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Los fantasmas del franquismo

Paula Corroto

Público 4 de Febrero de 2009

Agustín García Simón recrea los años de la represión en la Castilla rural con los relatos Cuando leas esta carta, yo habré muerto

Los pueblos españoles fueron uno de los mejores laboratorios del régimen franquista. En ellos se ensayaron los miedos, las represiones, las tensiones y el dolor. El periodista y escritor Agustín García Simón (Montemayor, Valladolid, 1953), autor de Valcarlos, novela con la que ganó el Premio Miguel Delibes, lo sabe bien. Él mismo, que nació y vivió su infancia y adolescencia en un pueblo castellano, vio de cerca cómo el franquismo marcó a todos sus habitantes en aquellos años posteriores a la Guerra Civil. Por eso ahora ha decidido contarlo. "Uno debe escribir de lo que conoce, si no, no tiene ningún sentido", afirma. El resultado: los doce relatos que contiene Cuando leas esta carta, yo habré muerto (Siruela).

Guardias civiles arrogantes, taberneros que callan más de lo que dicen, amigos que se convierten en traidores y amores imposibles transitan por sus páginas. Son personajes que sufren dos tipos de enfermedades: la cotidiana, universal y atemporal producida por síntomas como la impotencia ante un poder superior; y la más específica del régimen represor que les tocó vivir.

"Ambas cuestiones están relacionadas. Por un lado, porque yo creo que la vida es dura. Y, por otro, porque la Castillade esa época está ahormada por la tragedia del franquismo, que llegó a los resortes más profundos de la sociedad y que potenció muchas tristezas", explica el escritor.

Para García Simón, lo más triste de todo es que esta marca aún permanece en los entornos rurales castellanos. "Desde luego, el régimen democrático ha barrido muchas cosas, pero en la mentalidad colectiva aún se mantienen muchas otras", apunta. Como argumento señala la "esperpéntica y melancólica forma" en la que todavía muchas personas continúan llamando parte al informativo.

Sin embargo, precisamente en este sentido más lingüístico, la lectura de los relatos demuestra que hay algo que sí ha desaparecido: el vocabulario del campo. Poco queda ya de los enebros, carrascas o sabinas que reflejan estas páginas. "Es cierto que esa Castilla rural de los cincuenta y sesenta ya no existe. Quedan jirones, pero Castilla es ya una sociedad de consumo", apostilla García Simón, que no oculta que en estos cuentos se ha dado una buena fiesta con las palabras, y en especial con el adjetivo.

Sin memoria

Pérdidas, rememoraciones y una mirada a un pasado que quizá no se ha ido del todo. Ahí se ha querido quedar el escritor. No ha tenido ningún interés en entrar en el actual debate sobre el movimiento de la Recuperación de la Memoria Histórica. "Sólo he pretendido contar historias en un contexto determinado como son los pueblos", se excusa. La razón es que en estos escenarios, al ser más pequeños, "todo era más intenso y más duro".

Tampoco está muy de acuerdo con abrir el melón de la memoria. Para García Simón "el tema de la guerra y el franquismo se tenía que haber purgado en su tiempo, que fue el de la Transición". Ahora, él cree que hay que considerar al régimen como un periodo "fenecido". No critica la apertura de las fosas, ya que "está muy bien que cada uno recupere sus muertos", pero insiste en que hay que tener cuidado, por una razón subjetiva: "La memoria siempre es individual", zanja.

 

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