Granada.-Los fusilados de Guéjar Sierra
Santiago Sevilla y Álvaro Calleja
La Opinión de Granada
15
de Agosto de 2009
Siete hombres
y siete mujeres, entre ellas Francisca Ruiz Barroso, ´Frasquita´,
fueron ejecutados en el cementerio de Pinos Genil y enterrados
en una fosa común de la que apenas se tenían datos.
Antonia y Josefa Soto
Ruiz cierran los ojos y aún pueden ver con nitidez el camión que
un día de septiembre de 1936 se llevó a su madre y a otros trece
vecinos de Gu?éjar Sierra con destino hasta ese momento
desconocido. Siete mujeres y siete hombres embarcaban por la
fuerza en el remolque del vehículo después de casi dos semanas
de cautiverio en los improvisados calabozos del Ayuntamiento.
Nada bueno hacía presagiar la actitud de los guardias civiles
que impidieron a las dos jóvenes, entonces con tan solo 16 y 8
años respectivamente, despedirse de su madre, Francisca Ruiz
Barroso, apodada ´Frasquita la Barroso´, que pocos días antes
había cumplido los 46 años.
Uno de los agentes le propinó un golpe cuando intentaba entregar
a su hija Antonia las pocas pertenencias que guardó en secreto
durante su encierro. Su hija mayor, Teresa, también compartió
celda pero ella afortunadamente fue liberada unas horas antes,
no, sin antes sufrir los abusos de los agentes. Las muestras de
dolor quedaron reflejadas en los rostros de las catorce víctimas
que minutos antes de subirse al camión tuvieron oportunidad de
confesarse si así lo querían. Eran por tanto conscientes de que
la muerte estaba en la siguiente parada de la travesía.
El delito de Francisca no fue otro que estar presente en su
cortijo, situado en una zona conocida como el Castañal, a
escasos metros del tranvía a la Sierra, el día que una patrulla
de la Guardia Civil se presentó en su casa para llevarse
previsiblemente a su marido, José Soto García, y a su único hijo
varón, Juan Soto Ruiz, quienes en ese momento se encontraban
trabajando en el campo. Eso les salvo. No hacía dos meses que se
había producido el alzamiento contra el gobierno de la República
pero su familia hasta ese día se mantenía unida sin temor a
represalias al no haberse significado por sus ideas políticas.
Tan solo se conocía que el hermano de Frasquita, José Ruiz
Barroso, sí era un militante de la izquierda.
De hecho, nada más producirse la sublevación, José se incorporó
al bando republicano y luchó durante la guerra contra las
fuerzas falangistas, siendo posteriormente fusilado sin que
hasta la fecha se conozca el lugar de enterramiento. Gu?éjar
Sierra, en esos días, fue uno de los límites que convertían a la
capital granadina en una isla en poder de los sublevados,
rodeada de municipios donde se mantenía fuerte la República, al
menos en los primeros meses. Los combates en la zona eran
frecuentes. Incluso luego se convirtió, por su geografía, en un
enclave perfecto para el escondite de los guerrilleros, de los
famosos maquis.
Los varones de la familia tuvieron que buscar refugio en zona
republicana mientras que las tres hijas quedaron desvalidas,
abandonadas a su suerte y humilladas por los falangistas.
Josefa, que no pasó un día sin visitar a su madre y a su hermana
Teresa los días que duró el encierro, pronto conoció por boca de
un guardia civil el destino de su madre y de los otros trece
vecinos: "Vaya con el tiro que les dimos". "Pasados por las
armas". El fusilamiento tuvo lugar a escasos kilómetros de
Gu?éjar Sierra.
Dos vecinos de Pinos Genil, Manuel Mesa Rojas y Francisco Gómez
Ruano, no sólo fueron testigos de su muerte sino que fueron
obligados a excavar una fosa común en el cementerio de Pinos
Genil. El fatídico desenlace tuvo lugar el 13 de febrero de
1936. El primero de ellos se encontraba sobre las cinco de la
tarde en la estación del tranvía cuando observó cómo fueron
"pasados por las armas" siete mujeres delante de la puerta del
cementerio y otros siete hombres dentro del mismo. Ambos
testigos fueron requeridos por las autoridades, al igual que
otros vecinos, para que abrieran una fosa común donde enterrar a
los muertos.
En la declaración que prestan ante el juez de paz de Pinos Genil
un día después de los hechos, los dos vecinos hacen constar que
entre los asesinados se halla Francisca Ruiz Barroso, a la que
conocen personalmente por el apodo de ´Frasquita la Barroso´. En
el registro civil de Pinos Puente consta el certificado de
defunción donde figura como causa del fallecimiento "heridas de
guerra por arma de fuego".
Huida. Los pocos bienes que hasta entonces tenían dichas
familias fueron intervenidos por los falangistas. Ante la
situación de desamparo, Antonia, la mediana de las tres
hermanas, tomó la iniciativa de atravesar la sierra para llegar
a territorio controlado por las tropas republicanas. Por fortuna
dieron con su tío, luego también fusilado, permaneciendo los
tres años que duró la guerra civil en el municipio de Jérez del
Marquesado.
Llegó a convertirse en una rutina refugiarse en las minas cada
vez que los aviones del bando sublevado surcaban el aire para
bombardear zona roja. Su tiempo lo empleaban en el trabajo
diario pero, al menos, disponían de comida y una vivienda que
les negaron en Gu?éjar Sierra. Al término de la contienda
fraticida, la familia regresó a su lugar de origen pero su
vivienda había pasado a manos de los simpatizantes del nuevo
régimen dictatorial. La posguerra fue casi tan duros como los
tres años de guerra. No hubo perdón para los que lucharon en el
bando perdedor.
El hijo de Francisca, Juan Soto Ruiz, que combatió con el
ejército republicano tras escapar de Gu?éjar Sierra, fue
detenido a su regreso y pasó tres años encarcelado en la prisión
de Granada. La penuria económica obligó a la familia a separarse
y a partir de entonces se impuso el silencio, el temor a
posibles represalias y la angustia de haber perdido a seres
queridos sin comprender las razones de la matanza. Antonia, en
la actualidad con 89 años, no se resigna pese a las limitaciones
propias de la edad. Inició hace algunos años, con ayuda de
desinteresados amigos, un peregrinaje de consultas por
organismos, archivos y el registro civil.
Fruto de ese trabajo fue el hallazgo de los documentos que
prueban hoy que catorce habitantes de su pueblo natal fueron
enterrados en una fosa del cementerio de Pinos Genil de la que
no tenía constancia la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica de Granada, algunos de cuyos miembros
elaboraron en su día un mapa de desaparecidos durante la guerra
civil y la posguerra. Antonia y su hermana Josefa tienen la
esperanza de que algún otro familiar de aquellas víctimas se
sume ahora a la idea de dignificar el lugar, en caso de que no
sea posible la exhumación, y contribuir de alguna manera a
cerrar las heridas todavía abiertas.