Sebastiana Ortega Torres sabe mucho de lágrimas.
La ausencia de su tío, el guerrillero Manuel
Torres Hervás, El Practicante, ha marcado su
vida. Aunque no lo conoció, nació 12 meses
después de que hace 62 años su tío cayera
asesinado en una operación de castigo de la
Guardia Civil contra el maquis en Benagéber, ha
dedicado estos últimos 20 años a reconstruir la
memoria de aquel joven huérfano de un zapatero
remendón de Vilches que soñaba con ser marinero.
Los recuerdos de su infancia en ese pueblo de
Jaén son los ecos de Radio Pirenaica- "¡Aquí
Dolores Ibárruri! Estación Pirenaica"- que su
abuela escuchaba por la noche a escondidas tras
cerrar todos los postigos de las ventanas por si
decían algo de aquel hijo que se había echado al
monte.
Manuel, tras aprender el oficio de barbero, se
marchó a Madrid a buscarse la vida con sólo 16
años. Vivió los vientos de libertad de aquella
capital de la II República hasta que un mes
antes del golpe de Estado de Franco se enroló
como peluquero en el destructor Escaño, que iba
a permanecer fiel al Gobierno durante toda la
Guerra Civil. Allí, como le contó por carta a su
madre, hizo un curso de practicante "porque con
los tiempos que corren siempre es bueno saber
ayudar".
Su último puerto fue el de Bizerta (Túnez),
donde al acabar la contienda se entregó a las
autoridades francesas, que a su vez le pusieron
en manos de los franquistas junto a otros 2.000
marineros republicanos más refugiados allí. De
vuelta a España, su militancia comunista le
supuso el calificativo de rojo peligroso y una
condena a muerte, que le fue conmutada por la de
trabajos forzados en el Valle de los Caídos, de
donde se fugó una noche de tormenta de 1944.
Ingreso en la AGLA
La clandestinidad le llevaría a Teruel, donde
ingresó en la Agrupación Guerrillera de Levante
y Aragón (AGLA) con el alias de El Practicante.
Al alba del 25 de marzo de 1947 se acabaría todo
para Manuel. Acababa de llegar a la aldea de
Nieva, la actual Benagéber, cuando un chivatazo
llevó a la Guardia Civil a la casa en que se
había escondido para cuidar a un guerrillero que
tenía una herida de bala en la pierna y no podía
andar.
El hijo mayor de Santiago Martínez y Paquita
Montes, el matrimonio que les daba cobijo, José,
tenía 7 años y lo vio todo. Su padre acabó en la
fosa de los ocho con un tiro en la frente y su
madre en la prisión de mujeres de Valencia. No
fue hasta los años 90 cuando Sebastiana y su
madre, gracias al popular Quien sabe dónde de
Paco Lobatón, descubrieron el trágico final.
"José me contó -relata Sebastiana- que mi tío
pudo salvarse, pero no quiso abandonar al
herido. Se lo echó al hombro y los mataron en la
empalizada del corral". "Dio su vida por su
compañero, por eso quiero que sigan los dos
juntos, como él eligió", concluye emocionada.