La voz de Pilar Manjón,
madre del joven Daniel, una de las 192 víctimas del 11M, es una voz
quebrada por el dolor, pero no se le quebró al iniciar su comparecencia
en la comisión investigadora del macabro atentado, la tiene quebrada
desde hace nueve meses y así lo reconoce en una de las muchas entrevistas
que su voz solicita.
Los matices de dolor, sinceridad, desconsuelo, firmeza, dignidad, respeto,
petición de ayuda y solidaridad sonaron en su voz y repetirán sus ecos
en los oídos, llamémosles también conciencias, durante mucho tiempo
como un poema colectivo, como el mejor poema escuchado en un micrófono
hacía tiempo.
A los seis días del atentado, a Pilar Manjón le llegó otro poema, el de
la poetisa anónima María, madre de la amiga de su hijo fallecido. Y
Pilar, ni corta ni perezosa, con todo su dolor y mermada de las fuerzas
que tampoco le impidieron por la memoria de su hijo acudir a votar “su
parlamento”, envió ese poema a una emisora de radio. Allí le puso música,
la guitarra y la voz del gran artista José Mercé. A los nueve meses de
enviar aquel poema, Pilar Manjón nos ofrece el suyo propio, el de su voz
entrecortada pero sin llanto, porque promete e intenta no llorar, es el
poema que nos llega a través de las ondas del corazón, pronunciado con
la ternura de una madre.
Ahora, a su voz profundamente herida y en la misma emisora de radio, se le
pide que lea un poema igualmente dolorido de José Manuel Caballero Bonald,
el poeta jerezano recientemente galardonado con el premio Reina Sofía de
Poesía, el poeta que reivindica el papel salvador de la poesía en sus
obras, y Pilar Manjón accede gustosa a leerlo a través de las ondas con
su rota voz: “Ese canto de gorrión eras tú.../ ...La luna se ha
olvidado de salir...”.
Pero Pilar Manjón declara que tiene algo más que rota la voz, “como
todas las víctimas, tengo el corazón roto por los heridos y
fallecidos”, y eso que “están abrumados por la respuesta”, como dirá
otra madre de la Asociación, porque Pilar no es la única madre huérfana
aunque haya hecho de portavoz, portando y haciendo sonar esa voz peculiar,
mezcla de los timbres de voz del resto de las madres, del resto de mujeres
y hombres, de las muchas personas heridas por dentro y por fuera: “El
dolor es el mismo, pero quizá ahora lo tragamos con menos bilis y
angustia.” Y confiesa: “Me han robado la alegría, me han robado la
mitad de mi alma”.
Otro poeta más se suma al luto riguroso, individual y colectivo de Pilar,
al luto que ella lleva por la guerra de Irak y por su hijo, es Ángel González
con su poema “Muerte en el olvido”. Esta vez es ella quien lo escucha
silenciosa en la voz del locutor que hasta podría parecerle la de su
propio hijo: “Yo sé que existo porque tú me imaginas/ soy alto porque
tú me crees alto.../ ...pero si tú me olvidas quedaré muerto sin que
nadie lo sepa.”
Más voces, más poemas y canciones nos llegarán y llegarán a Pilar en
los próximos años recordándonos el dolor del 11 M, pero jamás
olvidaremos la voz poética de esta madre que representa a todas las
madres cuando pierden a alguno de sus hijos con resultado de muerte por
violencia, accidente, terrorismo o conflicto bélico. Tal vez la poesía
mitigue ese dolor pero no creo.
|