Aquella Segunda
República
Rosa Regás *
El Periódico de
Aragón 8
de Enero de 2005
Los
fascistas reescribieron la historia para poder justificar su insurgencia como
inevitable.
Cada año recordamos aniversarios históricos, centenarios de autores y
artistas, fiestas religiosas que se hanapropiado del calendario o hazañas señaladas
que deseamos celebrar porque provocaron gozo y progreso en el país, o
recordar para no repetir, porque nos sumieron en el dolor, la miseria o
la vergüenza.
De todos ellos, la
Segunda República, cuyo 75° aniversario conmemoramos este año 2006
es, a mi modo de ver, el más ineludible, porque sobre ella, la República,
ha caído la tergiversación histórica con la falsificación de sus
aciertos y logros por parte de los actuales revisionistas, justos
herederos de los ejércitos y sus secuaces que la desbancaron del corazón
de los ciudadanos, de la usanza de las instituciones, del camino abierto
al progreso que se había iniciado en el año 1931.
Un aniversario,
pues, necesario para hacer justicia histórica y borrar del imaginario
de tantos ciudadanos aquella versión de los sediciosos destinada a
hundirla en el desprestigio más soez y justificar así el miserable
proceder de los golpistas.
De todos los
embustes, gazmo-
ñerías
y falsedades que nos impusieron en los 40 años de dictadura, tal vez el
peor sea el de haber reescrito con saña la historia más reciente, la de
la Segunda República Española, atribuyéndole desórdenes y caos que nunca
habrían sido posibles sin la directa intervención de las derechas que,
como siempre que pierden las elecciones, se sienten ultrajadas, mejor
dicho desvalijadas y saqueadas, como si de verdad España les
perteneciera como la finca que heredaron de sus mayores, gobernada con
mano dura durante tantísimos siglos de absolutismo y tiranía.
Fueron los
fascistas los que impusieron esta versión en escuelas, universidades,
instituciones y templos y, lo que es peor, en el corazón y la mente de
los ciudadanos amedrentados por el terror, como un nuevo dogma que había
de regir, junto a tantos otros, los destinos de la patria. Falsa versión
tanto más respetada por contar con la aprobación y el entusiasmo del
poder sobrenatural representado por obispos y cardenales, y garantizada
por la aquiescencia a cambio de poder de Pío XII, que bendijo
con vehemencia la brutal represión y la dictadura.
ASÍ, AÚN HOY,se
sigue defendiendo que el golpe de Estado fue inevitable para desactivar
una revolución roja que estaba calando en España. No hay un solo
historiador que de verdad lo sea --no me refiero, por supuesto, a los
revisionistas excomunistas tan en boga hoy-- que defienda tal tesis.
Todo lo contrario. El Gobierno republicano de 1936, el año del golpe de
Estado, definió su programa diciendo: "La República que conciben
los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos
sociales o econó- micos de clase, sino un régimen de libertad democrática,
impulsado por razones de interés público y progreso social".
Se justifica también
el golpe por los desórdenes y asesinatos cometidos por elementos no
oficiales enfurecidos ante la noticia de lo que los fascistas llamaron
el Alzamiento Nacional. Es cierto que durante la guerra hubo
venganzas personales y ajusticiamientos en la zona republicana, pero en
ningún caso pueden ser atribuidos al Gobierno de la República. Nos
guste o no, los asesinatos en la zona republicana los cometieron
incontrolados que actuaron por su cuenta, no el Gobierno de la República,
que bastante tenía con los frentes de guerra sobre todo cuando los países
democráticos de Europa y Estados Unidos abandonaron España a su
suerte; y en cambio, los asesinatos en la zona nacional y los cometidos
hasta 1950, ya en plena paz franquista, fueron perpetrados legalmente
por el nuevo Gobierno y siempre en nombre de Dios.
Pero lo más
significativo de la República, lo que se ha ocultado, es la política
que aplicó en cinco años sobre aspectos tan fundamentales como la
libertad, los derechos fundamentales, la cultura, la sanidad o la
educación, con tan asombrosos resultados que algunos de ellos no se han
vuelto a alcanzar ni siquiera hoy, 75 años después de proclamarse la
República.
Si pensamos cómo
era España entonces y la cultura que la Repú- blica logró desarrollar
en escuelas, cárceles, barrios y aldeas, y que continuó con igual
intensidad durante la guerra, nos emocionamos hasta las lágrimas.
Maestros, bibliotecarios, profesores, asistentes sociales, y tantos
otros, dieron lo mejor de sí mismos por una causa que jamás había
alumbrado el país, y que se extendió a todos los demás estamentos de
la ciudadanía. Fueron sólo cinco años, es cierto, pero fue el más
bello y colosal impulso modernizador y democratizador que había vivido
el país en toda su historia.
COMO DICEel Manifiesto
para conmemorar el aniversario de la República que está circulando
por el país: "Hoy, 75 años después, no queremos seguir
lamentando la triste brutalidad de aquel retroceso, sino celebrar la
emocionante calidad de los logros que le precedieron, y agradecer la
ambición, el coraje, el talento y la entrega de una generación de españoles
que creyó en nosotros al creer en el futuro de su país".
Un aniversario que
deberían aprovechar las escuelas para reparar el silencio que han
mantenido sobre la Segunda República no sólo durante la dictadura sino
también en los años de democracia, un silencio que selló la transición
pero que ya va siendo hora de denunciar, de modo que los estudiantes
conozcan de una vez esta parte tan hermosa de la historia de nuestro país
y entiendan que con la fe en las ideas democráticas, aún contando con
la desleal oposición, es posible avanzar hacia un mundo un poco mejor.
Escritora y
directora de la Biblioteca Nacional.
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