Los resultados,
obtenidos a través del estudio de 196 víctimas y familiares,
son contundentes y muy dramáticos; el informe concluye que
España es el único país donde los bisnietos de las víctimas
directas del fascismo nacional-católico siguen sufriendo
secuelas psicológicas producto del trauma familiar
“heredado”.
Los profesionales de salud mental que han llevado a cabo
este trabajo (que ya se ha realizado en otros países
europeos y americanos) afirman que han encontrado secuelas
importantes en descendientes de cuarta generación ; se trata
de manifestaciones
diversas que son frecuentes en personas con traumas no
resueltos, como pesadillas, tristeza indefinida, depresión
sin motivo aparente, diversas enfermedades psicosomáticas; y
en su versión más extrema, problemas tan serios como
toxicomanías o intentos de suicidio.
La causa de esta peculiar pervivencia del daño psicológico
en estos familiares no es otra, según los expertos, que el
“olvido” forzoso al que sometió el dictador y sus “píos”
aliados a estas familias, que durante varias generaciones
tuvieron que callar su terrible dolor, incluso, por motivos
de pura supervivencia. Pero el “olvido forzoso”, no es
olvido; y, en palabras de las dos psicólogas directoras del
proyecto, “silenciar el dolor supone reproducirlo...;
olvidar es imposible y, por decreto, aún más...”
Las diversas escuelas psicológicas que se ocupan de
esclarecer científicamente el comportamiento de la psiqué
humana, a pesar de discrepar en múltiples cuestiones,
coinciden todas en algo que es “dogma” en psicología: el
dolor emocional que no se expresa, perdura y se cronifica. Y
otro principio universal en psicología es que, ante la
muerte de un ser querido, se pasa por un período de duelo
necesario para asimilar la pérdida y superar la aflicción,
duelo que requiere expresar el dolor, compartir
sentimientos, percibir la complicidad del entorno,
dignificar el recuerdo, y, en definitiva, “gestionar”
emocionalmente de forma gradual la despedida.
Todos sabemos de las miles de familias que, además de no
poder elaborar su duelo ni expresar su llanto, se vieron
obligadas a callar y a esconder su pena durante cuarenta
años; y, además, sintieron la marginación y la vergüenza de
la embustera propaganda franquista que trató de “rojos” y de
“asesinos” a los españoles que defendieron las libertades y
los valores democráticos; y tuvieron que convivir con un
sistema psiquiátrico al servicio de la dictadura criminal
que, encabezado por Vallejo-Nájera y López Ibor, trataba de
“locos” a los que pensaban diferente...¿A quiénes podían
acudir estas miles de familias españolas para superar su
trauma...?
En Chile, en Argentina, en Alemania..., han hablado del
terror de sus dictaduras. Las víctimas del holocausto nazi
han podido hablar, han visto cómo se han escrito libros, se
han rodado películas, cómo el mundo se ha solidarizado con
las víctimas de aquel terror. Pero en España se sigue
imponiendo el silencio, y se sigue tratando como a escoria a
los millones de españoles que han sido víctimas, en varias
generaciones, de la brutalidad del fascismo de la dictadura.
En lugar de apoyar una Ley que contribuya a resarcir en
solidaridad a tantas familias que sufrieron en silencio, y
en lugar de reconocer un genocidio que hirió de muerte a la
España progresista, el PP y la Iglesia continúan frenando
cualquier iniciativa que contribuya a esclarecer el horror
franquista. Y, a través de asociaciones implicadas con los
que no quieren que se investigue la verdad, se dedican a
poner querellas contra el juez que ha intentado dirimir esta
cuestión, que aún sigue dañando la unión democrática de los
españoles.
Y, mientras esta cuestión no se dirima, el reconocimiento
del drama de miles de españoles, y la restitución de la
dignidad de los que lucharon por la libertad, continúan
siendo una asignatura pendiente en este país; asignatura que
algún día, pese a quien pese, se tendrá que solventar. Y no
se trata de remover las aguas, sino de depurarlas y hacerlas
transparentes. Porque es de justicia, y porque, si se sigue
escondiendo el horror, el horror seguirá estando latente.
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Coral Bravo
es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica