Veracruz,
puerta de la libertad. El exilio republicano, 1939-2009
Cuauhtémoc Cárdenas
23 de Junio de 2009
Ponencia de Cuauhtemoc Cárdenas en las jornadas “Veracruz,
puerta de la libertad”, conmemorativas de la llegada al
puerto
de esa ciudad atlántica del primer barco con refugiados
republicanos españoles.
Agradezco al Gobierno de Veracruz la invitación que
me ha hecho para participar en las Jornadas
“Veracruz, puerta de la libertad. El exilio
republicano, 1939-2009”, que mucho me distingue,
Jornadas que se celebran en ocasión de conmemorarse
el 70° aniversario de la llegada a este puerto del
barco “Sinaia”, del que desembarcó el primer
contingente de exiliados republicanos españoles, al
que se sumaron muchos más y que devino en una
inmigración que ha dejado grandes y valiosos
beneficios a nuestro país, por otro lado, en mi
caso, un exilio muy cercano a los afectos familiares
y personales
Aprovecho
para saludar fraternalmente a quienes nos visitan desde el
otro lado del océano y a quienes tuvieron la oportunidad de
participar, el pasado 25 de mayo, en la ceremonia que
recordó el 70° aniversario de la partida del “Sinaia” del
puerto francés de Sète.
Entre el
exilio republicano español y México hay gratitudes mutuas.
Recibieron y dieron los exiliados; recibió y dio México. En
ambos casos y en los dos sentidos, se dieron y recibieron
generosidad, amistad y solidaridad, y se encontró una clara
y fraterna identidad.
El
caso del exilio republicano español que llegó a México,
resulta de excepción en la historia de estos tiempos y en la
historia que comparten los pueblos de España y México. Otras
migraciones han llegado a un país o al otro en distintas
épocas, más remotas o más recientes, por causas políticas o
económicas; ninguna tan numerosa, en tan corto tiempo, de un
continente a otro, ninguna tan distante entre el lugar de
procedencia y el de destino, ninguna tan cercana en
sentimientos e identidades, tan cercana en sus luchas
emancipadoras y en sus esfuerzos de progreso,
caracterizados, en ambos lados del océano, por su ideal
humanista y sus compromisos libertarios. Eran luchas con
aspiraciones y propósitos comunes las que libraban entonces
los pueblos de España y de México. Por eso su fácil
entendimiento. Por eso la fusión de ese exilio con México y
lo mexicano.
“¿El
motivo por el que ayuda México a España?” se preguntó Lázaro
Cárdenas en sus apuntes personales, y se respondió
categórico: “Solidaridad a su ideología”1.
El exilio
fue producto de una derrota militar, de una guerra desatada
por el fascismo internacional que lanzó su poderío en apoyo
de la reacción interna, que no toleraba que España saliera
de la Edad Media para florecer en un régimen de igualdad y
libertades. Triunfó en España el fascismo internacional
también, por la miopía y pusilanimidad de las potencias
coloniales de entonces, que sacrificaron no sólo a los
pueblos de España, sino que abrieron el paso para que se
ensangrentara el mundo, incluyendo a sus pueblos, los de las
propias potencias coloniales.
Pero los
exiliados republicanos que partieron hacia México, a pesar
de un destino incierto y de ir hacia lo desconocido,
viajaron con el ánimo y el orgullo muy en alto. Durante la
primera travesía del “Sinaia” cargado de refugiados,
navegando por el Atlántico, se lee en el periódico que se
editaba a bordo: “Circulan unas píldoras contra el mareo,
también debieran circular píldoras contra la nostalgia… Ni
las condiciones sufridas deben ser ya motivo para
continuarlas imaginativamente, sufriendo, ni todo aquello
que hubimos de abandonar debe amontonarse –lacrimoso- ante
nosotros para entorpecer nuestra marcha. Fatigas y goces
pasados deben convertirse en estímulo, o dejemos libre el
paso. Estamos recorriendo un paréntesis vacío entre dos
vidas. Hay que recorrerlo cantando, con el mejor equipaje
posible de recuerdos. De la vida anterior sólo debemos
conservar lo que verdaderamente sea el germen, levadura, en
la segunda vida. No, no es tiempo de brumosas nostalgias
sino de duros propósitos. No de desfallecimientos sino de
ímpetus. Lo perdido en bienes materiales, de otra índole, de
seguro lo hemos ganado en experiencia, en madurez, en
hombría. En grandeza de alma. Y ésta la debemos reflejar en
el tono general –exterior o interior- de nuestra vida.
“Que ya
no podrá ser frívola, puesto que por ella ha pasado la más
honda tragedia de la historia española… Estamos
representando a España. Debemos salir airosos de la prueba.
Nuestro papel es difícil: es el papel de España, de una
España que ha perdido sin haber salido de ella”2.
De este
lado del Atlántico, mucho tiempo después, conocidas ya
muchas de las valiosas contribuciones del exilio a México,
Lázaro Cárdenas, al recordar ante españoles republicanos en
México la promulgación de la Constitución de la República,
el 14 de abril de 1957, les expresó: “Y México, nuestra
patria, abrió sus fronteras para recibir a los perseguidos,
hombres, mujeres y niños, no sólo por sentimiento, sino
cumpliendo también con los principios, para nosotros siempre
inviolables, del derecho de asilo.
“Y al
llegar ustedes a esta tierra nuestra, entregaron su talento
y sus energías a intensificar el cultivo de los campos, a
aumentar la producción de las fábricas, a avivar la claridad
de las aulas, a edificar y honrar sus hogares y a hacer,
junto con nosotros, más grande a la nación mexicana. En esta
forma, han hecho ustedes honor a nuestra hospitalidad y a
nuestra patria”3.
Se
tiene en algunos la impresión que el exilio republicano que
llegó a México estuvo compuesto sólo por intelectuales,
profesionales, artistas, científicos, y sin duda el
contingente de éstos fue de suma importancia, porque fue
numeroso y de una muy alta calidad su contribución en el
aula, la cátedra, la investigación, la expansión del
pensamiento y el desarrollo de la economía. Pero en los 20,
25 o 30 000 españoles que formaron el exilio republicano,
adultos y niños, llegaron a México, los más, trabajadores
del campo, la fábrica y el taller, que introdujeron nuevos
cultivos o mejoraron los existentes, que aportaron mejores
técnicas de trabajo o practicaron oficios novedosos, que se
fundieron con el país y su gente, y que sus contribuciones a
México fueron tan valiosas como las de quienes se
desenvolvieron en campos más públicamente reconocidos,
aunque sus nombres no hayan llegado a la memoria pública y
se conserven más que nada, en el recuerdo y el cariño de sus
proles mexicanas.
Desde que
estallara el conflicto, en México, mexicanos y españoles se
alinearon tras de uno u otro de los combatientes. La guerra
que se libraba en España dividía a la sociedad, encendía los
ánimos y abría heridas también en México. Unos saludaron con
gozo y beneplácito el levantamiento, otros brindaron firme
respaldo a la República. Quienes estaban con la legalidad
querían la paz, salvar vidas, proteger la cultura. De ahí
las iniciativas para traer a México a los primeros
refugiados: los niños de Morelia y el primer grupo de
intelectuales que ya en tierra nuestra formaron La Casa de
España.
Los
primeros republicanos exiliados que pisaron suelo mexicano
fueron los 1620 pasajeros del “Sinaia”, quienes hoy hace 70
años desembarcaron en esta H. Veracruz. Aquí llegó el primer
contingente del éxodo masivo, que se vio interrumpido en
1942 por el estallido y generalización de la 2ª guerra
mundial. En este puerto jarocho empezó la integración y
mexicanización de los exiliados, que llegaron y al mismo
tiempo no llegaron a tierra extraña.
El
exilio, que se pensó temporal, se hizo permanente. Había la
ilusión de un pronto regreso, pero la guerra mundial,
primero, y al llegar la paz, la mala conciencia de las
nuevas grandes potencias que les provocaba su abandono de la
República ante la agresión nazi-fascista, así como la
exoneración del régimen franquista por sus innumerables
crímenes, que eso representó ante la conciencia del mundo la
admisión de la España de Franco a la Organización de las
Naciones Unidas después, borraron la temporalidad y
afirmaron la permanencia de los exilios republicanos.
Los
recién llegados, muy pronto, se hallaron en México
realizando las mismas actividades que realizaban en España.
La Casa
de España, creada por la iniciativa de Alfonso Reyes y
Daniel Cosío Villegas, que con gran simpatía acogiera el
gobierno de Lázaro Cárdenas, a la que llegó un valioso grupo
de hombres de cultura y ciencia de España, que constituyó su
núcleo fundacional, pronto se transformó y creció como El
Colegio de México, hoy, sin lugar a dudas, uno de los más
prestigiados centros de educación, investigación y cultura
del país.
La
creatividad cultural y artística y el ejercicio de la
libertad de expresión por parte de los exiliados se reflejó,
desde un principio, en las muchas obras –más de dos mil
doscientos libros escritos ya en México para 1951, más
pinturas, esculturas, películas, etcétera- que empezaron a
producirse en México, en la creación de nuevas casas de
edición, en el surgimiento de nuevas librerías, en la
contribución al desarrollo de oficios como el de
restauración de libros y documentos históricos, tipografía,
encuadernación, creación también de nuevas escuelas, en las
que niños de ambas patrias empezaron a conocerse y convivir.
Muchos de
los recién llegados se incorporaron a la cátedra
universitaria y a la investigación en biología, química,
derecho, filosofía, matemáticas, así como en muchas
disciplinas más. Otros reiniciaron su práctica profesional
como médicos, abogados, arquitectos, agrónomos, ingenieros
de distintas especialidades. Llegaron también empresarios
que volvieron a ser exitosos en su tierra de nueva
adopción.
México
abrió al exilio y a españoles liberales, no necesariamente
exiliados, oportunidades que en la España de la dictadura se
les habían cerrado. Así, editoriales con su matriz en España
pudieron publicar en México libros prohibidos por el
franquismo. En México también, en la época de la represión
más dura, se editaron cerca de 200 libros y más de 80
ediciones periódicas en lengua catalana, con lo que este
idioma sobrevivió en esa época de oscurantismo en España4.
En el
número 1 de Quaderns de l’exili, de septiembre de 1943, se
dice que “nunca antes de 1939 se había remarcado con tanta
insistencia que la lengua era la patria… para un catalán la
persistencia del idioma era la médula de la nacionalidad”;
Albert Manet, por su lado, autor de La literatura catalana a
l’exili declaró que desde 1939 hasta cerca de los años
sesenta, “en México se mantuvieron vivas la cultura y la
lengua catalanas mientras en Catalunya eran inexistentes”5.
Todos los
exiliados republicanos, en una actividad o en otra, sin
escatimar esfuerzos, entregaron sus conocimientos, talento y
creatividad a México, a su cultura, a la enseñanza y
formación de sus niños y jóvenes, a su expansión social y al
desarrollo de su economía. Todos, por otro lado, se
integraron a la vida de México, haciendo crecer a la familia
o formando nuevas familias, identificándose con los valores
y sentimientos de la nueva patria, sumándose al esfuerzo por
su progreso.
Mucho ha
sido lo que el exilio republicano español ha dado a México,
no sólo en el tiempo que corre de 1939 a 1977, sino hasta
hoy, pues si bien las relaciones diplomáticas estuvieron
canceladas en aquel período, las de otra índole –culturales,
comerciales y, desde luego, las afectivas-, de hecho, nunca
se interrumpieron. De aquel exilio –y hoy todos deseamos que
no vuelva a haber más exilios en el mundo-, que hincó raíces
hondas en México, surgió una nueva nacionalidad, que es dos
en una, la del español-mexicano o mexicano-español, que no
es ni más español y menos mexicano o más mexicano y menos
español, y que tiene y mantiene identidad, compromiso y
corazón aquí y allá.
Al
agradecer nuevamente la oportunidad de participar en estas
Jornadas y de encontrarme con amistades, identidades y
afectos nacidos de aquel exilio, reitero, en mi calidad de
ciudadano de nuestro país, mi reconocimiento al pueblo
mexicano que recibió fraternalmente al exilio republicano
español, y aprovecho para recordar con cariño y rendir
homenaje a Lázaro Cárdenas, Presidente de México hace 70
años, quien al abrir el país a los españoles republicanos
cumplió con la solidaria y humanista obligación de brindar
asilo a hermanos en desgracia, y reafirmó su convicción, que
los hechos siguen confirmando hasta este día, que México se
enriquecería en lo humano y material y que serían muchos y
muy variados y valiosos los beneficios que recibiría del
exilio republicano español. Y Lázaro Cárdenas no se
equivocó.- Veracruz, 13 junio 2009
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Cuauhtémoc Cárdenas,
ingeniero, es un dirigente histórico de la izquierda
mexicana. Su padre, el general Làzaro Cárdenas tuvo una
política de extremada solidaridad con la república española
en guerra y, luego, con los republicanos españoles exiliados
en México.