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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Exilio republicano en México

Gustavo Arturo De Alba   

La Jornada de Aguascalientes 19 de Junio de 2009

 

 

"Nos recibieron cuando todos nos cerraban las puertas. Nos prestaron el salón de cabildos del Departamento del Distrito Federal, mediante decreto de Manuel Ávila Camacho, el 9 de junio de 1945, marcando una extraterritorialidad para poder formar el gobierno de la República en el exilio y ahora nos hacen un homenaje por cumplirse 70 años de estar en México: ¡Cómo no voy a decir que el pueblo de México fue y es extremadamente generoso con nosotros!”.

Casi al punto de la exaltación me señalaba lo anterior Juan Antonio de la Cámara, al reunirnos el pasado jueves 11, en el Sanborn’s de Los Azulejos en la Ciudad de México, después de 26 años de no vernos, debido a mi regreso en 1983 a Aguascalientes. A continuación de hacer un puntual y rápido repaso al obituario de los amigos comunes, aunado al desglose de las actividades de nuestros hijos, salió el tema del  exilio, pues cuando le llamé para concertar la reunión, que podría ser el miércoles o jueves, Juan Antonio de inmediato me señaló que el día 11 le caía bien, puesto que tenía invitación para estar en la Jefatura de Gobierno el viernes, en la conmemoración de los ya multicitados 70 años del exilio español en México y no podía fallar a esa cita.

Ante mi pregunta de porqué se había establecido la fecha del 13 de junio de 1939 como la oficial para conmemorar el recibimiento de los republicanos en México y no cuando llegaron, a bordo del barco “Mexique”  los “niños de Morelia” en 1937, me aclara Juan Antonio, quien es un apasionado de la historia mexicana y la española, en particular la etapa de la República, tanto en España como en el exilio, que los 450  “niños de Morelia”, los cuales  de ninguna manera  eran huérfanos, sino hijos de funcionarios de medio pelo para arriba al servicio del gobierno republicano, llegaron invitados por doña Amalia Solórzano, cuyos padres  ya veían la posibilidad de la derrota quisieron protegerlos y que durante 1937, 1938 y principios de 1939, México aceptaba selectivamente la llegada de los españoles, pero una vez que se dio el triunfo de Franco y fue clara la feroz persecución y represión para los republicanos, fueran altos funcionarios o simples simpatizantes, el presidente Lázaro Cárdenas dio órdenes de que sin ninguna restricción se le facilitara el arribo a México de todo aquel que lo solicitara. Así en mayo de 1939  en el “Flandre” arribaron cerca de medio centenar que habían comprado su boleto como pasajeros para ese barco, junto con otros que llevaban diferente destino, en tanto el SERE (Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles) y la SRE (Secretaría de Relaciones Exteriores) fletaron el buque “Sinaia” de manera exprofesa para que 1,681 exiliados llegaran a Veracruz, a encontrar refugio, razón que marca la fecha oficial de la conmemoración. Entre los pasajeros  venía el notable poeta Pedro Garfias, nacido en 1901 en Salamanca y fallecido en 1967 en Monterrey, Nuevo León, puntualizándome Juan Antonio que durante la travesía escribió su célebre poema “Entre España y México”, recitándome de inmediato algunos fragmentos del mismo, pues como diría Carlos Reyes Sahagún, ese es uno de los signos de identidad de los exiliados españoles en México y no tiene nada de raro que cualquiera de ellos, en un  momento determinado saquen a colación partes del mismo, aunque quizás las más recurrentes sean las siguientes:

“Qué hilo tan fino, qué delgado junco

-de acero fiel-, nos une y nos separa,

con España presente en el recuerdo,

con México presente en la esperanza».

[...]

Como otro tiempo por la mar salada

te va un río español de sangre roja

de generosa sangre desbordada...

Pero eres tú, esta vez, quien nos conquista

y para siempre, ¡oh, vieja y nueva España!».

El padre de Juan Antonio de la Cámara llegó a México hasta 1942, pues se mantuvo en labores en el consulado mexicano, en la parte llamada de la Francia Libre, colaborando con el embajador Gilberto Bosque, en el auxilio de otros compatriotas para arreglar sus papeles y pudieran tomar algún barco, ya fuera en Marsella o en Lisboa, que los pudiera traer a México. Me relata conmovido y agradecido, su hijo, con el embajador Bosque que prácticamente obligó a su progenitor a abordar su barco, cuando ya era claro que los nazis iban también a ocupar esa zona y no era difícil suponer que la represión fascista se iba a ensañar con los republicanos que se quedarán a esperarlos.

El tema da para mucho, pues si México les dio un nuevo hogar, a casi 25,000 exiliados republicanos, ellos a su vez, a diferencia de sus anteriores congéneres que vinieron a conquistarnos y saquearnos, rindieron enormes frutos a nuestro país, sobre todo en áreas del conocimiento y la educación, creando o incorporándose a una serie de instituciones, como la UNAM o el Colegio de México en que sus enseñanzas aún perviven, pero el  espacio se nos agota, no sin antes “amenazar” que volveremos al mismo en una próxima oportunidad.

 

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