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El olvido, potente arma

Alejandro M. Gallo

La Nueva España 10 de Abril de 2009

 

«La Nueve», de Evelyn Mesquida, recupera la memoria de los republicanos españoles que liberaron París
 

Que la Historia la escriben los vencedores es una verdad de Perogrullo y no necesita aval de ningún filósofo. En ocasiones ocultan hechos; otras, trucan fotos (Stalin borrando a Trotsky de las imágenes en las que aparecía al lado de Lenin. Franco retocando las suyas junto a Hitler en Hendaya), y, a veces, la técnica empleada es matar testigos. Pero existe una maniobra, menos cruel que el asesinato, que no necesita alterar los hechos ni manipular retratos: el olvido.

Lo que ocurrió después de la guerra civil, en el interior del Estado español, con los defensores de la legalidad republicana lo vamos conociendo poco a poco, incluso sospechamos dónde se encuentran sus cuerpos. Pero más desconocido es qué ocurrió con los exiliados que pusieron rumbo a México, Francia, África o la Unión Soviética. Algo intuimos a través de Antonio Machado, Max Aub y tantos otros. La mayoría murió en el exilio: Luis Cernuda, en México; Madariaga, en Suiza; Salinas, en Boston; Grau, en Buenos Aires... Luego están los otros, «los que se exiliaron al otro mundo», como dijo José Bergamín al referirse a Federico García Lorca y Miguel Hernández. Pero desconocemos el destino de muchas vidas comunes que fueron protagonistas de esa parte de la Historia.

La aparición reciente de La Nueve (Los españoles que liberaron París), de la periodista Evelyn Mesquida, nos obliga a regresar a la vida de esos compatriotas. Antes hagamos un ligero repaso a tres autores que han investigado el papel de los exiliados españoles en la II Guerra Mundial intentando abarcar todos los terrenos en los que pusieron el pie.

El primero fue Antonio Vilanova con su obra Los olvidados, publicada en 1969 en París. Las 512 páginas de investigación se centraron en los campos de internamiento para refugiados en Francia, los prisioneros españoles en los campos de exterminio nazis, los que integraron la Resistencia francesa en el Maquis, aquellos que ingresaron en la Legión Extranjera y protagonizaron hazañas heroicas como la liberación de Narvik. Luego dedicó un capítulo extenso a los hombres que liberaron París con Leclerc y, por último, se centró en los españoles que combatieron a Hitler en el frente ruso. Ese esquema de Vilanova va a ser básico en las investigaciones posteriores.

El siguiente libro que pretende ser global es el de Eduardo Pons Prades, que data de 1975, y lleva por título Los republicanos españoles en la II Guerra Mundial. Su amplia investigación (767 páginas) se centra en cuatro bloques: los españoles en el Maquis francés, las campañas en Noruega de la Legión Extranjera, los que liberaron París y los que defendieron Stalingrado del cerco nazi.

Secundino Serrano, después de su encomiable trabajo sobre la guerrilla antifranquista en toda España, Maquis (Ed. Temas de hoy, 2006), también se embarcó en esta investigación con su obra La última gesta (Los republicanos que vencieron a Hitler). En ella rompe un poco el esquema trazado por los anteriores para centrarse más en el drama y no sólo en la épica. Serrano, además de abordar los puntos de sus antecesores, analiza el papel de los exiliados en las Compañías de Trabajo, se detiene en especial sobre los españoles en el Maquis francés y enlaza todo con la invasión guerrillera por el valle de Arán a finales de 1944.

La obra de Evelyn Mesquida sigue los pasos de las anteriores, pero centrándose en un solo punto: los españoles en la II División Blindada del general Leclerc. Uno de sus Regimientos, el III (Regimiento de Marcha del Tchad), acogió a la mayoría. Estaba bajo el mando del teniente coronel Joseph Puzt, un veterano de las Brigadas Internacionales, que dicen inspiró a Ernest Hemingway para el protagonista de Por quién doblan las campanas. En ese regimiento se encontraba la 9.ª Compañía (La Nueve) compuesta por 156 soldados españoles, una compañía de choque. A ellos les correspondió el honor de ser los primeros en entrar en París y declararla ciudad abierta. Charles de Gaulle los eligió para escoltarle y abrir el desfile triunfal por los Campos Elíseos. Sus brazos portaron brazaletes con la bandera de la II República y sus acorazados, los nombres de batallas de la guerra civil: Ebro, Guadalajara, Teruel, Guernica, Madrid... Hasta se acordaron de su literatura y héroes patrios, y un «half-tralk» fue bautizado como El Quijote. El título de ser el primero en alcanzar la puerta del Ayuntamiento de París le correspondió al teniente Amado Granel, un veterano de la guerra civil española, exiliado y enrolado posteriormente en los Cuerpos Francos de África. Su imagen fue la portada de «Libération» bajo el titular: «ils sont arrivés!». Después...

Francia los condenó al olvido. Basta leer ¿Arde París?, de Dominique Lapierre y Larry Collins, o ver su versión cinematográfica. ¿Dónde están los soldados españoles que liberaron París? Hasta tuvieron la desfachatez de escribir que los blindados llevaban los nombres de victorias napoleónicas: «Romilly, Montmirail y Champaubert, y una media docena de coches blindados» (pag. 334. Plaza y Janés. 3.ª ed.). Eso era La Nueve para los dos ínclitos escritores y para el chovinismo galo.

No crean que sólo fueron los franceses los que silenciaron su gesta. También los norteamericanos se apuntaron la hazaña de liberar el campo de exterminio de Natzweiler- Struthof donde el doctor August Hirt realizó sus experimentos en cuerpos vivos y se encontraron 86 cadáveres en cubas de etanol. La heroicidad de coronar el Nido del Águila, el búnker de Hitler en las montañas, también se la apuntaron. Pero los exóticos apellidos yanquis de Burton, Eastwood, Savalas, Ryan, Fonda... de sus ficciones cinematográficas, en la realidad fueron Montoya, Bernal, Arrúe, Lozano, Pujol, Hernández, Campos, Fábregas... Y se nos fueron en silencio, dejando sus cuerpos en tumbas que jalonan la ruta de Normandía al búnker de Hitler.

Tal vez alguien se pregunte: ¿había algún asturiano en La Nueve o en otra compañía de la II División? La respuesta es afirmativa y pueden leer su testimonio en el libro de Mesquida.

A modo de conclusión: cuatro libros imprescindibles para conocer qué fue de nuestros paisanos en el exilio.


 

 

 

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