Una
escuela universal, laica y coeducativa
Albina
FERNÁNDEZ
La
Nueva España 1
de Marzo de 2006
En el Aniversario de la proclamación de la II
República española. Un nuevo sistema político que, desde el punto de vista
educativo, heredó 30.000 escuelas de instrucción primaria que, en muchas
ocasiones, eran cuadras destartaladas dotadas de escaso o nulo material pedagógico,
maestros sin pagar y un 40 por ciento de analfabetos totales.
Una
de las principales medidas que abordó el Gobierno de Alcalá Zamora en el
llamado bienio progresista (1931-1933), con los ministros de Instrucción Pública
Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos, fue la reforma del sistema educativo
con el objetivo de combatir los altos índices de analfabetismo. Y lo hizo a
través de una escuela unificada, activa, laica, gratuita, bilingüe,
igualitaria y coeducativa, y una formación continua del profesorado.
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Este grupo de alumnos con su maestra, en una escuela republicana, es
una imagen que se puede ver en la exposición. |
En esta época, la educación estaba basada en las corrientes pedagógicas de la
«escuela nueva» que se extendía por Europa, la pedagogía libertaria de
Francisco Ferrer, y en la experiencia de la Institución Libre de Enseñanza, un
establecimiento educativo privado fundado en 1876 por varios catedráticos
expulsados de la Universidad por negarse a seguir los dogmas oficiales
religiosos, políticos o morales (entre ellos, Francisco Giner de los Ríos,
Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón) que trajo a España las teorías
pedagógicas y científicas más avanzadas y que tuvo como alumnos, entre otros,
a Severo Ochoa, Grande Covián, Dalí, Lorca, Luis Buñuel y Pepín Bello.
En esta época se pasó de 35.000 a 46.000 maestros y se incrementó el
presupuesto para construir nuevas escuelas de 8,5 a 600 millones de pesetas. En
Asturias fue Laviana, con 95 escuelas, el concejo más beneficiado por esta política,
seguido de Oviedo, con 79, y Cangas del Narcea, 67. En Gijón se construyeron
34.
Es la época de un nuevo modelo didáctico que huye de la educación libresca y
memorística; de las colonias escolares, una experiencia importada de Zúrich
que apostaba por una educación lúdica para compensar las carencias de la vida
cotidiana, y de las misiones pedagógicas que llevaba al medio rural unas
actividades culturales que eran un privilegio de la minoría cultivada de las
ciudades. Más tarde, en 1936, nacieron los institutos de obreros para formar a
los trabajadores.
Este programa educativo laico provocó la protesta de los sectores políticos y
sociales más conservadores y católicos, para quienes la educación religiosa
constituía la base de la educación moral. Su protesta se basaba en que una
escuela sin Dios no podía ser otra cosa que la escuela «de la inmoralidad, la
corrupción, la traición y el anarquismo».
La victoria del centro derecha en las elecciones de 1933 y la llegada al poder
de Leroux paralizó estas reformas, presionado, en gran parte, por la Iglesia
católica, que se resistía a perder el control que tenía sobre la educación.
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