Ninguna
guerra deja vencedores y
vencidos. Si alguno pierde, son
todos los que se adentran en el
macabro fraticidio. También
aquellos que se encuentran con
un protagonismo indeseado, casi
por azar, provistos tan sólo por
la ideología que profesa una
madre, hermana o esposa. En la
retaguardia de la trinchera,
postergadas al último rincón,
las mujeres de los maquis
soportaron durante años la
sensación de estar muertas en
vida. Y su papel, denostado
incluso por muchos a los que
sirvieron, no se ha visto
recompensado con ninguna ley, ni
ejercicio de memoria. Leles,
Julia, Teófila, Luisa o Soledad
son los nombres de la guerra
anónima. También perdieron. A
sus hombres en la batalla, la
posibilidad de tener una
existencia digna.
La periodista Ana Ramírez Cañil
presentó anoche en la Asociación
de la Prensa de Cádiz -dentro
del Ciclo Prensa en la Calle- su
obra La mujer del maquis, «la
historia de aquellos hombres y
mujeres del bando republicano
que perdieron la Guerra Civil, y
que formaron parte de la
legendaria resistencia
guerrillera». La autora
reconoció la «imposibilidad» de
reprimir sus emociones durante
la fase de investigación -tres
años de recopilación de datos y
encuentros con las
protagonistas- del trabajo. De
ahí el cariz de homenaje que ha
tomado la obra. «Ha servido para
que escapen del oscuro mutismo
que las ha acompañado durante
décadas», destacó la periodista
Fátima Vila, encargada de
introducir el discurso de Cañil.
Han pasado 70 años desde el
inicio de la contienda y, con
ella, de la aparición de los
maquis, denominados también
«guerrilleros o emboscados». Más
de tres décadas separan a los
regímenes dictatorial y
democrático, pero la historia
«aún no ha recordado a esas
jóvenes y viejas de aldeas,
enamoradas o despechadas, pero,
sobre todo, pragmáticas»,
subrayó la autora de este ensayo
«real».
Por su trabajo en esa
intendencia forzada, por dar
cobijo y aliento a los que
huyeron a los montes en busca de
unos ideales que tardaron casi
medio siglo en cuajar, Luisa o
Leles, Soledad o Teófila,
sufrieron la persecución del
«aparato intangible» del
Franquismo. «Pese a su
inteligencia, se defendieron
mal. Las aplastaban la doctrina
pregonada desde los púlpitos y
los altares de las escuelas»,
narró la escritora. La represión
y los juicios paralelos duelen
más cuando provienen de las
otras mujeres. «El nuevo régimen
soltaba sus sutiles resortes,
los que impregnaban las paredes
de las iglesias, los muros de la
ciudad o las tiendas de
ultramarinos. Lo que las hundía
era el runrún de las otras
mujeres o su silencio al pasar»,
sentenció.
Ana Ramírez Cañil, que se dedica
desde el año 2007 al periodismo
digital en la página web
www.soitu.es, resaltó que La
mujer del maquis es, ante todo,
una obra periodística. «Nada
puede sustituir a la crónica en
directo, ni a la función de
enlace entre la realidad y el
lector. El periodismo es el
primer borrador de la historia,
y no esas banalidades que nos
meten por la televisión,
comentó.
Después de seis décadas, cuando
en 1948 69 vecinos fueron
«bajados como ganado, las
semillas sembradas siguen dando
frutos. El silencio de lo que
ellas mismas acabaron por asumir
como una vergüenza», recordó.
Ahora, la generación intermedia
es la «encargada de devolverles
la dignidad». Al menos, con La
mujer del maquis, se les ha dado
voz.