Notas de un testigo: La transición española inacabada.
Armando López Salinas *
Analizar la transición española requeriría, sin duda un mayor espacio crítico y una mayor y plural información que la que pueden proporcionar estas notas personales.
Vale
señalar que tiempo antes de la muerte de Carrero Blanco, diciembre del 73, la
situación de la dictadura franquista se había deteriorado profundamente. Las
luchas por las libertades políticas y sindicales habían adquirido un carácter
masivo tanto en el mundo del trabajo como en el mundo universitario. También el
movimiento ciudadano reivindicativo se extendía como una mancha de aceite por
las barriadas de las grandes ciudades de nuestro país... Intelectuales,
profesionales y artistas eran ya, en muchas ocasiones, la punta de lanza de
dichos movimientos. A estas acciones, como es sabido, se iban sumando Colegios
Profesionales, sectores del bajo clero y de la Judicatura, así como algunos
obispos. Mas tarde, algunos núcleos reducidos de la oficialidad joven de las
fuerzas armadas se sumaron a la reclamación popular de libertades democráticas.
Al tiempo, fuerzas nacionalistas de Cataluña, Euskadi y Galicia, sobre todo de
las dos primeras nacionalidades citadas, mostraban con fuerza sus
reivindicaciones históricas. ETA
incrementaba su actividad terrorista.
Ante
tal avalancha de acciones populares, en las que el clandestino P.C.E. y el
clandestino sindicato CC.OO. dejaban su impronto dirigente en la mayoría de los
casos, la represión policial, a pesar de toda suerte de sedicias policiales en
comisarias y cuartelillos, a pesar de las largas condenas impuestas por unos
Tribunales al servicio de la dictadura, comenzaba a mostrarse incapaz de
contener las protestas. Y en ese contexto fuerzas procedentes del franquismo y
fuerzas procedentes de la oposición que hasta entonces habían permanecido a la
expectativa en conciliábulos estériles, comenzaron a moverse para tratar de
situarse ante un futuro político que ya empezaba a vislumbrarse cercano.
De
otra parte, la transición del franquismo a la democracia, o mejor dicho a la
actual monarquía parlamentaria, se produjo en la onda de una grave crisis económica
internacional tal como ocurriera en el tránsito de la dictura de Primo de
Rivera a la II República. La economía española iba a sufrir de lleno el
impacto de la crisis del petróleo de los años 1973-1974. Obligado es situar
también la transición española en el contexto de la “guerra fría” y el
incipiente deshielo en las relaciones entre Moscú y Washington tras la reunión
de Vladivostok entre Ford y Bresnev en Noviembre de 1974. Recuérdese además el
enfriamiento de relaciones entre el PC y el PCUS tras la intervención del Pacto
de Varsovia en Checoslovaquia.
España,
como país, estaba ligada durante los años de la guerra fría al llamado bloque
occidental, sobre todo por sus acuerdos militares con los
EE.UU de Norteamérica que disponían, y aún siguen disponiendo, de
bases aeronavales con capacidad nuclear desde las que se puede controlar el
Mediterraneo en sus dos orillas, especialmente el occidental. De modo que el
futuro político de España no era solo un asunto que concerniera a los españoles,
sino un tema en el que estaba implicado no solo el complejo militar industrial
dominante en lo EE.UU sino también la
OTAN y de algún modo con la
Comunidad Económica Europea. La crisis del petróleo convertía al Mediterráneo
Oriental en una de las zonas más conflictivas del mundo. Recuérdese la guerra
del Yon Kipur del 73 o el conflicto
entre Grecia y Turquía a propósito de Chipre que condujo al fin de la
dictadura proamericano de la Junta militar griega y a la salida de dicho país,
entonces, de la estructura militar de la OTAN.
De
otra parte, en Abril del 74, se produjo la “revolución de los claveles” en
Portugal y el temor de la OTAN a un gobierno portugués con presencia comunista.
Tambien, en esos años, se producía un fuerte incremento del voto comunista en
Francia y en Italia. Así , pués, el eje central de la política de Washington
respecto a España en ese tiempo,
consistía en que a la muerte de Franco no se produjeran cambios en el
equilibrio de fuerzas entre la OTAN y el Pacto de Varsovia y que ello pasaba,
entre otras cosas por garantizar la permanencia de sus bases militares, atómicas,
en nuestro país al que más tarde se le empujaría a entrar en la OTAN. En este
orden de cosas cabe recordar el viaje de Lord Mountbatten a Washington para
covencer a Nixon de la necesidad de apoyar al Príncipe Juan Carlos para
alcanzar la Corona de España. O también el viaje de Vernon Walters a Madrid
para explorar cerca de Franco la posibilidad de que este coronase en vida al Príncipe.
Acontecimientos
tales como la citada muerte de Carrero Blanco, proceso 1001, nombramiento de
Arias Navarro como Jefe de Gobierno, así como la primera hospitalización de
Franco, crearon divisiones en el interior del propio sistema entre los llamados
evolucionistas, partidarios de la autorreforma del régimen, y los inmovilistas,
“bunker” en el lenguaje de la época, partidarios de seguir con la política
de palo y tentetieso. También se aceleraron los esfuerzos unitarios de la
oposición.
Durante
años y años y prácticamente en soledad el PCE
había logrado poner en pié un fuerte movimiento de oposición
antifranquista amplio y diverso. Movimiento popular sobre cuyas espaldas la
oposición tanto de la derecha como del PSOE se aprestaron a cabalgar tal como
había hecho la burguesía respecto a los “sansculotte” durante la Revolución
Francesa.
La
propuesta de un “Pacto por la libertad” proclamada por el PCE en 1972 para
derrocar la dictadura, contemplaba la formación de un gobierno provisional de
amplia coalición para restaurar las libertades democráticas, promulgar una
amnistía general para presos y exiliados políticos y la convocatoria, en un
tiempo razonable, tras legalizarse los partidos políticos y las centrales
sindicales, de elecciones generales a Cortes Constituyentes para que el pueblo
español pudiera pronunciarse por el futuro sistema político y sobre la forma
del Estado, monarquía o republica. Así mismo el gobierno provisional debería
reconocer junto a las autonomías regionales que empezaban a reclamarse, la
personalidad específica de Cataluña, Galicia y Euskadi con la puesta en vigor
de los Estatutos de la II República actualizados.
Una
parte de la oposición, la formada por algunos sectores democristianos y
liberales, monárquicos partidarios del Conde de Barcelona la mayoría de ellos,
empezaban a cambiar de montura apoyándo al Príncipe Juan Carlos, postulaban
una reforma no muy profunda del sistema vigente estableciendo así un campo de
encuentro con los aperturistas de última hora que abandonaban el barco
franquista y que tenían aún en sus manos algunos resortes del viejo poder.
De
otra parte, en posiciones de ruptura se alineaban las fuerzas sociales y políticas
de izquierda que habían llevado el peso de la lucha contra la dictadura, tanto
en las comunidades históricas como en el resto del Estado. También en dichas
posiciones se alineaban algunas personalidades conocidas públicamente y sin
filiación política alguna.
La
política unitaria del PCE tras la experiencia de las llamadas Mesas
Democráticas, cristalizó en aquel tiempo en la creación de la Junta
Democrática, que se presentó públicamente en Julio de 1974 en Madrid y Paris.
En la Junta figuraban el PCE el Partido Socialista Popular, el Partido del
Trabajo de España, el Partido Carlista, CC.OO
y diversos colectivos ciudadanos y un grupo de independientes. Tales
Vidal Beneito o García Trevijano. El Partido Carlista poco tiempo después
abandonó la Junta.
Junta
Democrática que consiguió muy pronto un importante apoyo político y social de
masas, como se puso de manifiesto a través de diversas movilizaciones que se
llevaron a cabo en diversos lugares del país.
Poco
después, y aunque se había llevado a cabo tanto desde la Junta como desde el
propio PCE conversaciones con Izquierda Democrática, grupo democristiano
liderado por Ruiz Jimenez, y con el Partido Socialista Obrero Español
este último partido, con el apoyo de la Internacional Socialista y las
bendiciones de Washington, creó una nueva entidad política unitaria, la
Plataforma de Convergencia Democrática en Junio de 1975. En dicha Plataforma
figuraban junto al PSOE, la ya citada Izquierda Democrática que formaba parte
del equipo español de la Democracia Cristiana, el Movimiento Comunista
la
Organización Revolucionaria de Trabajadores y la Unión Socialdemócrata Española.
Al poco, ingresaría el Partido Carlista y se marcharía la ORT.
De
otra parte, la Coordinadora de fuerzas Políticas de Cataluña había decidido
no incorporarse a ninguna organización unitaria de carácter estatal, y mantenía
relaciones tanto con la Junta como con la Plataforma. El PNV conversaba con
todos y no se unía a nadie, ni siquiera en Euskadi.
Tras
la muerte de Franco y la caída del gobierno Arias y el “espíritu de
febrero”, un asociacionismo tutelado por el régimen y pronto rechazado por
todos Juan Carlos de Borbón, que había jurado los Principios Fundamentales del
Movimiento, y que venía aumiendo por segunda vez interinamente la Jefatura
del Estado, fue nombrado Rey en una de las últimas sesiones de las
Cortes Franquistas, el 22 de Noviembre de 1975. Uno de sus primeros actos fue
nombrar Jefe de Gobierno a Adolfo Suarez.
De
algún modo, en mi opinión, en aquel tiempo andaba yo como miembro de la
dirección del PCE en las andanzas de la política unitaria, la creación de la
Plataforma, con el moderantismo que a la misma impuso el PSOE con el apoyo de la
Democracia Cristiana y las interferencias de más allá de nuestras fraonteras
(la Plataforma no contempló jamás, valga a modo de ejemplo la consulta al
pueblo español sobre la forma del futuro Estado democrático) reflejaba bien a
las claras el trabajo llevado a cabo tanto por el entorno político de Juan
Carlos, como los llevados a cabo por países miembros de la OTAN que no querían
que en España se repitiese, por ejemplo, la experiencia portuguesa. Supuso el
comienzo del fin de la ruptura política planteada por la Junta Democrática ym
ciertamente por el PCE
Junta
y Platajunta constituyeron en Marzo del 76 la llamada “Platajunta”, y aunque
esta proclamara en un comunicado “que el camino a la democracia no es el
reeformismo sino la ruptura” la
procesión iba por dentro y ya en los primeros contactos entre el gobierno de
Suarez y la oposición en su conjunto (Plataforma de Organizaciones Democráticas
– POD que incluía a fuerzas nacionalistas y “comisión de los nueve”
emanada de dicha POD) se vislumbraron ya los intentos de marginar al PCE de las
negociaciones. Lo que se planteaba ya, desde la reforma, era que a la izquierda
del PSOE no se legalizara a ninguna fuerza política Hay que decir que en ese
momento la política de Washington era favorable a las posiciones reformistas en
España siempre que se garantizase, como ya indicamos antes, la presencia
militar en nuestro país, pero no la legalización de los comunistas. Recuérdese
que Ford y Kissinger planearon en 1976 un golpe de Estado en Portugal para
acabar con la revolución de los claveles. Recuérdese tambien que en Enero del
76, Kissiger y Areílza, ministro de Asuntos Esteriores de España, firmaron un
nuevo Tratado de Amistad y Cooperación entre ambos países, lo que permitió
que el Rey Juan Carlos visitara los EE.UU y
se comprometiera ante republicanos y demócratas a llevar a cabo en España una
“democratización ordenada”. Areílza cuenta en sus memorias lo que dijera
Kissinger: “no vamos a decir nada a ustedes si se empeñan en legalizar al
PCE. Pero tampoco les vamos a poner mala cara si le dejan sin legalizar unos años
más”. Adolfo Suarez, según Charles Powell en su estudio sobre la dimensión
exterior de la transición española, por otra parte, y en un Seminario
organizado en 1984 por la fundación Ortega y Gasset en Toledo sobre la transición,
habla de sus conversación con Willy Brandt, presidente de la Internacional
Socialista en Madrid antes de la legalización de los partidos políticos,
Suarez señaló que Brandt no mostró excesivo empeño en que se legalizase el
PCE, pronunciándose a favor de la participación de los socialistas en las
elecciones con o sin la presencia de los comunistas.
En
este contexto, diversas fuerzas políticas de la oposición, a las que unos
cuantos años antes, no demasiados, había que buscar con candil entre ellass el
PSOE comenzaron a respaldar la reforma de Suarez. El PSOE en su 27 Congreso,
pactado con Suarez, y en la onda de las opiniones de Brandt antes citadas y
también en las del Departamento de Estado de los EE.UU, aceptaba la posible
marginación electoral del PCE en los primeros comicios generales y seudo
constituyentes, tal como nos habían dicho Felipe Gonzales y Enrique Múgica,
antiguo militante del PCE en conversaciones bilaterales. Afirmaban que aunque el
PSOE solo consiguiese un diputado como en tiempos de Pablo
Iglesias lucharían con todo ardor por la legalización del PCE. Una
historia un tanto cínica como se ve.
A
partir de lo dicho el PCE al que se pretende aislar llegá al convenciniento de
que tenia que insertarse en la reforma para ensanchar esta lo más posible,
colocando en el centro de su política su legalización. en mi opinión, así
viví la cuestión, manifestada entonces en una reunión mantenída
clandestinamente en un molino de la provincia de Guadalajara, era la de seguir
presionando en la calle, porque aunque la Junta no tuviera fuerza por sí sola
para imponer la ruptura, marginar al PCE les iba a resultar bastante difícil
tanto a los evolucionístas de última hora, Suarez incluído, Rey incluído,
como a los anticomunistas de la oposición incluídos los anticomunistas que
militaban en el PSOE. Juan Carlos de Borbón era pieza clave de la reforma y si
el ya rey quería serlo de todos los españoles en una democracia, digámos a la
europea, donde los partidos comunistas eran legales, dificilmente podrían
marginar a los comunistas, que eran quienes, sin comparación, más habían
luchado por traer las libertades políticas a nuestro país. Y además, la
monarquía llegaba de las manos de Franco, con un rey que había jurado los
principios del llamado Movimiento, sin legitimidad alguna dado que dicha
legitimidad la había perdido la corona cuando Alfonso XIII apoyó el golpe de
estado de Primo de Rivera, lo que dio lugar, años más tarde al advenimiento de
la II República. Si el PCE no era legalizado junto a las demás fuerzas políticas,
la monarquía de Juan Carlos estaría cuestionada desde el principio. Pero lo
mas importante, no solo para mi en aquella reunión clandestina, era seguir en
la callle planteando la mayor presión posible teniéndo en cuenta tanto el
poder de las fuerzas armadas como las de la seguridad del Estado.
Para
forzar la situación el Comité Central del PCE
se reunió públicamente en Roma. Y el Secretario General, Santiago
Carrillo, en unión de otros dirigentes, celebró una multitudinaria rueda de
prensa en Madrid, en un local abierto por la organización madrileña. Más
tarde, se produjo la detención de Carrillo y otros dirigentes y la pronta
libertad de todos ellos. Y después se llevó a cabo la llamada cumbre
eurocomunista de Madrid, con la presencia de Berlinguer y George Marchais junto
al secretario general del PCE.
Poco
antes, en Enero, el terrorismo fascista había asesinado a cinco abogados
laboralistas, militantes del PCE, en un despacho de la calle Atocha. El
entierrro de los mismos mostró la fuerza del PCE en las calles de Madrid en un
despliegue espectacular de serenidad y disciplina partidaria. El asesinato
buscaba sin duda hacer retroceder el proceso de democratización en marcha,
provocar una respuesta violenta del PCE y la intervención de las fuerzas
armadas.
Mientras
tanto, la “platajunta” había pasado de la ruptura pura y simple, a la
ruptura pactada, a la reforma negociada de Felipe Gonzalez que no era otra cosa
que una mezcla de los planteamientos de Suarez con algunos elementos reformistas
mantenidos por la oposición. Vale decir que en ese tiempo el PSOE, con el firme
apoyo de la Democracia Cristiana, consiguió la aceptación de la regla de la
unanimidad por parte de todas las fuerzas de la “platajunta” oara llevar a
cabo las movilizaciopnes populares que pudieran convocarse. Fue un error aceptar
dicha propuesta. de ese modo, con una calle relativamente tranquila y ya
encajonada a pesar de los flecos movilizatorios que se producian más o menos
espóntaneamente, la iniciativa quedó fundamentalmente en manos de Suarez y la
monarquía encarnada en Juan Carlos de Borbón.
La
monarquía era, en efecto, la forma de Estado que mas convenía a alos poderes fácticos
de nuestro país, a la derecha de siempre. Pero dicha monarquía, que había
surgido de las entrañas del fascismo, tenía que legitimarse tras la muerte del
dictador, pero no lo podía hacer autónomamente intramuros exclusivamente del
propio sistema. Y por eso, el bloque de poder encabezado por el rey necesitaba
ir al encuentro de la oposición política al franquismo y proponer como salida
una reforma pactada. Bloque de poder, ruido de sables por medio, que a cambio de
la continuidad monarquica ofrecía libertades políticas y sindicales, indultos
primero, amnistía después y elecciones generales a sedicentes Cortes
Constituyentes. La forma del Estado no se sometía, pués a la voluntad popular.
Se pactó así la transición de la dictadura a la democracia, mejor, de la
dictadura a la monarquía parlamentaria existente hoy. Nada pues de
manipulaciones históricas tendentes a presentar a Don Juan Carlos de Borbón
como un Mesías democrático, rey que devolvió libertad y soberanía al pueblo
español. Fue, en el mejor de los casos, un hábil comerciante político.
Se
pactó así la transición del franquismo a la monarquía parlamentaria
legitimando de algún modo el conjunto de la oposición a los aperturistas del régimen
y a la propia monarquía. No cabe olvidar que tras la muerte del general felón
tanto las fuerzas armadas como la burguesía de nuestro país largamente
beneficiada por la dictadura y con el concurso de la Jerarquía Eclesiástica,
cardenal Tarancón incluído, al
margen de la voluntad del pueblo español- cumplieron los deseos del general
aupando a Juan Carlos de Borbón al trono de España.
La
legalización del PCE se ha dicho que fue prueba de la democratización de
nuestro país, se produjo, como es sabido, en Abril de 1977
“sábado santo rojo”. la conmoción política fue grande, lo que no
había ocurrido con la legalización de ningún otro partido. La “cuestión
comunista” suscitaba todo tipo de controversias y pasiones encontradas,
producto de cuarenta años de represión política e ideológica en España y
también de años y años de “guerra fría”, de política de bloques entre
la OTAN y el Pacto de Varsovia. Para la mayoría de las gentes que habían
apoyado la dictadura hasta su fin, el “bunker” tanto civil, como militar o
eclesiastico, legalizar al PCE significaba a tener que echar por la borda todo
aquello por lo que habían luchado desde 1936.
Recuerdese
que entonces cuando se produjo la primera crisis militar en el camino a la
democracia con la nota de acatamiento a regañadientes de la citada legalización
de los comunistas por parte de la cúpula militar. Nota que fue seguida por la
dimisión del Ministro de Marina, Pita da
Veiga . Desde entonces, el enfrentamiento de un sector de las fuerzas armadas
con Suarez fue un hecho como se demostró primero en las semiclandestina reunión
de capitanes generales en Játiva y después con el intento de golpe de Estado
el 23 de Febrero de 1981.
Las
elecciones de junio del 77 dieron el triunfo a UCD. y el PSOE, con
118 diputados se constituyó como primer partido de la
izquierda. Alianza Popular, con Fraga a la cabeza obtuvo 16 diputados y
el PCE –PSUC 20 actas para
las Cortes que se dijeron constituyentes. Los resultados de aquellas elecciones
establecieron el talante con el que se redactaria la Constitució. Vale decir
que UCD y PSOE, como partidos mayoritarios hicieron valer por su peso cámara
sus puntos de vista sobre el modelo de sociedad política o el Estado de las
Autonomías. Entiendo, aunque no sea jurista, que en verdad no existió proceso
constituyente pues en todo proceso de este tipo se requiere un gobierno
provisional capaz de llevar a cabo la transición del régimen anterior, es
decir la dictadura franquista al nuevo orden democrático. Y que estos procesos
exigen una asamblea unicameral que
redacte la Constitución. Las Cortes Constituyentes, entiendo, exigen una
convocatoria expresa con ese contenido y no mediatizada desde la Jefatura del
Estado. Apoyado por sables que impusieron un trágala monarquico borbónico.
Además,
en los p.rocesos constituyentes todos los grupos parlamentarios tienen que estar
representados, lo que no ocurrió en 1978 pues faltó el PNV y no se había
legalizado a Esquerra Republicana de Cataluña.
No
se había logrado la ruptura y la incipiente democracia, democracia controlada,
vigilada, comenzaba a caminar bajo el signo de la reforma. En ese contexto, y
con la atenuación de las movilizaciones populares, el cambio fue pilotado
fundamentalmente desde la Zarzuela a través de la UCD y Adolfo Suarez y también
en menor medida por el PSOE. Vino a ocurrir lo dicho por Lampedusa en su novela
“El Gatopardo”, que es todo un tratado de filosofía política de las clases
dominantes: es necesario que algo cambie para que todo siga igual. Se trata de
garantizar hasta donde fuera posible, en una nueva situación política, el
dominio de una oligarquía que se había ido pasando con armas y bagajes del
campo dictatorial al de una monarquía constitucional.
Según
se asentaba la nueva realidad democrática la política de consenso dejó de
interesar tanto a UCD como al PSOE. Estaba claro que importantes sectores de la
derecha querían llevar a cabo, a través del gobierno de UCD su propio programa
político y económico y Suarez, tras la Constitución convocó elecciones
generales anticipadas para marzo de 1979. Por su parte el PSOE, que había
empezado a girar hacia el centro sociológico y político pensaba que podía
ganar dichos comicios. Y el PCE proponía una política de concentración democrática
advirtiendo de determinados riesgos involucionistas que encogían el ánimo de
muchos españoles, gobierno de concentración con la presencia de nacionalistas
catalanes y vascos para afrontar los problemas mas acuciantes de la España
salida de la dictadura al modo de lo sucedido en otros países de Europa tras la
derrota del fascismo en la Segunda Guerra mundial.
De
nuevo UCD ganó los comicios, unas elecciones que apenas modificaron el mapa político.
Hubo, eso sí, una mayor presencia de partidos nacionalistas en el Congreso de
Diputados. Y Suarez proclamó, sin
duda antes de tiempo el fin de la transición. Las leyes y métodos electorales
comenzaban a hacer estragos entre los votantes comunistas. De otra parte, las
elecciones municipales de abril del 79 un mes después de las generales,
lograron equilibrar, a favor de la izquierda el mapa electoral. Los acuerdos
entre el PCE y el PSOE dieron lugar a gobiernos conjuntos en muchos
ayuntamientos de nuestro país. Aunque mas tarde, elecciones del 82, los
comunistas no salieron favorecidos por estos acuerdo, fueron los socialistas
quienes los capitalizaron.
La
firma del Acuerdo Marco Interconfederal por UGT y la CEOE, así como la aprobación
del Estatuto de los trabajadores por los dos partidos mayoritarios, marcaron,
entiendo, un giro a la derecha de las dos formaciones políticas. Aprobación
del Estatuto que provocó huelgas y manifestaciones en diversos lugares de
nuestro país y que contemplaba la posibilidad para la patronal de conseguir
despidos de forma bastante arbitraria, la posible privación parcial del seguro
de paro y la exclusión de funcionarios y personal de la administración militar
de sus posibilidades negociadoras, etc...
La
dimisión de Suarez y la llegada a la presidencia
del Gobierno de Calvo Sotelo el 23 de febrero de 1981 fue el momento
elegido para el intento de golpe de Estado por los Milans del Bosch, Armada,
Tejero y compañía. Golpe de Estado tras el cual, algunos analistas políticos
y algunos militares en ejercicio en aquel tiempo han señalado de manera directa
o indirecta la mano del Rey en la intentona. En todo caso, cabe señalar que
aunque el golpe fracasó en sus aspectos mas fascistoides, sus efectos políticos
se dejaron sentir de manera inmediata en la política española, que se derechizó
globalmente al tiempo que se consolidaba la monarquía. Tras el intento golpista
el partido de Suarez se cuartea en peleas internas y vá desapareciendo corroído
por sus enfrentamientos públicos y privados. Y el PSOE, con una política
extremadamente moderada se beneficia de la ruptura y desprestigio de UCD y
comienza su ascensión hacia la mayoría absoluta del 82.
El
citado golpe militar, incluyendo el fracaso relativo del mismo, mostró bastante
a las claras que el gobierno de Suarez y la
propia UCD habían dejado de ser el instrumento mas adecuado para la oligarquía
de España, o cuanto menos un sector de la misma, conservara su poder. El
aterrorizar al país con los tanques en las calles de Valencia, o los guardias
civiles asaltando el Congreso de Diputados era una buena muestra de lo dicho. De
otra parte, como resultado de todo ello la monarquía que estaba escasamente
consolidada, apareció como el instrumento salvador de la democracia y el Rey
como el mejor garante de la paz y estabilidad de nuestro país. La alternativa
republicana desaparecía en el horizonte. Podría señalarse tambien que se
aceleró el proceso de integración de España en la OTAN a cuenta de que el
PSOE, y en el gobierno, pasó del “OTAN, de entrada No” a la realización de
un referendum en que los aparatos mediáticos a
su servicio manipularon a la opinión pública.
La
transición, y no sé si es justo decirlo, a la luz de los problemas que se
siguen en el día de hoy, había terminado con la consecución de importantes
libertades democráticas, pero también con la derrota en la lucha por la
hegemonía, tal es mi opinión desde un punto de vista de clase, de las fuerzas
populares que propugnaban una democracia avanzada que pudiera abrir paso a otro
sistema social
Madrid, Abril
de 2004
Armando López Salinas.
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* Intervención del autor en el Círculo de Bellas Artes, l 18 de Abril, en el acto convocado por Unidad Cívica por la República en conmemoración de la II República