Hace 72 años,
sin embargo, este paisaje anodino se
convirtió en lo más parecido al
infierno para decenas de miles de
hombres. Entre el 13 y el 23
de febrero de 1937 se
desarrollaron las trágicas jornadas
de la Batalla del Jarama, una de las
más sangrientas de la Guerra Civil,
una mezcla de remedo de sangrienta
batalla de trincheras de la I Guerra
Mundial y laboratorio de pruebas de
la II Guerra Mundial.
Como
cada año, un puñado de
voluntarios que participó en
la batalla ha regresado a la
'Colina del Suicidio', cuyo
sobrenombre hace inútil
cualquier explicación. Y un
libro recuerda paso a paso
cómo fueron aquellos días,
aquellas horas. 'La
Batalla del Jarama', de
Jesús González de Miguel
(Esfera de los Libros),
recopila los datos
militares, los testimonios y
las vivencias de españoles
de uno y otro bando y un
puñado de los 35.000
voluntarios internacionales
que lucharon en España
contra el fascismo.
Pese a
la buena documentación y la
profusión de recursos que
demuestra a lo largo de sus
más de 700 páginas, lo más
interesante para el profano
es conocer el día a día de
la lucha encarnizada, los
motivos que movieron a unos
y a otros a empuñar las
armas y matar o morir por
unos cerros que nunca más
volvieron a tener
importancia. |
Visita de Walter a las
tropas. |
Se puede
conocer así historias como la de
Walter, apodo del
general ruso que sirvió de
inspiración a Ernest
Hemingway en 'Por quién
doblan las campanas'. Puede uno
intentar hacerse una idea de lo que
pensaron los soldados españoles
cuando vieron aparecer a los
voluntarios de la Brigada
Lincoln ataviados con
uniformes de la Guerra del 19.
Asombra conocer la cantidad e
intelectuales británicos que
vertieron su sangre en España. Y
descompone a cualquiera hacerse una
idea de la escasez de recursos y el
miedo atroz a la muerte y al dolor
con el que cargaba el bando
franquista y defendía o
contraatacaba el republicano una o
varias veces al día.
Hay también
episodios propios de la epopeya
bélica, especialmente los centrados
en la lucha aérea, tan bella con la
lejanía del tiempo, a pesar de la
crudeza de los combates. En el
Jarama coincidieron dos de los
mejores aviadores de ambos bandos:
el franquista García Morato
y el republicano
García Lacalle. Fue, tal
vez, la batalla en la que mayor
igualdad de fuerzas aéreas hubo, con
la participación añadida de aparatos
soviéticos, italianos y alemanes.
En ciertos
momentos, sin embargo, se ansía
conocer más. Saber cómo vivían los
civiles los bombardeos en
Morata de Tajuña, a un paso
del frente; los intentos de asalto
hacia Arganda,
convertida en cuartel general
republicano y puerta de entrada
hacia Madrid.
En cualquier
caso, la lección es implacable. De
aquella dura batalla sólo quedaron
cenizas, sangre y muerte, además de
un frente estancado que únicamente
se movería con la caída definitiva
de Madrid y de la República, en
1939.