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A la izquierda de lo posible

Raúl Camargo   

Diagonal 28 de Enero de 2009

El estallido de la crisis financiera y la situación actual de recesión mundial ha introducido cambios significativos en la situación internacional y en las condiciones de trabajo de los movimientos sociales críticos con el sistema. La más importante de ellas es la extensión social de un rechazo amplio, pero difuso, del capitalismo, muy apreciable en las últimas fechas, pero más relacionado con los sentimientos que con la acción.

 

La interpretación dominante y consensuada de las fuerzas políticas y sociales –desde el Gobierno a las organizaciones sindicales y los medios de comunicación convencionales– es que hay que buscar soluciones a la crisis dentro de la lógica del sistema capitalista y de las necesidades concretas de sus élites, en primer lugar, el capital financiero. Hemos pasado del lema neoconservador: “No hay alternativas al neoliberalismo”, al lema sistémico: “No hay alternativas al capitalismo”.

En esta situación coexisten dos escenarios de futuro condicionados y contradictorios: por una parte, se amplían las posibilidades para la construcción de una izquierda política anticapitalista que pueda lograr una influencia capaz de desestabilizar el sistema político; por otra parte, si no se avanza significativamente en esta dirección, puede producirse un nuevo ciclo de desaliento, con costes sociales y morales muy grandes para los sectores más militantes y que concluiría en un mapa de fuerzas políticas semejante al actual y una refundación neoliberal.

En nuestro país, el interés por la construcción de una izquierda política anticapitalista es minoritario en la izquierda social, que es hoy el componente más numeroso e influyente de la ‘izquierda alternativa’. Sectores significativos de la izquierda social mantienen su desconfianza, su malestar, o su rechazo ante cualquier propuesta de ‘organización política’; en este sentido, se mantiene una situación de estancamiento que dura ya 20 años y que pensamos que es necesario un esfuerzo amplio y común para empezar a superar. Por otra parte, el mapa de fuerzas de la izquierda política ‘alternativa’ no ha experimentado modificaciones significativas. IU, al borde del abismo, ha cambiado de discurso. Es todo lo que puede cambiar. Permanecen las mismas ‘familias’ dirigentes, el mismo alejamiento de los movimientos sociales, la misma ausencia de cultura democrática y hasta las mismas metas, marcadas por las subalternidad en los gobiernos de Catalunya, Asturies y la Comunidad Autónoma Vasca. En definitiva, no hay ninguna organización que sea el referente estatal o nacional de este espacio político alternativo. Como siempre, la situación de Euskadi es especial y puede decirse que allí aún ocupa un papel –cuestionado, pero importante– la corriente abertzale.

En nuestra opinión, hay que intentar abrir una brecha en ese estancamiento y hay que hacerlo pronto; si no, las muy modestas experiencias positivas de los últimos años (algunas luchas obreras, algunas experiencias unitarias de organizaciones sociales...) corren el riesgo de esterilizarse. O peor aún, podemos terminar atrapados en la impotencia, determinados por debilidades y dificultades, que son reales, pero que tenemos que afrontar. Para ello, pensamos que es un objetivo imprescindible ganar atención, simpatía y fuerzas militantes para el proyecto de construir una organización política anticapitalista. Somos conscientes de que saber tratar las relaciones con corrientes y militantes de izquierda alternativa que no comparten, o incluso son ahora hostiles a este proyecto, sin sectarismo, sin autoproclamaciones, con debate, manteniendo siempre los vínculos de acción común, es fundamental para avanzar.

Es necesario que ese proyecto político tenga sus lealtades en las y los ‘de abajo’, en las luchas, y que estos vínculos se den naturalmente porque la organización esté en la primera línea de combate contra todas las agresiones del capitalismo, que ahora se manifiestan con especial crudeza y claridad. Y ese frente pasa hoy por reforzar las resistencias contra los despidos en Nissan y en tantas otras empresas, por denunciar el papel cómplice de los gobiernos europeos y del propio Gobierno español en la masacre que está perpetrando Israel contra Gaza, por reforzar las luchas contra el cambio climático y este modelo de producción y crecimiento, por seguir reivindicando un aborto libre y gratuito, por reclamar el derecho a la autodeterminación de las naciones del Estado. Para nosotros la política no puede ser nunca una profesión sino un compromiso voluntario para cambiar, a la vez, el mundo y la vida. La rotación de cargos, la formación permanente de la militancia y la concepción de las instituciones como un altavoz para las luchas sociales y nunca como un fin en sí mismo, forman parte indeleble de nuestro ideario.

En definitiva, pasa por levantar una organización política netamente anticapitalista, ecologista y feminista, que haya aprendido una nueva forma de hacer política por su propia militancia en los movimientos sociales. Y que lo demuestre en la acción. Se trata, combinando dos lemas de nuestras compañeras y compañeros zapatistas y del Bloco de Esquerda portugués, de “comenzar de nuevo, abajo y a la izquierda”.

En este camino, que será duro y difícil, pero también apasionante, nos hemos decidido a organizar una candidatura para las próximas elecciones europeas. Esta decisión ha levantado atención y simpatías, pero también extrañeza y desacuerdo en amigas y amigos. Sabemos que unas elecciones son un terreno minado para la izquierda anticapitalista y que además las elecciones europeas suscitan normalmente escaso interés. En fin, en los últimos años se ha impuesto en nuestro país la costumbre del voto llamado ‘útil’, aunque sea con las narices tapadas, en detrimento del voto por convicción, aunque las posibilidades de obtener diputados sean remotas.

Respetamos estos argumentos que responden, sin duda, a problemas reales. Pero pensamos que estas elecciones son también una oportunidad para llamar a la acción y la organización anticapitalista a escala europea. Tenemos además la voluntad de hacerlo dentro de una red internacionalista, en la que desarrollamos el aprendizaje y la experiencia común con organizaciones como el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, Sinistra Critica de Italia y otros grupos y plataformas, conscientes de que cada uno debe construir su propia trayectoria, pero es bueno hacerlo en un marco internacional solidario.

La Ley Electoral impone a las organizaciones que no tienen cargos públicos la recogida de 15.000 firmas para poder legalizar la candidatura. Queremos aprovechar esta traba legal para hablar con mucha gente, y escucharla, sobre la necesidad de construir una referencia política anticapitalista y alternativa que tenga, por primera vez en muchos años, una expresión electoral. Esta campaña nos pondrá también a prueba para conocer de primera mano la simpatía real y el interés de nuestra gente, o sea de la izquierda social y política que merece el nombre de ‘alternativa’. El llamamiento público, que se hará a finales de enero, para la creación de comités de apoyo sectoriales y territoriales para la recogida de firmas queremos que sea una buena oportunidad para la confluencia entre gentes de distintas luchas sociales y tradiciones.

¿Todo esto es ilusorio, es imposible? Vamos a verlo. En estos tiempos, pensamos que nuestro lugar está a la izquierda de lo posible.

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Raúl Camargo es Militante de Izquierda Anticapitalista

 

 

 

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