El poeta
Marcos Ana, Marcos por su padre, Ana, por su madre, es
el pseudónimo literario de Fernando Macarro Castillo.
Pero se nos presenta con su pseudónimo, con el que acaba
de editar su libro autobigoráfico “Decidme cómo es un
árbol”, que desgranó en el Salón de la Cultura de
Archena el pasado sábado 25, en el contexto de las “II
Jornadas de la Memoria” organizadas por el Ateneo “Villa
de Archena”, en acto presentado por Dolores Abad y que
contó con personas que recitaron algunos de sus poemas.
Marcos es hijo
de aquella España en la que los niños y niñas abandonan
precozmente la Escuela. Nacido en enero de 1920 en el
seno de una familia paupérrima de jornaleros del campo
en el pueblo salmantino de Arconada, pasó a vivir en
Ventosa del río Almar, una pequeña localidad de esa
misma provincia. Su padre, analfabeto, murió al estallar
la guerra, alcanzado por una bomba. Su madre, que
dominaba la lectura y escritura, murió posteriormente
por no poder soportar el encarcelamiento de su hijo.
Marcos era el
menor de la familia. A los doce o trece años,
coincidiendo con la etapa republicana, dejó de estudiar
para colocarse como “mozo” en una tienda. Sus padres
eran creyentes, por lo que, según dice, en su casa se
rezaba el rosario. A los dieciséis años ingresó en las
Juventudes Socialistas, que luego se unificarían con las
Comunistas, dando lugar a las Juventudes Socialistas
Unificadas (JSU). Al estallar la guerra, quiso ir
voluntario al frente, pero no se lo permitieron por su
edad, lo que le llevó a ser instructor, en el Palacio de
El Pardo, de los jóvenes socialistas. Allí estuvo hasta
la rendición del Madrid (“traición” del coronel Casado)
en marzo de 1939, siendo posteriormente encarcelado en
Porlier y luego en Ocaña, cárceles en las que pasó
veintitrés años de su vida, estando en dos ocasiones al
borde del pelotón de fusilamiento.
Un hombre
generoso y bueno
Marcos es,
ante todo, un hombre sencillo y bueno, que exhala
generosidad. Lleva incrustado en lo más hondo de su ser
la memoria de sus compañeros encarcelados y asesinados,
razón que le impulsa a defenderlos y no olvidarlos. En
su alocución, nos emocionó y nos aportó un rayo de
esperanza para luchar por la justicia, que no por la
venganza, porque antes de “pasar página hay que leerla”,
según nos dijo.
En su libro de
Memorias afirma: “La venganza no es un ideal político
ni un fin revolucionario. Yo quiero el triunfo de la
democracia para acabar con el odio y el fratricidio,
para que todos los españoles podamos vivir
pacíficamente, coincidir o discrepar en la defensa de
nuestras ideas sin tener que degollarnos los unos a los
otros. La única venganza a la que yo aspiro es a la de
ver triunfantes un día los nobles ideales por los que he
luchado y por los que miles de demócratas y
antifranquistas perdieron su vida o su libertad. […] La
recuperación de la Memoria Histórica no es para pedir
cuentas a nadie por las responsabilidades contraídas en
el pasado, sino para situar la Historia en su lugar,
arrancar del olvido nuestras víctimas y cancelar de una
vez los procesos y condenas incoados por un régimen
ilegal impuesto por las armas frente a la legalidad
republicana”.
Aseguró que lo
sucedido en esa España de la intolerancia, en la
posguerra, no ha de olvidarse y debería constituir una
asignatura obligatoria para ser transmitida a los
jóvenes, a los que, lejos de los estereotipos al uso,
calificó de gente comprometida capaz de integrarse en
asociaciones solidarias, por lo que hemos de hacer un
esfuerzo por acercarnos a ellos, por comprenderlos.
Marcos no
guarda rencor por el periodo de su vida transcurrido en
cárceles franquistas, es más, reconoció que la
experiencia de la prisión, lejos de traumatizarle, le
supuso cierto enriquecimiento personal. En la prisión
aprendió a escribir. Aseguró que el encierro obligado en
una celda de reducidas dimensiones agudiza la percepción
sensorial, hasta el extremo de que era capaz de
reconocer los sonidos diferenciados de las pisadas de
los carceleros, según vinieran a aportarle el sustento
diario o en busca de algún preso destinado al pelotón de
fusilamiento. Incluso por las muecas y el gesto facial
de los funcionarios de prisiones adivinaba el nombre de
quien iba a ser ejecutado, antes de ser pronunciado. Sin
embargo, sometido él personalmente a esta extrema
experiencia en más de una ocasión, aseguró no haber
experimentado el miedo; nos dijo que ejerció de
“pedagogo del optimismo” ante sus propios compañeros.
Preguntado por
cómo pudo soportar esas tensiones constantes, afirmó que
lo que le ha mantenido en pie ha sido el deseo
compulsivo de luchar por la Justicia, así como la
solidaridad con los compañeros, con los oprimidos, la
única arma que él conoce.
Encuentro
con Pablo Neruda
Nos refirió un
encuentro con Pablo Neruda, con el que estuvo charlando
un día hasta altas horas de la madrugada. Al terminar,
éste le dijo que podría haber grabado todo el contenido
de la conversación, en la seguridad de que, con ello,
tendría su libro autobiográfico asegurado, con un estilo
más real y menos “mecanizado”. Ahora reconoce que aquel
poeta tenía razón, pero que en esos momentos no hubiera
podido hacerlo, al embargarle la emoción. El sufrimiento
y las lágrimas no le permitían relatar su vida como él
hubiera deseado.
Un hombre
agnóstico, pero tolerante y respetuoso
Confesó que en
una iglesia de Vallecas no le importó tener la imagen de
Cristo al lado mientras relataba sus experiencias
vividas, en la medida, dijo, que se sentía cercano e
identificado con la figura de Cristo, que no con la
Iglesia-institución ni con la religión. Hombre
tolerante, cree que incluso en la derecha encontramos
“buenas personas”, como sus vecinos actuales, o como
aquella concejala de Burgos que le ofreció, en una de
sus charlas, un ramo de flores con siete rosas rojas
(por los siete años transcurridos bajo la pena de
muerte) y dieciséis blancas, por los restantes años que
estuvo en prisión. Con este gesto entendió que aquella
mujer le estaba tributando el único homenaje que le era
dado hacer en su calidad de representante del PP.
Marcos se
alegró de que en el acto de Archena hubiera tantas
mujeres, pues les reconoce una capacidad de valentía,
sacrificio y sufrimiento superior a la de los hombres.
Nos refirió que, después de uno de los interrogatorios
sumarísimos habidos en el franquismo, acompañados de una
cruel tortura, cuatro mujeres resistieron estoicamente;
sin embargo, de los cinco hombres, sólo uno fue capaz de
soportar ese suplicio, por lo que las mujeres le
dijeron: “Has resistido como una mujer”.
Marcos terminó
su alocución de casi dos horas de duración y, pese a sus
ochenta y nueve años, se mantuvo durante otras casi dos
horas firmando todos y cada uno de los ejemplares de su
libro, que habían sido adquiridos por las personas
asistentes al acto, con dedicatorias personalizadas.
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Datos del
libro
Marcos Ana.
Decidme cómo es un árbol. Memorias de la prisión y la
vida.
Editorial
Umbriel-Tabla Rasa, Barcelona, 2007.