TEODULFO LAGUNERO Empresario y catedrático
vinculado al PCE, ofrece hoy una conferencia en
Castropol
Teodulfo Lagunero
(Valladolid, 1927) es quizás el más famoso
«fontanero» de la Transición, al que se deben
algunas de las «misiones» más delicadas. Este
personaje inclasificable, empresario de éxito
que financió al PCE de Carrillo en los años
setenta -fue quien facilitó la peluca a Carrillo
para que regresase a España-, catedrático de
Derecho y abogado, ofrecerá a las ocho de esta
tarde una conferencia sobre la revolución de
1934 en la Casa de Cultura de Castropol. Le
mueven, dice, «las mentiras de historiadores del
tipo de Pío Moa o César Vidal».
-¿Por qué Octubre del 34?
-Quería desdecir a los pseudohistoriadores que
dicen ahora que la Guerra Civil comenzó en 1934.
Es un disparate. Hay una derecha sociológica a
la que le encantan las cosas que dicen Pío Moa o
César Vidal, pero son verdaderas idioteces
acientíficas, como eso de quitar responsabilidad
a Franco por el golpe de Estado de 1936.
-¿Había un riesgo cierto de involución como en
la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini o
la Austria de Dollfuss?
-Lo voy a demostrar en la conferencia. Gil
Robles, al que sus partidarios llamaban «el
Jefe», y Lerroux estaban conspirando. Durante la
revolución, Calvo Sotelo propone a los militares
que se subleven. El piloto Ansaldo viaja a
Portugal para atraer el apoyo de Sanjurjo.
Robles lo reconoce todo en «No fue posible la
paz». La conspiración comenzó el mismo 14 de
abril de 1931. Y cuando llega a ministro de la
Guerra, Robles se rodea de los generales que se
sublevarían en 1936.
-Responsabilidad del PSOE.
-El sector más derechista de Besteiro no quería
la revolución. Tampoco Prieto, aunque se dejó
llevar. En realidad, Largo Caballero no esperaba
que desembocase en una sublevación. Confiaba en
que el presidente diese marcha atrás y no dejase
entrar a la CEDA en el Gobierno. Pero se
encuentran con que en Asturias hay un verdadero
proceso revolucionario, que desborda a los
socialistas.
-Siempre se echa en cara a la revuelta la muerte
de sacerdotes.
-El balance de esa revolución es
disparatadamente favorable al Gobierno. De 1.100
muertos, sólo 300 eran de las fuerzas del orden,
y sólo hubo unos 30 curas y seminaristas
asesinados. Se olvida que también en la Semana
Trágica de 1909 y en la huelga de 1917 se
quemaron iglesias y conventos. ¿Por qué? La
Iglesia española era la más reaccionaria del
mundo, siempre favoreció a los explotadores.
-Ahora la Iglesia y la izquierda vuelven a
enfrentarse.
-Es que, como dijo Santiago Carrillo, esta
Iglesia es la misma que la del 36. Ahora las
condiciones son distintas y la gente, en vez de
quemar iglesias, deja de ir a ellas. La Iglesia
sigue siendo retrógrada.
-La ley de Memoria Histórica ha levantado
ampollas...
-Para que no se repita la historia hay que
conocerla, y para pasar página hay que leerla
antes. Nadie pretende volver a la situación de
1936. Una cosa es que haya habido una
reconciliación, que nadie lo duda, y otra el
derecho que asiste a los hijos y nietos de los
represaliados a sacarlos de las cunetas, sin
ánimo de venganza.
-Usted es gran amigo de Carrillo, ¿se le
reconoce a éste su papel en la Transición?
-Durante 12 años puse mi persona y mi dinero al
servicio de quien luchaba contra el franquismo.
Mi familia sufrió mucho, mi hermano y yo fuimos
condenados a muerte. Quienes luchaban contra
Franco no eran otros que Carrillo y el PCE.
Cuando salimos por Madrid, todo el mundo que se
le acerca le agradece lo que ha hecho por
España, incluso gente de derechas y comunistas
de base, pese a que el PCE ha renunciado a
Carrillo.
-¿Y la sombra de Paracuellos?
-Ni siquiera en la Causa General se le acusa a
Carrillo de lo de Paracuellos. Fue luego, en
1960, cuando le nombraron secretario general.
Cuando Paracuellos tenía 20 años. Como consejero
de Orden Público tomó la decisión de llevarse a
los 2.000 militares traidores de la cárcel
Modelo, porque había riesgo de que los
sublevados los liberasen. Fueron los milicianos
que los trasladaban los que cometieron la
salvajada. Quizá Carrillo pudo hacer algo más
para evitarlo, retirando tropas del frente, pero
de ahí a organizarlo...
-Usted es vocal de la Asociación para la Defensa
de la Transición. ¿Pudo hacerse mejor?
-Los resultados de la Transición están ahí. Ha
traído treinta años de convivencia, se pasó a
una democracia con pocos costes sociales y
España no se parece en nada a la de hace tres
décadas. Habrá sus diferencias, pero la gente ya
no se mata. ¿Pudo hacerse mejor? No se pudo
hacer de otra manera. En el contexto de la
guerra fría, Estados Unidos no hubiese
consentido un proceso revolucionario.
-Reparta méritos.
-España le debe eterno agradecimiento a Adolfo
Suárez, al comprender que el régimen no podía
perdurar, y a Carrillo y los comunistas, que
renunciaron a muchas cosas en aras de la
convivencia.
-¿Y el Rey?
-No tiene tanto mérito. Ni don Juan ni don Juan
Carlos eran sinceros. Querían ser reyes y no les
importaba la democracia. Don Juan apoyó la
sublevación de Franco. Si hemos echado cuatro
veces a los Borbones es porque es una dinastía
nefasta.