Cine político en la
II República
Raúl
Angulo Díaz
Cine político hispano
21
de Enero de 2010
I
En este post
quisiéramos responder a la pregunta de si hubo o no cine
político en la II República española. Para muchos
historiadores la respuesta es afirmativa, bien sea que
este cine apoye a la, según ellos, “primera democracia
española”, bien sea un instrumento de la propaganda
ideológica de los sectores conservadores,
tradicionalistas y religiosos. Nosotros, en cambio,
creemos que no se puede aplicar, en ningún sentido
relevante, el calificativo de “cine político” a los
films realizados en la II República. Un simple vistazo
al mercado cinematográfico durante la república señala
que los temas preferidos por el público eran los
folklóricos, populares, castizos, regionalistas, de
curas, toreros, gitanas y baturros. Interpretar estas
películas ya sea en sentido de propiciar la “convivencia
democrática” (presentando personajes populares y no
“burgueses”), ya sea en el sentido de alimentar al vulgo
con historias de valores tradicionalistas, no es más que
un abuso de una peculiar práctica de “metodología de la
sospecha”, abuso que se ve bien claro al justificar
ambas posiciones por igual. “Nobleza baturra” (1935), se
ha interpretado por igual como la exaltación de los
valores y las gentes del “Pueblo” (y por tanto, de la
“democracia”), como la justificación inmovilista de
valores rancios y carpetovetónicos por parte de la
“derecha” más repulsiva.
II
En concreto,
Román Gubern, en su artículo dedicado al cine de la II
República española en el libro “Cine español. 1896-1983”
(1984), se apunta a las tesis que explican las películas
del período republicano como instrumentos de propaganda
por parte de las tendencias “reaccionarias”,
“premodernas”, capitalistas (?) y anti-republicanas de
España. Empieza su artículo afirmando el carácter de
propaganda del cine republicano:
“…agudizar los conflictos sociales y a reforzar con
ello la función del cine en tanto que instrumento de
difusión ideológica y de propaganda, de codiciado
control en la escena política. Tal función social
debe valorarse también en relación con el incremento
del tiempo libre – reducción de la jornada laboral a
cuarenta y cuatro horas semanales y a ocho horas en
el campo – y con los incrementos salariales
acordados en este período, que dieron un gran
impulso al consumo cultural y a las industrias del
ocio.” (pag. 32)
Sin embargo,
nos encontramos en realidad que:
“La
mayor parte de la producción del período
republicano anterior a la guerra civil estuvo
dominado por el provincianismo costumbrista o
ruralistas, cuyos géneros privilegiados fueron
la españolada, la zarzuela y el cine
clerical” (pag. 34)
Es interesante
resaltar que Gubern apunta en el primer texto el
carácter de mercado, de negocio, que tiene el cine,
aunque las razones que ofrece sean altamente discutibles
(incremento de tiempo libre y de salarios durante la II
República). A pesar de esto, no infiere que los temas de
las películas son los favoritos del público, los que van
a ver a los cines y que, por tanto, resultan más
rentables a las productoras. Para Gubern la causa de que
en las pantallas se vieran historias tradicionales de
honor, de toreros, de monjas, historias tomadas muchas
veces de las zarzuelas y los sainetes, es más bien la
“burguesía conservadora”:
“La
burguesía inversora en este campo de la industria
del ocio procedía de los sectores más conservadores,
culturalmente alicortos y económicamente
oportunistas, de tal modo que, si durante la II
República ciertos productos de la industria
cultural, como el libro o el teatro, recibieron un
serio impulso en su condición de medios culturales
socialmente legitimados, el cine siguió estando
confinado en el ghetto del espectáculo
trivial de evasión y de alienación popular.” (pag.
34)
Esta burguesía
conservadora se aprovecharía del alto índice de
analfabetismo, sobre todo de Galicia y de Andalucía,
para ahogar sus ansias “reformistas” mediante
españoladas machistas, de bajísima calidad, llenas
de “supersticiones religiosas”, tradicionalistas y
populacheras.
Gubern
llega a contraponer la productora CIFESA y la
productora Filmófono. De la primera dice que se
constituyó en la “derecha industrial” del cine
español, y de la segunda que representaba a los
“sectores liberales, izquierdistas y laicos del cine
republicano”. ¿A quién se referirá el sr. Gubern con
estos sectores “liberales, izquierdistas y laicos”?
¿Al sector de Azaña? ¿Al de Largo Caballero? O
mejor, ¿al de Prieto? Denominar a éstos de
“liberales” o de “reformistas”, como dice alguna
vez, opuestos a la “derecha” rancia, fanática e
incluso “feudal”, indica la altura de nivel en que
se mueve el personaje.
III
Nosotros, por
nuestra parte, preferimos explicar la recurrencia a
temas folklóricos, religiosos y sainetescos, no a una
malvada intervención de la derecha burguesa y eclesial,
sino sencillamente a que estos eran los temas que la
gente quería ver en el cine. Esa “burguesía inversora”
no era “culturalmente alicorta” por su maldad
intrínseca, sino porque no quería arruinarse y perder su
dinero invertido en producciones que hubieran hecho las
delicias de Gubern y amigos, pero que nadie hubiera
pagado un real por ir a verlas al cine.
Las grandes
estrellas de nuestra pantalla, como Estrellita Castro,
Imperio Argentina o Carmen Amaya, eran las que
participaban en tales películas. “La hermana San
Sulpicio” (1934), “Rosario, la cortijera” (1935),
“Nobleza baturra” (1935), “María de la O” (1936),
“Morena Clara” (1936), fueron grandísimos éxitos. El
mismo Gubern no deja de reconocer, por ejemplo, el
enorme éxito de “Nobleza baturra”, aunque lamentándose
de ello. De esta película dice:
“Documento
involuntario de las costumbres, la condición
femenina y la moral conservadora de la España
agraria, exaltada por Florián Rey, su éxito fue
muy grande y en algunos cines se detenía la
proyección y se volvía la película atrás para
repetir alguna escena musical, como en el teatro”
(pag. 38)
Gubern no ve
en “Nobleza baturra” una película económicamente
exitosa, de gusto quizá discutible y trasnochado, sino
la confabulación de la burguesía conservadora para
adocenar al Pueblo.
La postura de
Gubern llega al ridículo al contraponer la productora
CIFESA con la productora Filmófono. La primera produjo
la mayoría de las películas clericales (que para Gubern
fue un “instrumento ideológico de las fuerzas
derechistas y de la Iglesia católica”), mientras que la
segunda sería la representante de las fuerzas
reformistas, liberales e izquierdistas. Ahora bien,
cuando nos ofrece la lista de las películas producidas
por una y otra, no vemos en realidad tal contraposición.
CIFESA produjo, por ejemplo, las películas de Florián
Rey y de Benito Perojo, mientras que Filmófono, “Don
Quintín el amargao” (1935), basada en un sainete de
Arniches y dirigida por Luis Marquina, las comedias de
José Luis Sáenz de Heredia “La hija de Juan Simón”
(1935) y “¿Quién me quiere a mí?” (1936), o el sainete
cuartelero “¡Centinela alerta!” (1936) de Jean
Grémillon. La “izquierdista” Filmófono produjo, por
tanto, comedias y sainetes al gusto popular, igual que
CIFESA. Eso sí, el éxito popular de las películas de
Filmófono le parece muy bien a Gubern:
“
(Filmófono) puede valorarse como un intento
meritorio de crear en la España republicana, en
donde la industria cinematográfica apenas
existía, unas obras capaces de conseguir, con
cierta solidez, la sintonía con su público
popular, el único que, como clientela, podía
hacer viable con su demanda y su adhesión la
construcción de una industria cinematográfica”
(pag. 43)
Y remata su
juicio:
“La
significación liberal o progresista de la mayor
parte de los profesionales que trabajaron en
Filmófono se demostró con su exilio internacional al
producirse la derrota republicana, mientras que la
empresa rival, Cifesa, pasó a convertirse en un
próspero bastión del cine franquista” (pag. 43)
¿Acaso Luis
Marquina o José Luis Sáenz de Heredia (director de
“Raza” o “Franco, ese hombre”) se exiliaron? Gubern debe
estar pensando en Buñuel, trabajador también en
Filmófono. Los demás directores simplemente no importan.
IV
En resumen,
para nosotros no se puede hablar de un modo relevante de
“cine político republicano” en la II República española.
Ni siquiera de cine de propaganda. Los que así hablan
realizan una hermenéutica más que sospechosa y del todo
punto injustificada. Los mayores éxitos del cine
republicano (y también las películas más interesantes)
fueron “Nobleza baturra”, “Morena Clara” (ambas de
Florián Rey), y “La verbena de la Paloma”, de Benito
Perojo. Estas películas muestran bien cuáles eran los
gustos de los espectadores y qué tipo de películas se
producía para ganar dinero.
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