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La República, aniversario y futuro

 Ángel Escarpa Sanz.

LQS. 8 de Septiembre de 2006

Este año se cumplen 75 años de la proclamación de la IIª República en España y me parece obligado hacer una reflexión desde la distancia que nos dan esos años.

A la hora de hablar de aquella República, lo primero que se le exige a quien aborda el artículo, el relato o el ensayo, es que sea objetivo, esto es, que sea aséptico, lo cual implicaría deshacernos de toda ideología, algo a lo que, yo al menos, no estoy dispuesto, y quede aquí constancia de ello.

A cualquiera que aborde el conocimiento de aquella España de 1931 en la que se produce la expulsión del Rey Alfonso XIII del territorio nacional, y para entender lo que ocurre a partir de aquel 14 de abril hasta la liquidación de aquella “República democrática de trabajadores”, lo primero que se impone es conocer qué España dejaba tras de sí aquel monarca que, declarado traidor e indeseable, y abandonado incluso por sus más fieles aliados: el ejército, que ya le había sacado de más de un apuro, aún se permitía la frasecita : ” me voy, para evitar una guerra civil” , aunque bien pocos escrúpulos mostró a la hora de apoyar al “ Glorioso Movimiento Nacional del dieciocho de julio”, enviándole 10.000.000 de dólares, que se dice pronto, en 1936.

España, 1931:

- 503.061 Km. cuadrados.

- 24 millones de habitantes.

- 12.000.000 de analfabetos.

- 8.000.000 de pobres.

- 2.000.000 de campesinos sin tierra (en un país eminentemente agrícola)

- 20.000 personas poseen la mitad de España. (Provincias enteras son propiedad de una sola persona)

- Salario medio de los trabajadores: de 1 a 3 pesetas.

- Un kilo de pan cuesta 1 peseta.

- 20.000 frailes.

- 31.000 sacerdotes.

- 60.000 monjas.

- 5.000 conventos.

- 15.000 oficiales, entre ellos 800 generales. (Un oficial por cada seis hombres y un general por cada cien soldados.)

- Un rey, Alfonso XIII, (decimocuarto soberano desde Isabel la Católica.)

Sólo a partir de estos datos es comprensible lo que va a ser de una República surgida de la voluntad popular, sin un solo derramamiento de sangre, con un pueblo que tiene la sangre fría, la serenidad y la grandeza de dejar marchar a ese rey que ha ejercido de tirano más que como monarca.

Un rey que, no satisfecho con la desastrosa salida de las colonias ultramarinas y para satisfacer la avidez de “gloria” y de ascensos de su ejército, al que tanto debe, mantiene una costosísima guerra de desgaste en la cercana África, con cuantiosas bajas.

Un rey cuya única base de apoyo reside en la represión, además de la Iglesia, del ejército que le mantiene en el poder por medio de la táctica del golpe de estado; la odiada Guardia Civil, que no duda en aplicar la Ley de Fugas, el hambre, la persecución de los intelectuales y el terror de la patronal y sus pistoleros. Todavía, cuatro meses antes de abandonar nuestro país, comete la vileza de mancharse las manos una vez más, como hiciera en 1909 en el caso de Fco. Ferrer Guardia, fusilando a dos jóvenes capitanes tras el fallido intento de proclamar la república en un remoto pueblo del Pirineo.

Pocas veces un régimen ha tenido tanta base social como lo tuvo aquella joven República, en cuyos dos primeros años de vida construyó o improvisó 2.000 escuelas, abrió sendos diálogos con las comunidades históricas que dieron a luz estatutos de autonomía para el País Vasco y Cataluña. Le faltó tiempo para acometer la anhelada Reforma Agraria pero clausuró la Academia Militar de Zaragoza, llevó a cabo una importante reforma en el ejercito, resultado de la cual éste se tomaría la revancha cuatro años más tarde con un despiadado golpe militar que provocaría alrededor de 800.000 muertes. Desgraciadamente, lo más reaccionario de nuestro país aún asocia República con desorden, pero, por primera vez en nuestro país, en 1931 se estaban sentando las bases para hacer de este un país moderno . Un país donde la mujer, abandonando su papel tradicional de siempre junto a los fogones y al pie de los confesionarios, asumía un papel que la historia le había negado siempre, con su voto recién conquistado, poniéndose a la misma altura que los varones. Algo que la Iglesia no le perdonaría y que le haría purgar cuando los crucifijos regresaran de nuevo a las escuelas.

Son innumerables los libros que se han publicado dedicados al estudio de aquel breve periodo que va desde 1931 a 1936, y breve también el espacio del que aquí dispongo para enumerar las múltiples conquistas alcanzadas, aún con un estéril Bienio Negro que desembocaría en el triunfo del Frente Popular.

Algunos estudiosos de la República han coincidido en afirmar que en España, entonces, se volvía a repetir un nuevo Siglo de Oro. Ahí están si no los nombres de los poetas, intelectuales y científicos que con Antonio Machado, Federico G. Lorca, Rafael Alberti, Max Aub, Manuel de Falla, León Felipe, Juan Negrín, Pablo Picasso, Luis Buñuel, y Miguel Hernández a la cabeza, pasearían el nombre de España por el mundo, devolviendo a estas tierras el prestigio que nunca debió perder.

Pese a los condicionantes políticos impuestos por unos políticos poco escrupulosos en tiempos de la Transición, que desembocaron en una Constitución que consagra la figura de un Rey impuesto por el general más sanguinario de que tenga memoria la historia de España, pese a la feroz represión de que fue objeto este pueblo, ejercida durante casi cuatro décadas, pese a la desactivación ideológica a la que es sometida diariamente la clase trabajadora, de nuevo, como anunciando una próxima primavera, la bandera de aquella República de poetas vuelve a florecer en las manifestaciones y en algunos balcones y ventanas de Madrid, Galicia, Andalucía, Valencia...convirtiéndose en un clamor, reclamando el regreso a una legalidad republicana de la que nunca debimos salir.

Pasarán estos años bobos , pasarán los tibios políticos que niegan aquella República, pasarán la estulticia y los reyes y princesas venidos para salvar una institución impuesta por un dictador que sueña bajo tierra con palios y cirios, con obreros agarrotados en lóbregas prisiones, con un caballo blanco y una espada en la mano, abriéndose camino entre infieles que quieren tomar de nuevo España.

Sí, pasarán estos tediosos días de fútbol y de miseria cultural. Volverán las viejas banderas de la Revolución Social bajo las que lucharon nuestros padres y nuestros abuelos y pondrán a cada uno en su sitio. Volverá la palabra y la dialéctica. Las viejas palabras de Marx, Volney y Bakunin barrerán para siempre toda esa morralla de los nuevos filósofos que predican a los cuatro vientos el fin de la historia. No lo duden, compañeros, el progreso es una locomotora que nadie puede detener, y la monarquía no fue nunca símbolo de progreso, sino de todo lo contrario: lo rancio, el regreso a la superstición.

¡¡VIVA LA IIIª REPÚBLICA!!


Las Palmas de Gran Canaria.

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