Los obispos católicos españoles
disimulan cada vez peor y con
menos ganas, su añoranza de la
dictadura franquista, los
tiempos en los que, con el
nacionalcatolicismo convertido
en religión oficial, hacían y
deshacían a su antojo,
imponiendo por la fuerza sus
normas morales a todos los
españoles.
Ahora, el obispo de Alcalá de
Henares, Juan Antonio Reig, ha
oficiado una misa en la iglesia
de Paracuellos del Jarama (es el
cementerio donde están
enterrados los asesinados en el
Madrid republicano al inicio de
la Guerra Civil), presidida por
la bandera española con el
escudo franquista, a la que
asistieron todos los líderes de
la extrema derecha española.
Uno de ellos, Blas Piñar, afirmó
sentirse “muy emocionado” por la
homilía, añadiendo que no podía
creerse que todo un obispo
hubiera dicho lo que dijo Reig,
quien aseguró, entre otras
sentencias, que Paracuellos es
la catedral con más mártires de
la cristiandad.
Es obligación de un sacerdote
oficiar misas por cualquier
difunto; hacerlo por los
asesinados durante la Guerra
Civil es, además de una
obligación para un sacerdote
católico, una responsabilidad
añadida. Son más discutibles,
aunque sujetas a interpretación,
sus afirmaciones sobre “la mayor
catedral de mártires de la
cristiandad”. Hasta aquí, nada
que los obispos españoles no
hayan reiterado hasta el
hartazgo durante décadas y
décadas.
Lo chocante, es que jamás un
obispo español ha levantado su
voz para ensalzar a los miles de
asesinados por la represión
franquista durante y después de
la Guerra Civil, a lo largo de
la cruel posguerra, en la que la
dictadura asesinó a decenas de
miles de republicanos o,
simplemente, “desafectos al
Régimen”. No sólo no levantaron
la voz, sino que, muchas veces,
fueron los cómplices necesarios
para que se perpetraran los
crímenes.
No sorprende que el obispo Reig
diga misa escoltado por el
escudo franquista; no sorprende,
porque con el cardenal Rouco
presidiendo la Conferencia
Episcopal, estando al mando de
los obispos, la Iglesia católica
española es cada vez más la
expresión de la nostalgia por
los “viejos buenos tiempos”, en
los que el general Franco le dio
todo lo que podía soñar,
convirtiéndola en su sostén y en
la guardiana de las esencias de
la moral patria.
El desenganche que la Iglesia
protagonizó de la dictadura
parece haber sido olvidado;
ahora, alarmados los obispos por
el “laicismo radical” de
Zapatero, su querencia es la de
volver a un tiempo en el que la
pena de muerte se ejecutaba sin
más, pero no había divorcio ni
aborto y ellos dictaban en los
colegios la moral de todos. Así
es cómo la Iglesia católica se
está quedando sin ovejas. Lo que
dicen las encuestas es demoledor
para los obispos: el setenta por
ciento de los españoles aseguran
sentirse católicos, pero casi
todos pasan absolutamente de los
jefes del catolicismo español.
Qué drama el de Rouco y sus
cofrades.