Morir en
Colliure
Ian Gibson
El
Periódico 12 de Marzo
de 2009
Se equivocan
quienes abogan por que los restos de Antonio Machado sean
enterrados en España
Han pasado ya 70 años desde aquellos
terribles primeros meses en los que tuvieron que huir del
fascismo patrio e internacional tal vez medio millón de rojos
españoles, y cruzar, atropelladamente, la frontera francesa,
dejando atrás, como nuevos moriscos, todo lo que era
legítimamente suyo. Si Federico García Lorca es el máximo
símbolo del pueblo español martirizado intramuros por quienes se
rebelaron contra la democracia, Antonio Machado y Manuel Azaña
lo son del exilio forzoso provocado por la sublevación criminal.
El poeta de Campos de Castilla admiraba
profundamente, como se sabe, al presidente de la República, a
cuyo partido pertenecía, y es significativo que el último texto
literario suyo que se conoce sea un elogioso prólogo para el
libro de su amigo Los españoles en guerra, que se imprimía en
Barcelona cuando la ciudad cayó en manos del enemigo, el 26 de
enero de 1939. Se trataba de cuatro discursos dirigidos a la
nación durante la contienda, y cuya sobriedad, hombría de bien y
énfasis sobre la ética como máximo valor humano conmovieron al
poeta en aquellos momentos en que sabía que se aproximaba el fin
del sueño republicano.
SETENTA AÑOS desde la muerte de Machado.
Se dice fácilmente. En esta efeméride, los actos en homenaje al
escritor han proliferado alrededor del país, y se ha podido
constatar una vez más la intensa emoción --y gratitud-- que
suscita su obra. Machado sube también en el extranjero. Lo
simboliza el hecho de que la magnífica edición crítica de sus
poesías y prosas completas se debe a un italiano, Oreste Macrí.
Por lo que respecta al mundo anglosa- jón, me consta que hay
excelentes versiones inglesas de poemas suyos. No cabe duda de
que se trata de uno de los pensadores más hondos, y de los
poetas más amados, que ha dado España.
Por todo lo cual a nadie le puede dejar
indiferente el patético final de su vida y el hecho de que sus
restos, como los de su madre, descansan en el pequeño y recoleto
camposanto de Colliure, justo al otro lado de la frontera
catalana. Últimamente han aparecido en la prensa numerosos
comentarios al respecto. Hay quienes abogan por que dichos
restos vuelvan a España. No soy de ellos. Los Machado --Antonio,
su madre, su hermano José y la mujer de éste, Matea Monedero--
fueron atendidos con suma caridad en Colliure por la dueña del
hotel Bougnol-Quintana, que les dio cama, comida, ropa,
esperanza y hasta sellos para sus cartas, así como por otros
ribereños simpatizantes con la causa de la democracia española.
Y, cuando llegó la muerte, a Machado le fueron rendidos todos
los honores, con entierro digno incluido, como se puede apreciar
en las fotografías que se conservan.
DESDE ENTONCES, Colliure no ha dejado
nunca de ocuparse del poeta. En 1957, el Comité Antonio Machado
de la localidad promovió una suscripción popular para la
construcción de una sepultura nueva que contuviera juntos sus
restos y los de su madre, y el ayuntamiento apoyó la iniciativa
cediendo a perpetuidad una ubicación privilegiada cerca de la
entrada al cementerio; a lo largo de las décadas, distintos
cabildos han promovido actos e iniciativas relacionados con el
poeta y su obra, y en la actualidad la Fundación Antonio Machado
de Colliure sigue con la tarea de honrarle y de fomentar el
interés por su obra. Incluso patrocina un premio literario en su
recuerdo.
El actual alcalde de la localidad
francesa, Michel Moly, acaba de reaccionar airadamente en una
carta a El País, y se comprende, ante una reciente columna de
Almudena Grandes, titulada Para Antonio, allí publicada. En
ella, la escritora ha arremetido contra la tumba, considerándola
"pequeña, indigna, pobre, ajena, insignificante y, sobre todo,
fría, demasiado para un poeta que me ha hecho temblar de emoción
tantas veces"; se permite afirmar que, para el Ayuntamiento de
Colliure, Machado "representa una estupenda fuente de ingresos",
lo cual no solo es absolutamente falso sino un insulto en toda
regla, y expresa su deseo de "ofrecerle a Antonio una tumba
española, caliente y soleada".
PERO NO DICE dónde. Sobre el asunto
existen, inevitablemente, discrepancias y desacuerdos. Hay
sorianos que quieren que Machado esté al lado de la pobre y
malhadada Leonor. Otros reconocen que no puede ser, toda vez que
el poeta tuvo después, con Pilar de Valderrama (Guiomar), la
relación amorosa que consideraba más profunda de su vida. ¿Y
Sevilla? Sí, en la ciudad natal hay voces que reclaman para
Machado un lugar destacado del cementerio de San Fernando
(donde, por cierto, no queda rastro del entierro de su padre,
aquel gran tipo desafortunado que dio su vida por la causa de la
cultura popular). En cuanto a Madrid, Luis García Montero
--casado con Almudena Grandes-- aboga por el Cementerio Civil
(en el que yacen el abuelo paterno y otros parientes del poeta),
opción acertada, a mi juicio, si un día se lleva a cabo la
exhumación.
Entre tanto, nada más instructivo que
seguir la ruta de la familia, desde Port Bou y la frontera (hoy
sin gendarmes) hasta Colliure, con parada de rigor en la
estación de Cerbère donde, así como en otros puntos de la zona,
la Francia actual, con paneles explicativos que la honran,
recuerda el sufrimiento de tantas decenas de miles de españoles
exiliados.