Desde el Foro
Sobre las críticas a América Latina por la "boda real"
Carolina Guerrero
Pasando canales de TV, escuché parte de una suerte de foro en Antena 3, sobre detalles de política y protocolo relativos a la llamada boda real. Protesto, como
latinoamericana, ante dos puntos desplegados en la opinión pública española: el
escándalo por el regalo del gobierno argentino (calificado de "poca cosa") y el
escándalo por la (justa) ausencia de presidentes latinoamericanos.
1- La alusión a la crítica "española" al regalo de Argentina (un salero y un
pimientero): los españoles son súbditos de una monarquía, los latinoamericanos somos ciudadanos
de repúblicas. Por ello probablemente los súbditos no están al tanto de que un mandatario
de una república como Argentina tiene deberes para con sus ciudadanos, no para con
la pompa y la parafernalia de las monarquías europeas. Para un ciudadano argentino, cuyo país atraviesa por una aguda crisis económica, un
salero y un pimientero es un regalo adecuado para una boda real, ya que el presidente
de su país no es dueño de las arcas del Estado para permitirse excitar la vanidad de
príncipes y reyes a costa del caudal público.
Incluso en tiempos de prosperidad económica, un salero y pimientero sigue siendo un
regalo adecuado: nosotros, republicanos, estamos al margen del despilfarro y el lujo
que se permiten las monarquías con dinero que no han trabajado y del cual gozan
por un principio tan atrasado como es el creer que hay individuos diferentes, cuya
realeza les otorga privilegio y los coloca por encima de sus compatriotas. Las repúblicas latinoamericanas no tenemos por qué disponer de partidas en el presupuesto
público para complacer las exigencias vanidosas de las cortes europeas. Hace 200
años nos libramos de ello, con virtud, heroismo e ideología republicana.
2- Quisiera saber cómo la esposa del embajador de la República del Paraguay en España
se permite participar en una entrevista de Antena 3, para expresar su "pena ajena" porque
la mayoría de los mandatarios latinoamericanos no asistió a la boda real. Esa señora opina
con mentalidad de la época de la colonia, deslumbrada por lo que parece ser un cuento
de hadas. Por fortuna, la mayoría de los mandatarios de América Latina asumió el tema con
dignidad: una boda real será el eje del universo para la monarquía española, pero
para América Latina es simplemente un acontecimiento social, no un asunto de Estado. ¿Tienen tiempo y recursos los mandatarios
latinoamericanos para posar ante las cámaras de la revista Hola en tan fina ocasión? Pues no. Que se ocupen de las funciones
para las cuales fueron elegidos. ¿Cómo se aventura una latinoamericana -para más, esposa de un
embajador latinoamericano- a deplorar una actitud que más bien merece ser aplaudida por
la dignidad y la responsabilidad que entraña?
Desde mi visión latinoamericana (y latinoamericanista), el espectáculo de la boda real es la
oportunidad de asistir a una discronía: en pleno siglo XXI hay sociedades que aún toleran
creer que, por nacimiento, la naturaleza divide a los individuos entre nobles, plebeyos y
miembros de la realeza, con distinción de roles, derechos y deberes.
La atención de esa parte del mundo sigue centrada en Felipe y Letizia. Como si no tuvieran
pobres, menesterosos, desempleados, excluidos, desamparados. Por acá tenemos otras
urgencias, como combatir la pobreza, defender y mejorar nuestras libertades, elevar el nivel
de educación de los más desposeídos, respetar el medio ambiente y a las especies con las
que convivimos, apoyar a los pueblos en su búsqueda de mejores oportunidades políticas y
económicas, hacernos más prósperos, y trabajar por mayor justicia y equidad social, por decir lo menos.
Desde América Latina, atentamente,
Carolina Guerrero
Venezolana.