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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

 

La Mota en el Cuervo

 

Pedro Peinado Gil

La Gavilla Verde  10 de Marzo de 2009


Las personas que de buena fe se oponen a su retirada, deben saber que no están haciéndole un favor a la iglesia, pues no se retira una cruz, se retira un símbolo político que exalta la sublevación militar y la Guerra Civil


 

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Las leyes están para cumplirlas, pero nos hayamos ante una sociedad donde se han destacado gloriosas deslealtades, pues parece que las administraciones solo sirven y son loables cuando son nuestras. Cuando son ocupadas por otros, todo vale para desprestigiarlas. Estas actitudes atosigan el sistema y lo hacen ineficaz. Y esa lección deberíamos conocerla de memoria.

 

Esto entronca con la cultura del guerra-civilismo como patrón imperante en el pensamiento político y social de algunos. La transición nos debería haber ayudado a superar determinadas actitudes, pero presenta disfunciones, por ejemplo, responder a ¿Cuál debe ser nuestra relación con el pasado?

 

La transición debía ser la solución a unos enfrentamientos recurrentes que nacerían desde el mismo momento fundacional de España. Un lugar común donde podríamos vivir todos, pero eso no es así para algunos empecinados en legitimar el franquismo. Desde el inicio de la democracia, se ha demandado un trato que igualara a todos los compatriotas que se vieron envueltos en la guerra civil y que sufrieron la represión inherente a toda dictadura.

 

Se producen dos problemas que quisieron solucionarse con el olvido. El primero, la rehabilitación de los que habían pertenecido al bando perdedor y legal. El segundo, que la democracia no podía levantarse sobre los pilares de una dictadura. Podía hacerlo sobre sus cenizas o en otro solar, pero no sobre un régimen que obvió los derechos fundamentales de las personas y utilizó toda la fuerza, no ya para ganar una guerra, sino para mantenerse durante cuarenta años por la gracia de dios. El régimen democrático ha ido creando mecanismos para paliar el déficit que tenemos con los que defendieron el estado democrático antecesor. Como las víctimas fueron muchas, se han tenido que ordenar medidas compensatorias, pues las víctimas del bando sublevado participaron de los beneficios de la victoria y el diferencial era excesivo.

 

Al ser un país europeo, tenemos la obligación de conocer los procesos políticos que nos llevaron a la gran guerra, tras la antesala española, incluidos los que sufrieron las dictaduras estalinistas. Todos se han ido desprendiendo de monumentos y placas con la ilusión de forjar un continente donde su primera virtud es la permanencia de la libertad, la igualdad y avanzar hacia la justicia social. Todos estos países han desarrollado políticas públicas de la memoria para inocularse del totalitarismo. España no debe ser diferente. Todos estos esfuerzos querían verse consagrados en una Ley, que pretende reunir los últimos retales perdidos y cerrar las heridas que aún mantenemos tras treinta años de constitución monárquico-democrática, pero no.

 

El gobierno municipal de Mota del Cuervo, en aplicación de la Ley 52/2007 retira la cruz de los caídos de esa población manchega. Y la ley ha de cumplirse. La oposición y el obispo han denunciado al ayuntamiento. Las personas que de buena fe se oponen a su retirada, deben saber que no están haciéndole un favor a la iglesia, pues no se retira una cruz, se retira un símbolo político que exalta la sublevación militar y la Guerra Civil. Esas cruces han sido retiradas de muchos pueblos por los propios creyentes con su párroco al frente. Su presencia no ayudaba a la reconciliación y ese es uno de los pilares fundacionales de la transición: que todos podemos vivir bajo un mismo techo y que ese techo se funda en la democracia. Estamos ante un símbolo político que adopta la forma de cruz, pues tenía labrados los símbolos de una organización política y no debería haberse permitido, pues si la Iglesia es una organización social, no debe albergar unos u otros símbolos y, menos, identificarse con ellos.

 

El guerra-civilismo es una de las herencias del pensamiento franquista. Los que selevantaron contra la República, lo hicieron contra un sistema democrático y lo sustituyeron por otro que nunca lo fue. En aplicación de la Ley, si la iglesia presenta batalla, debería nuestro estado retirarle las subvenciones que recibe e identificar a aquellos que se oponen a la limpieza de vestigios de la dictadura, como personas que no están conformes con el sistema democrático, donde las leyes han de cumplirse y nos asisten a todos. El propio sistema establece la forma de modificar las leyes. La democracia es un proceso que se reconstruye cada día. Seamos generosos con ella.

 

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Pedro Peinado Gil

Presidente de La Gavilla Verde

 

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