Diego Barcala
Público
22 de Marzo de 2009
El
arqueólogo Julio del Olmo, el médico forense
Albano de Juan y el historiador Pablo García
Colmenares mostraron anteayer cierta decepción
cuando en la fosa común que abrieron en
Villamediana (Palencia) sólo aparecieron los
cadáveres de tres mujeres.
Esperaban hallar los cuerpos sin vida de diez
más y restaurar, así, en un solo vistazo, el
honor de 13 de "las 25 rosas de Dueñas", las
mujeres que los pistoleros falangistas
asesinaron en los primeros meses que sucedieron
al golpe de Estado del 18 de julio de 1936. El
feminicidio del pueblo, de 3.000 habitantes, fue
tal que en 1936 había 200 niños huérfanos en
Dueñas. La represión se llevó por delante a 120
personas en un solo verano. |
Miembros de la
Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica exhuman en Villamediana la
fosa. - MÓNICA PATXOT |
¿Dónde estaban
los cadáveres restantes? Esperanza Pérez Zamora esperó
40 años en el exilio francés a que muriera el culpable
de la muerte de su marido. En 1980, con Franco bien
sepultado, volvió a Palencia, convocó a algunos vecinos
y se encaminó con pico y pala a la fosa del pueblo de
Villamediana cercano a Dueñas y a Venta de Baños donde
fue enterrado su marido. Sacó un puñado de huesos y les
dio sepultura digna en el cementerio. Pero Esperanza se
equivocó de tumba. En lugar de recuperar los restos de
su marido y sus compañeros fusilados todos vecinos de
Venta de Baños exhumó los esqueletos de algunas de las
13 mujeres que la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica esperaba encontrar el viernes pasado
en el mismo lugar.
El
feminicidio en el pueblo de Dueñas fue tal que en
1936 había 200 niños huérfanos
La posición de
los tres cuerpos inertes es la imagen de la muerte
violenta. Una mujer boca arriba, otra encogida entre sus
piernas con la mandíbula abierta, que parece gritar de
dolor, y un tercer cadáver alineado en una fila
perfecta. A su alrededor, la tierra rojiza enriquecida
por los restos orgánicos está salpicada por una peineta,
el tacón de un zapato de mujer, botones y restos de un
corsé.
«Puedo
morir tranquilo»
Pedro
Palenzuela de la Fuente, de 73 años, no sabe si alguno
de los tres esqueletos que se acaban de desenterrares el
de su madre Cecilia. No le importa. Ni siquiera mira con
atención el espectáculo arqueológico. "Esto es muy
grande", resume. Habla aliviado, como si haber cumplido
con el objetivo vital de recuperar los restos de la
madre que no disfrutó le extirpara el cáncer que padece.
"Para mí, con llevar los huesos al pueblo, me vale. Ya
puedo morir tranquilo", asegura.
Sólo se
hallaron tresde los 13 cuerpos que se preveían, que
fueron extraídos en 1980
No sabe con
exactitud por qué mataron a su madre cuando él apenas
tenía 15 meses y su hermana 3 años. Lo atribuye a "los
malquereres y envidias" de las vecinas. "Aprovecharon
que mi padre estaba fuera, segando en el monte, y se la
llevaron", dice. Los dueños de la vida del pueblo en el
verano de 1936 ni siquiera creyeron necesario celebrar
un juicio para las mujeres. En apenas 24 horas las
ejecutaban. Pedro nunca preguntó a su padre por qué
asesinaron a su madre. "Bastante sufrió, nunca hablaba
del asunto, nunca quise preguntar para no hacerle daño",
recuerda.
Sin embargo,
pone nombre y apelli-dos a las vecinas delatoras e
incluso al hombre que apretó el gatillo. Ha convivido
con esas familias durante décadas en Dueñas y no quiere
que los hijos de los hijos paguen ahora por el mal que
hicieron sus abuelos. "Incluso trabajaste para uno de
ellos", le recuerda una vecina. "¿Yo?, bueno era el
hijo, pero al padre le escupí en la cara cuando me pidió
trabajo. Le dije: A ti no te hago nada, eres un
criminal", narra Pedro con lágrimas. "Así fue, la
mataron y me jodieron toda la vida", dice resignado.
A diferencia de
Pedro, el historiador de la Universidad de Palencia,
Pablo García Colmenares, sí tiene una teoría de por qué
asesinaron a las mujeres. "Representaban los valores de
una mujer libre, que pensaba por sí misma y no se
plegaba al poder del hombre. Muchas habían salido a
celebrar el primero de mayo, e incluso iban armadas
cuando fueron detenidas", explica.
Los pocos datos
biográficos que se conservan de las mujeres enterradas
en Villamediana dicen que se trata de 13 mujeres de
entre 25 y 51 años. Muchas de ellas fueron detenidas
después de que sus maridos algunos afiliados a un
partido de izquierdas, otros sindicalistas ya estuvieran
en prisión. Mientras ellos fueron juzgados y
sentenciados (algunos a muerte), ellas fueron asesinadas
directamente, sin sentencia. El único rastro documental
que dejó su asesinato fue una fría cruz junto a su
nombre en la actualización del registro civil de 1937.
Un recuento municipal que dejó en apenas un año muchos
viudos encarcelados que, al final, consiguieron esquivar
la muerte.
Uno de los
testimonios orales de mayor valor de estos hechos lo dio
una persona viva. Su nombre sonaba el pasado viernes en
el único bar de Villamediana. "Celestino, el hombre de
97 años que viene en verano, lo sabe todo", afirma un
vecino sentado junto a la barra. Celestino enterró a las
mujeres. Era un mandado de los falangistas, que le
encargaron el trabajo sucio. No participó en los
asesinatos. De hecho, según cuentan en Villamediana, el
hombre pasó en prisión ocho años por sus ideas de
izquierdas.
Como
homenaje, el olvido
Acabada la
guerra, el Ayuntamiento de Dueñas decidió dar carpetazo
a la historia y hacer memoria. Lo hizo al estilo
franquista. Una orden municipal de diciembre de 1942
presentó un concurso para levantar un monumento a las
víctimas. ¿A todas? No, sólo a "los caídos en nuestra
cruzada de la liberación". El gobierno municipal se puso
en marcha para averiguar cuántos vecinos de Dueñas
murieron a manos de los republicanos en toda España.
Fueron 34, cinco de ellos considerados mártires, por
tratarse de sacerdotes. El Consistorio les dedicó una
placa.
Ni un recuerdo
para los más de 200 vecinos del pueblo que
desaparecieron y fueron enterrados en distintas fosas
esparcidas por los alrededores.