Con la Monarquía y la Unión Europea hemos topado

Editorial Información Obrera (1/5/04)


 Los ecos de la anunciada retirada de las tropas de Iraq por parte de Zapatero aún no se habían acabado. La alegría y el entusiasmo de los trabajadores y los pueblos de España era evidente, la reacción no podía aceptar esto.
 El jueves 22 de abril en los actos solemnes de inicio de la octava legislatura, ante el Congreso y el Senado, el discurso del Borbón era claro: “La Constitución no se puede reformar sin un consenso como el de 1978”. O sea, se subordina todo cambio a un acuerdo con el PP. Esto es atarle las manos a Zapatero.

 Recordemos, en el 78, después de la muerte de Franco, las instituciones de la dictadura impusieron una Constitución a su medida, con el rey a la cabeza, y dando un lugar al sol a los partidos, previo juramento de respeto a estas instituciones. A esto le llamaron “consenso”. O sea, la frustración de las aspiraciones de los trabajadores y los pueblos de España.
 El gobierno de Felipe González, elegido en octubre del 82, se rompió los dientes al respetar esas instituciones heredadas del franquismo, gobernando contra los trabajadores y los pueblos.

 El mismo día 22 de abril, el Consejo de Ministros de Agricultura de la Unión Europea decidió reducir drásticamente los incentivos a los cultivos de algodón,tabaco y olivar. Cuestión que implicará abandonar una parte importante de estos, aumentando el paro entre el campesinado y la desertificación. Las instituciones de la Unión Europea advierten a los pueblos de España de que no hay lugar para la esperanza.

 Todos estos elementos plantean dilemas importantes. El 14 de marzo, la mayoría echó al PP al grito de “queremos saber la verdad antes de votar”. Tenían razón, querían saber la verdad sobre los atentados. En buena medida esta exigencia sigue sin cumplir.

 Pero la verdad es necesaria para todo. Para esclarecer la responsabilidad de las instituciones herederas del franquismo y también de la política real de la Unión Europea y de sus directivas.  Para los trabajadores, para las organizaciones, son necesarios un debate y una clarificación. Y más cuando se intenta presentar a las directivas europeas, a la Unión Europea como fuente de progreso, cuando son instrumentos del gran capital, de las multinacionales. Cuando desde Bruselas sólo llueven exigencias de contrarreformas contra las pensiones, contra la seguridad social, contra los servicios públicos. Cuando desde Bruselas se decide cerrar astilleros, minas y cultivos. Esta es la realidad…

 Por eso decimos que, sin duda alguna, los trabajadores, la mayoría, apoyarán a este gobierno en toda medida de progreso, como la retirada de las tropas, la suspensión de la LOCE o la paralización del Plan Hidrológico.

 Pero toda sumisión a las directivas de Bruselas, a las exigencias del aparato de estado heredado del franquismo llevaría a seguir el ejemplo de Felipe González. Este debate es necesario, y más en vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo de este 13 de junio. Parlamento que, los hechos lo prueban, sólo es la cobertura “democrática” de las políticas antisociales dictadas por las instituciones de Bruselas.


 
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