima de los demás. Ofende
a la inteligencia y ofende a
la dignidad del común
aceptar, ni siquiera a modo
de símbolo, que una persona
de nuestro país "hereda" una
dignidad que le sitúa por
encima de los demás. Y, si
esto es así, para mayor
abundamiento lo es cuando
esa "herencia", ya perdida
por el nefasto papel
histórico de sus
predecesores, le es renovada
y asignada por el dictador
Francisco Franco, con la
misma firma con la que
condenaba a muerte y a
prisión a quienes luchaban
por la libertad.
Monárquicos de esencia y de conveniencia.
Cunde por
los pagos de los medios de
comunicación una nueva especie
de monárquicos, la de los
Juancarlistas. Son aquellos que
argumentan que son monárquicos a
partir del ejemplar
comportamiento del actual jefe
del estado, monárquicos de un
solo rey.
En esta
tipología, muy abonada por el
aparato publicitario, al
anacronismo histórico hay que
añadirle la mentira flagrante o
el olvido culpable pero, sobre
todo, la hipocresía oportunista
de quienes, como no se atreven a
desafiar los argumentos de la
razón y de la historia, esconden
sus carencias debajo de la
alfombra de la oportunidad
política, que lo mismo sirve
para un roto que para un
descosido.
Quienes
comportan su discurso en esta
línea añaden mentira sobre
mentira, se suben con ella a lo
alto de los informativos y las
tertulias, la exhiben como
verdad y quitan la escalera para
cualquier opinión, información o
dato que la ponga en cuestión.
Me
explico, no es verdad que el rey
fuese el mediador para la
democracia, la verdad es que fue
una herencia del dictador, una
imposición post mortem, una
condición bajo la amenaza de
desatar a los poderes fácticos
contra el proceso democrático si
no se aceptaba la figura de Juan
Carlos como Jefe del Estado
vitalicio y hereditario. Estos
son los hechos por más que los
medios de comunicación quieran
cambiar la historia. En este
contexto "también" somos
republicanos porque no queremos
seguir siendo rehenes de la
dictadura.
Sigo
explicándome, no es cierto que
en momentos en que peligraba la
joven democracia formal
española, el rey estuviera a la
altura de las circunstancias.
Estuvo a la altura de sus
propias circunstancias e
intereses, se hizo esperar su
pronunciamiento contra el golpe
de estado del 23F Y sólo se
definió cuando sacó la cuenta de
su beneficio. Hay veces en que
los silencios espantan, el
silencio del rey durante largas
horas fue la medida de su valor
democrático.
En cuanto
a la "formalidad" y ejemplaridad
de las conductas de la familia
real, habrá que decir bien alto
que solo es posible aducirlas
cuando pueden ser conocidas,
divulgadas, contrastadas,
valoradas y, en su caso,
enjuiciadas. Si no es así, si la
persona del reyes inviolable, si
la figura del reyes
irresponsable, entonces no nos
queda más remedio que decir que,
efectivamente y como mínimo, es
un irresponsable.
y digo
como mínimo porque son públicos,
publicados y notorios, los datos
sobre conductas y actitudes
confusas y reprobables que se
atribuyen al actual monarca y
que se mantienen en el limbo de
irresponsabilidad, oscurantismo
y mentiras construido al efecto.
Pero digo
más, aún cuando fuera el más
perfecto de los padres de
familia, aunque fuera un hombre
culto, un intelectual probado,
un vecino afectuoso, un hombre
de honradez probada, todo esto
sería insuficiente para
justificar a un rey, a un Jefe
del Estado, porque
afortunadamente hay cientos,
miles de personas en nuestro
país que reúnen efectivamente
tales virtudes y que, si desean
acceder a una responsabilidad de
gobierno, saben que habrán de
someterse a la voluntad popular
mediante las urnas, y que será
entonces, y solo entonces,
cuando se valore y, en su caso,
se le otorgue la facultad y la
responsabilidad pertinente.
No nos
cansaremos de proclamar la
evidencia de que las personas
que nos declaramos republicanas
no lo somos en función de las
circunstancias particulares que
rodean a un rey en concreto sino
en función de valores y
principios de igualdad esencial
entre los seres humanos y ante
la ley.
Monárquicos triviales, por la
monarquía rosa.
Al cúmulo
de justificaciones apócrifas
para sostener lo insostenible de
la monarquía, se le ha
incorporado un elemento que, no
por banal es menos efectivo; la
incorporación de la vida de las
infantas y los príncipes a la
prensa del corazón. La familia
real se convierte en un lujo que
nos podemos permitir, que nos
representa, con convierte en
hooligans de una competición
entre monarquías europeas en la
que se dilucida quien luce los
mejores diseños o tiene más
infantitos o principitos, la
boda más lujosa o los romances
más atrevidos.
Las
personas republicanas decimos
que no nos podemos permitir ese
lujo ni en la economía ni en la
política ni en la ética; no
queremos ser cómplices de tal
esperpento.
Ante
los que se rasgan las
vestiduras.
Viene a
cuento explicar que la monarquía
no solo vulnera el principio de
igualdad sino también el de
libertad. Y debo hacerlo porque
recientemente ha estado en los
medios de comunicación una
polémica absurda en tomo a mi
intervención en una actividad
republicana en Los Barrios.
Para
empezar, más allá del contenido
de mis declaraciones - las mías
o las de cualquier otra persona-
la polémica pasa inmediatamente
a cuestionar la libertad de
expresión. A cualquier demócrata
debería importarle más el
derecho a la libre expresión de
las ideas que al contenido de
las mismas por una razón muy
simple; Si las razones
expresadas no gustan pueden ser
contestadas, si no son ciertas
podrán ser rebatidas, si
constituyeran una afrenta sobre
el derecho al honor de una
persona, la tal persona podría
acudir a los tribunales en
demanda de que se esclareciese
la verdad. Pero he aquí que de
lo que se trata es que hay temas
de los que no se puede hablar,
no se puede hablar del rey, el
rey está por encima de la ley y
susactuaciones no pueden ser
valoradas en los tribunales.
En estas
circunstancias se podría
entender que el legislador tenía
aún menos confianza en las
conductas reales de la que yo
mismo pueda tener.
Un
elemento curioso de esta
sinrazón, la polémica sobre mis
declaraciones, es que mis
palabras fueron dichas en un
acto republicano que
inicialmente tenía un marco, si
se quiere, limitado en su
proyección pública. Quienes
recogieron las intervenciones
con aspavientos publicitarios
quizá 10 hicieran con la
intención de dar un escarmiento
a los "insurrectos"
republicanos, solo que al
hacerlo le dieron una proyección
que posiblemente no hubieran
tenido de no haber querido
escandalizarse públicamente. En
cualquier caso -ironías de la
vida- 10 que han sacado a la luz
son sus propias contradicciones,
las del sistema y la endeble
arquitectura ideológica en la
que se sustenta la monarquía.
Por 10 demás quiero insistir en
la idea central de que el ser
republicano no depende de las
características que revistan a
la persona de un determinado
monarca sino de 10 anacrónico y
deplorable de la institución
monárquica.
Es más,
las personas republicanas no les
deseamos ningún mal a las
personas que componen la familia
real en tanto que ciudadanos. No
solo no les deseamos ningún mal
sino que estamos dispuestos a
que compartan con nosotros los
avatares de una vida "normal" y
que respondan de sus actos ante
la ley como tendría que hacerlo
cualquier ciudadano.