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La paz de Juan Negrín

Juan Casero Lambás

La Nueva España 8 de Noviembre de 2006


Se cumplen ahora 50 años de la muerte, el 12 de noviembre de 1956, en París de Juan Negrín, el más eminente catedrático de Fisiología de la Universidad de Madrid (1922), formado junto a Ewald Hering en Leipzig, maestro de Severo Ochoa y Grande Covián y único presidente del Gobierno español conocedor del alemán, francés e inglés, capaz de traducir al alemán obras de su especialidad. Afiliado al PSOE (1929), fue ministro de Hacienda con Largo Caballero (septiembre 1936). Azaña lo nombró presidente del Gobierno el 17 de mayo de 1937 en contra de Indalecio Prieto, tras los sucesos de mayo en Barcelona (crisis del POUM). En 1938 asumió la cartera de Guerra, y en marzo de 1939, la Presidencia de la República hasta 1945, cuando lo sucede Giral en el exilio.

Ningún político español ha sido tan denostado como Negrín por los vencedores de la guerra civil. Para Franco Negrín fue su «bestia negra». (Sánchez Ron, 1999). Juan Marichal ha demostrado el desdén que sentía Negrín -por su mentalidad científica- hacia la publicidad y la autopropaganda, hasta el punto de despreciar sin defenderse los ataques a su persona. Su tumba en París carece de epitafio. Desasistido de su partido -desde 1937 en crisis interna por la lucha entre Prieto y Largo Caballero-, Negrín personificó hasta el fin de la guerra la resistencia de la República y luego, en la II Guerra Mundial, el apoyo desde Londres de la democracia española a la causa aliada. Su lema en la guerra civil era simple: «Resistir es vencer». En mayo de 1938 elaboró un programa de 13 puntos para poner fin a la guerra, rechazado de inmediato por Franco, que describe su ideología política.

Los cuatro primeros puntos eran una oferta de paz, basada en el cese de hostilidades y en un plebiscito:

«1.- Asegurar la independencia absoluta y la integridad total de España, una España totalmente libre de toda injerencia extranjera (...). 2.- Liberación de nuestro territorio de las fuerzas militares extranjeras que lo han invadido (...). 3.- República popular representada por un Estado vigoroso que se asiente sobre principios de pura democracia, que ejerza su acción a través de un Gobierno dotado de plena autoridad que le confiera el voto ciudadano emitido por sufragio universal y sea el símbolo de un poder ejecutivo firme (...). 4.- La estructura jurídica y social de la República será obra de la voluntad nacional libremente expresada mediante un plebiscito, que tendrá lugar tan pronto termine la lucha, realizado con plenitud de garantías, sin restricciones ni limitaciones, y que asegure a cuantos en él tomen parte contra toda posible represalia».

En los restantes puntos, Negrín desarrollaba su programa socialista de gobierno, basado en el reconocimiento de las autonomías regionales, las libertades civiles, la reforma agraria, las reformas sociales y la amnistía:
«5.- Respeto a las libertades regionales, sin menoscabo de la unidad española; protección y fomento del desarrollo de la personalidad y particularidad de los distintos pueblos que integran España, como la imponen un derecho y un hecho históricos que, lejos de significar una disgregación de la nación, constituyen la mejor soldadura entre los elementos que la integran. 6.- El Estado español garantizará la plenitud de los derechos al ciudadano en la vida civil y social, la libertad de conciencia y asegura el libre ejercicio de las creencias y prácticas religiosas. 7.- El Estado garantizará la propiedad legal y legítima adquirida dentro de los límites que impongan el supremo interés nacional y la protección de los elementos productores. Sin merma de la iniciativa individual, impedirá la acumulación de riqueza que pueda producir la explotación del ciudadano y sojuzgue a la colectividad, desvirtuando la acción centralizadora del Estado en la vida económica y social. A este fin cuidará del desarrollo de la pequeña propiedad, garantizará el patrimonio familiar y se estimularán todas las medidas que lo lleven a un mejoramiento económico, moral y racial de las clases productoras.(...). 8.- Profunda reforma agraria que liquide la vieja y aristocrática propiedad semifeudal que, careciendo de sentido humano, racional y económico, ha sido siempre el mayor obstáculo para el desarrollo de las grandes posibilidades del país; asiento de la nueva España sobre una amplia y sólida democracia campesina, dueña de la tierra y de quien la trabaja. 9.- El Estado garantizará los derechos del trabajo a través de una legislación social avanzada (...) 10.- Será preocupación primordial y básica del Estado el mejoramiento cultural, físico y moral de la raza. 11.- El Ejército español, al servicio de la nación misma, estará libre de toda hegemonía de tendencia o partido, y el pueblo ha de ver en él el instrumento seguro para la defensa de sus libertades y de su independencia. 12.- El Estado español se reafirma en la doctrina constitucional de renunciar a la guerra como instrumento de política nacional. España, fiel a los pactos y tratados, apoyará la política simbolizada en la Sociedad de Naciones, que ha de presidir siempre sus normas.(...) 13.- Amplia amnistía para todos los españoles que quieran cooperar a la intensa labor de reconstrucción y engrandecimiento de España. (...)».
El reconocimiento a la oferta de paz de Negrín es hoy el mejor homenaje a su memoria. Su sentido estratégico, en busca del apoyo aliado, se frustró el 30 de septiembre de 1938 tras la crisis de los Sudetes. Chamberlain se equivocó de enemigo al ceder en Múnich ante Hitler por temor a Stalin, sacrificando a la República española.

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