Guardias civiles arrogantes, taberneros que
callan más de lo que dicen, amigos que se
convierten en traidores y amores imposibles
transitan por sus páginas. Son personajes
que sufren dos tipos de enfermedades: la
cotidiana, universal y atemporal producida
por síntomas como la impotencia ante un
poder superior; y la más específica del
régimen represor que les tocó vivir.
"Ambas cuestiones están relacionadas. Por un
lado, porque yo creo que la vida es dura. Y,
por otro, porque la Castillade esa época
está ahormada por la tragedia del
franquismo, que llegó a los resortes más
profundos de la sociedad y que potenció
muchas tristezas", explica el escritor.
Para García Simón, lo más triste de todo es
que esta marca aún permanece en los entornos
rurales castellanos. "Desde luego, el
régimen democrático ha barrido muchas cosas,
pero en la mentalidad colectiva aún se
mantienen muchas otras", apunta. Como
argumento señala la "esperpéntica y
melancólica forma" en la que todavía muchas
personas continúan llamando parte
al informativo.
Sin
embargo, precisamente en este sentido más
lingüístico, la lectura de los relatos
demuestra que hay algo que sí ha
desaparecido: el vocabulario del campo. Poco
queda ya de los enebros, carrascas o sabinas
que reflejan estas páginas. "Es cierto que
esa Castilla rural de los cincuenta y
sesenta ya no existe. Quedan jirones, pero
Castilla es ya una sociedad de consumo",
apostilla García Simón, que no oculta que en
estos cuentos se ha dado una buena fiesta
con las palabras, y en especial con el
adjetivo.
Sin memoria
Pérdidas, rememoraciones y una mirada a un
pasado que quizá no se ha ido del todo. Ahí
se ha querido quedar el escritor. No ha
tenido ningún interés en entrar en el actual
debate sobre el movimiento de la
Recuperación de la Memoria Histórica. "Sólo
he pretendido contar historias en un
contexto determinado como son los pueblos",
se excusa. La razón es que en estos
escenarios, al ser más pequeños, "todo era
más intenso y más duro".
Tampoco está muy de acuerdo con abrir el
melón de la memoria. Para García Simón "el
tema de la guerra y el franquismo se tenía
que haber purgado en su tiempo, que fue el
de la Transición". Ahora, él cree que hay
que considerar al régimen como un periodo
"fenecido". No critica la apertura de las
fosas, ya que "está muy bien que cada uno
recupere sus muertos", pero insiste en que
hay que tener cuidado, por una razón
subjetiva: "La memoria siempre es
individual", zanja.