En el día de hoy, primero de noviembre, otro años más, casi
todas las personas que quieran llevar unas sencillas flores
a sus seres queridos fallecidos podrán hacerlo.
Los
familiares de los 150.000 desaparecidos en fosas clandestinas,
no.
Los
familiares de los desaparecidos en combate en batallas como las
del Ebro y que continúan insepultos –sus restos en ocasiones a
simple vista del caminante–, tampoco.
Los
familiares de los miles de niños perdidos del franquismo,
desaparecidos en vida – a los que nadie ha empezado a buscar
siquiera – seguirán sin poder reunirse en torno a la misma mesa
con sus seres queridos en ese día señalado de recogimiento
familiar, como sí que harán, en cambio, tantas otras familias.
El Estado heredero de la bandera retocada del dictador y de sus
fosas sin tocar
¿Qué se le va hacer? en el Estado heredero de la bandera
retocada del dictador y de sus cientos de fosas que nadie quiso
tocar, el derecho se detiene unos centímetros antes de llegar a
los lugares donde yacen amontonados, por decenas de miles, buena
parte de una generación de españoles comprometidos con los
valores democráticos y de progreso social.
Resulta que tenemos un casi pleno Estado Democrático, en el que
lo único que no podemos votar es al Jefe del Estado, y un casi
pleno Estado de Derecho del que tan sólo nos hemos despistado un
poco con los derechos humanos de dos, a lo sumo tres, centenares
de miles de personas durante poco más de treinta años. Y fosas,
tenemos muchas fosas, apareciendo por todas partes.
El olvidado derecho humano a la vida familiar
Y
por eso también nos hemos olvidado del “derecho humano a la vida
familiar” que asiste a todas estas personas en días como hoy en
virtud del artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos
pero que no encuentra aplicación en nuestro país -como todos los
demás derechos afectados- sin mayor argumento o justificación.
Como con los móviles: en cada fosa clandestina nuestro Estado de
Derecho está apagado o fuera de cobertura.
Estado Social y Democrático de fosas comunes
Así
que nada, al igual que en todas las navidades, en las fechas del
cumpleaños del ser querido desaparecido, los aniversarios, la
fatídica fecha del día en que los genocidas de turno del pueblo
se lo llevaron…como el resto de días del año, en realidad, y a
cada momento que los recuerdos les asaltan, en el día de hoy los
familiares de los desaparecidos tendrán un poquito más de
sufrimiento y “trato inhumano” dado el admirable proceder de
nuestro Estado Social y Democrático de fosas comunes, perdón, de
Derecho. Lo que en si mismo viola también la prohibición del
artículo 3 del Convenio Europeo de que ningún Estado miembro
tolere de brazos cruzados la prolongación de dichos
padecimientos en situaciones de desaparición como, por el
contrario, se lleva haciendo en nuestro país desde hace años.
Nuevas actuaciones de la ONU
Que
no hay que andar pidiendo tantos derechos humanos. Hasta aquí se
puede y ya está. Y “nos pasamos por las narices” - perdónenme,
que esas cosas no se pueden escribir... aunque sean verdad - las
más elementales normas de humanidad, todo lo que diga Naciones
Unidas y todos los instrumentos de derechos humanos en materia
de desaparecidos que obligan a que sea el Estado el que busque a
estas personas, a revelar la verdad, a hacer justicia, a darles
una verdadera reparación a sus familiares y rehabilitar sus
nombres; y me refiero a todos los instrumentos internacionales
en la materia, porque, lamentablemente, los estamos incumpliendo
a sabiendas uno por uno y hasta el último de ellos, tal y
como suena. Claro que en el plano internacional el trabajo
continúa y ayer mismo, sábado 31, saltó la noticia del renovado
interés del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de
Naciones Unidas ante la situación de tres víctimas del
franquismo.
El silencioso testimonio de las fosas
Y
conste que no pierdo la esperanza de que algún día el Jefe del
Estado del país subcampeón del mundo en desaparecidos – nos ganó
la "final" Pol Pot en la modalidad de genocidio en fosa común, y
los responsables de las Stolen Generations australianas
en la de robo de bebés indefensos –, nuestro auto-desaparecido
Defensor del Pueblo, nuestros tribunales que nos miran como si
les estuviésemos contando un capítulo de Expediente X
cada vez que invocamos la jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos…alguien, en definitiva, entienda que lo que
está pasando en España con las fosas, los niños perdidos
y sus familias, es algo más que antijurídico, es la clásica
bestialidad española – más propia de otros tiempos – al margen
de la humanidad, del derecho, del proceder de cualquier país
civilizado y hasta del propio sentido común de nuestras casi
plenamente democráticas instituciones. En evidencia como
mucho más casi, que plenamente, democráticas desde
el silencioso testimonio de las fosas, el dolor de las familias
y la arbitrariedad con la que se sigue actuando con ellas.
Lo que seguimos sin ser
Porque junto al inmenso drama de todas estas personas esas fosas
son también el candente recuerdo, cotidiano, de lo que seguimos
sin ser como país, como sociedad salida de un genocidio
aterrador al que todavía no somos capaces de mirar de frente y,
ni siquiera, de llamarlo por su nombre.
Flores para el Rey
Mientras todo eso ocurre, este primero de noviembre, y todos los
demás, no creo que haya sitio mejor donde llevar nuestras flores
y nuestro desamparo que a las puertas de palacio del Rey y las
altas autoridades del Estado: como son éstas las que tienen la
obligación de saber dónde están todos esos seres queridos
desaparecidos que se las lleven de nuestra parte.
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Miguel Ángel Rodríguez Arias es profesor de Derecho penal
internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha y autor
del libro El caso de los niños perdidos del franquismo y otras
numerosas publicaciones en la materia.