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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

 

Ninguna guerra deja vencedores y vencidos. Si alguno pierde, son todos los que se adentran en el macabro fraticidio. También aquellos que se encuentran con un protagonismo indeseado, casi por azar, provistos tan sólo por la ideología que profesa una madre, hermana o esposa. En la retaguardia de la trinchera, postergadas al último rincón, las mujeres de los maquis soportaron durante años la sensación de estar muertas en vida. Y su papel, denostado incluso por muchos a los que sirvieron, no se ha visto recompensado con ninguna ley, ni ejercicio de memoria. Leles, Julia, Teófila, Luisa o Soledad son los nombres de la guerra anónima. También perdieron. A sus hombres en la batalla, la posibilidad de tener una existencia digna.

La periodista Ana Ramírez Cañil presentó anoche en la Asociación de la Prensa de Cádiz -dentro del Ciclo Prensa en la Calle- su obra La mujer del maquis, «la historia de aquellos hombres y mujeres del bando republicano que perdieron la Guerra Civil, y que formaron parte de la legendaria resistencia guerrillera». La autora reconoció la «imposibilidad» de reprimir sus emociones durante la fase de investigación -tres años de recopilación de datos y encuentros con las protagonistas- del trabajo. De ahí el cariz de homenaje que ha tomado la obra. «Ha servido para que escapen del oscuro mutismo que las ha acompañado durante décadas», destacó la periodista Fátima Vila, encargada de introducir el discurso de Cañil.

Han pasado 70 años desde el inicio de la contienda y, con ella, de la aparición de los maquis, denominados también «guerrilleros o emboscados». Más de tres décadas separan a los regímenes dictatorial y democrático, pero la historia «aún no ha recordado a esas jóvenes y viejas de aldeas, enamoradas o despechadas, pero, sobre todo, pragmáticas», subrayó la autora de este ensayo «real».

Por su trabajo en esa intendencia forzada, por dar cobijo y aliento a los que huyeron a los montes en busca de unos ideales que tardaron casi medio siglo en cuajar, Luisa o Leles, Soledad o Teófila, sufrieron la persecución del «aparato intangible» del Franquismo. «Pese a su inteligencia, se defendieron mal. Las aplastaban la doctrina pregonada desde los púlpitos y los altares de las escuelas», narró la escritora. La represión y los juicios paralelos duelen más cuando provienen de las otras mujeres. «El nuevo régimen soltaba sus sutiles resortes, los que impregnaban las paredes de las iglesias, los muros de la ciudad o las tiendas de ultramarinos. Lo que las hundía era el runrún de las otras mujeres o su silencio al pasar», sentenció.

Ana Ramírez Cañil, que se dedica desde el año 2007 al periodismo digital en la página web www.soitu.es, resaltó que La mujer del maquis es, ante todo, una obra periodística. «Nada puede sustituir a la crónica en directo, ni a la función de enlace entre la realidad y el lector. El periodismo es el primer borrador de la historia, y no esas banalidades que nos meten por la televisión, comentó.

Después de seis décadas, cuando en 1948 69 vecinos fueron «bajados como ganado, las semillas sembradas siguen dando frutos. El silencio de lo que ellas mismas acabaron por asumir como una vergüenza», recordó. Ahora, la generación intermedia es la «encargada de devolverles la dignidad». Al menos, con La mujer del maquis, se les ha dado voz.

 

 


 

 

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