Tras el desenlace
de la guerra y la instauración de la dictadura, Oyarzábal marchó a
México, donde murió hace 35 años y donde se convirtió en referencia
política e intelectual del exilio español. Recientemente, la
editorial malagueña Alfama ha publicado sus memorias Rescoldos de
libertad, que corresponden precisamente a la época del exilio y
que habían permanecido inéditas.
Isabel Oyarzábal heredó de su madre, una sueca llamada Ana Smith,
una educación liberal poco habitual en el último tramo del siglo XIX
español. Por ello no dudó en aspirar a puestos de influencias
tradicionalmente reservados a los varones. Su dedicación más
significativa en este sentido fue su ejercicio de la tarea
diplomática en Suecia, en plena corte del Rey Gustavo, desde 1937
hasta 1939, cuando se vio obligada a abandonar su puesto para
embarcarse en el exilio. En 1920 asistió como delegada al Congreso
de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, aunque ya
antes su conocimiento de varios idiomas le había permitido trabajar
como profesora de español en la localidad inglesa de Sussex, donde
también trabajó como corresponsal de prensa. Su mayor deseo, sin
embargo, era ser actriz, un sueño que cumplió gracias a la
complicidad de su madre y a pesar del escándalo que provocó en su
entorno cuando para tal propósito ambas marcharon a Madrid para una
prueba a instancias de la intérprete María Tubau, a la que
conocieron en un homenaje que se le había rendido en Málaga. Tubau
era además la madre de Ceferino Palencia, crítico de arte con quien
Oyarzábal se casó en 1909.
La malagueña compaginó sus representaciones teatrales con su labor
de periodista. En 1930 logró entrar en la cárcel para fotografiar al
Comité Revolucionario, cuyas imágenes publicó en el Daily Herald
de Londres. Cuatro años antes contribuyó a la creación del Lyceum
Club Femenino, presidido por María de Maeztu y del que la propia
Oyarzábal fue vicepresidenta junto a Victoria Kent para las iras de
los sectores conservadores, que criticaron el feminismo activo que
se defendía en la institución y que se traducía en la defensa del
divorcio y otros postulados progresistas. En 1929, la activista
presidió la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad y se
especializó en Derecho Internacional. Fue además candidata en las
listas del PSOE en 1931, tras lo cual comenzó su carrera diplomática
que llegaría a su fin en Suecia y el posterior exilio. Ella
representó, en fin, el paradigma de la mujer republicana desde la
política y la creación artística.
Como escritora destaca especialmente su novela En mi hambre mando
yo, que rescató hace cinco años la editorial Mono Azul y que
narra las peripecias de un grupo de mujeres durante la Guerra Civil.
La obra debe su título a la consigna que popularizaron los
anarquistas andaluces en la misma época y que, tal y como explicó la
misma autora en el libro, empleó un labriego cuando le ofrecieron un
trabajo que mitigara su necesidad a cambio de que votara al
candidato reaccionario. Oyarzábal dictó además numerosas
conferencias sobre folclore y moda en ciudades de Estados Unidos y
Canadá que se recogieron en el libro El traje regional en España,
publicado en 1926. Ahora, su historia queda un poco más cerca.