Entre las
rodillas de cada uno de los restos óseos hay una botella
de cristal donde yace el último aliento de los presos.
Adentro, está
el nombre y algunas señas generales del fallecido, así
como las causas de su muerte.
70 años
después, aquella práctica de la época sirve para
identificar a las últimas víctimas de la cárcel más dura
del franquismo.
Humillados
"Dentro de las
cinco prisiones que yo pasé, San Cristóbal fue lo peor…
Había muchas maneras de sufrir; pero, lo peor, además de
estar sin libertad, sin libros, sin visitas, era el
hecho que nos hacían pasar hambre hasta la muerte".
Quien rememora
ese período de su vida es probablemente el mayor
superviviente de los reclusorios franquistas.
Ernesto Carratalá, en conversación con BBC
Mundo, recuerda sin ambages aquella época que lo
llevó entre 1936 y 1943 por las cárceles de
Burgos, la isla de San Simón, Astorga, Barcelona
y el fuerte de San Cristóbal, ubicado en la
cresta del monte Ezkaba, en la periferia de
Pamplona.
"Cada
día se moría de hambre ahí una persona y la
teníamos que enterrar, meterlo en la nieve
durante el invierno, hasta que venían a
buscarlos. Y a esos los llevaban a ese
cementerio. Aquello fue un sufrimiento
tremendo", describe Carratalá. |
Ernesto Carratalá estuvo en varias cárceles
incluyendo San Cristóbal. |
Hijo del
primer oficial leal a la república asesinado por los
golpistas en Madrid, Carratalá fue al frente como
voluntario, pero cayó herido y fue capturado por los
nacionales.
Aunque fue
condenado a muerte, el régimen le conmutó la pena por 20
años de cárcel debido a que era menor de edad. Solamente
purgó siete.
"La gente
represaliada se tuvo que aguantar. Una de las cosas
típicas del franquismo fue la humillación a la que
fuimos sometidos", dice a BBC Mundo.
La
memoria
Desde hace dos
años, las asociaciones Txinparta, Ciencias Aranzadi y de
Familiares Fusilados en Navarra han empezado la
exhumación de aquellos enterrados en el flanco norte de
la prisión.
Y poco después, el cineasta Iñaki
Alforja abordó el tema del "Cementerio
de las botellas" en un documental con un
título homónimo que ahora recorre la
comarca de Navarra a bordo del "Autobús
de la memoria".
El proyecto consiste en visitar
municipios de los alrededores de la
provincia para fomentar el rescate de un
pasado que pocos conocen a plenitud.
Alforja, que años atrás realizó "Ezkaba,
la gran fuga de las cárceles
franquistas", ha vuelto a tocar el tema
de la Guerra Civil porque "así puedo
acercar la realidad de muchas familias
que, tras tantos años de dolor,
incertidumbre y silencio, pueden cerrar
el ciclo del duelo", dijo Alforja a BBC
Mundo. |
El documental de Iñaki Alforja intenta
rescatar la memoria de lo ocurrido en la
prisión |
El 22 de mayo
de 1938 una decena de reos neutralizó a 92 celadores
para huir de la cárcel. Sin embargo, de los 795 fugados,
liderados por el comunista bilbaíno Leopoldo Picó, 585
fueron recapturados en la montaña y 207 pasados por las
armas.
"Para mí lo
fundamental es luchar contra mi propia amnesia social en
esta búsqueda por saber la historia desconocida",
argumentó Alforja.
La
cárcel, la tumba
Originalmente
fue edificado como una fortaleza militar bajo el reinado
de Alfonso XI, pero en 1936 pasó a ser la cárcel
perfecta contra socialistas, republicanos, anarquistas y
opositores de Franco.
"El peor
invierno de mi vida fue el pasado allá. Eran una
mazmorra fría, húmeda, con chinches y piojos en
derredor", describe Carratalá, que sobrellevó su
juventud aciaga hasta convertirse posteriormente en un
catedrático universitario.
El fuerte, que
fue diseñado como una sucesión de fosos, tiene salones y
bóvedas intercomunicados por túneles que avanzan a lo
largo y ancho del edificio, donde los muros tienen hasta
tres metros de grosor.
Los
prisioneros eran alojados en galeras frías y húmedas
donde muchos contrajeron tuberculosis.
De hecho los
archivos del juzgado de Ansoain –consultados por BBC
Mundo– precisan que, entre el 1 de noviembre de 1936 y
el 6 de agosto de 1945, los reos morían por anoxemia,
tuberculosis pulmonar o colapso cardíaco.
Por ahora, de
todas las exhumaciones, solamente 30 familias se han
acercado para pedir información sobre los suyos. Pero el
trabajo del colectivo continúa.
Para el
cineasta Alforja, además de compartir esas horas de
incertidumbre y emoción con los familiares, "lo que más
fascina es encontrar las botellas con los nombres de los
presos, su identidad, la memoria enterrada durante 70
años".