"Nos recibieron cuando
todos nos cerraban las puertas. Nos prestaron el salón de cabildos
del Departamento del Distrito Federal, mediante decreto de Manuel
Ávila Camacho, el 9 de junio de 1945, marcando una
extraterritorialidad para poder formar el gobierno de la República
en el exilio y ahora nos hacen un homenaje por cumplirse 70 años de
estar en México: ¡Cómo no voy a decir que el pueblo de México fue y
es extremadamente generoso con nosotros!”.
Casi al punto de la
exaltación me señalaba lo anterior Juan Antonio de la Cámara, al
reunirnos el pasado jueves 11, en el Sanborn’s de Los Azulejos en la
Ciudad de México, después de 26 años de no vernos, debido a mi
regreso en 1983 a Aguascalientes. A continuación de hacer un puntual
y rápido repaso al obituario de los amigos comunes, aunado al
desglose de las actividades de nuestros hijos, salió el tema del
exilio, pues cuando le llamé para concertar la reunión, que podría
ser el miércoles o jueves, Juan Antonio de inmediato me señaló que
el día 11 le caía bien, puesto que tenía invitación para estar en la
Jefatura de Gobierno el viernes, en la conmemoración de los ya
multicitados 70 años del exilio español en México y no podía fallar
a esa cita.
Ante mi pregunta de
porqué se había establecido la fecha del 13 de junio de 1939 como la
oficial para conmemorar el recibimiento de los republicanos en
México y no cuando llegaron, a bordo del barco “Mexique” los “niños
de Morelia” en 1937, me aclara Juan Antonio, quien es un apasionado
de la historia mexicana y la española, en particular la etapa de la
República, tanto en España como en el exilio, que los 450 “niños de
Morelia”, los cuales de ninguna manera eran huérfanos, sino hijos
de funcionarios de medio pelo para arriba al servicio del gobierno
republicano, llegaron invitados por doña Amalia Solórzano, cuyos
padres ya veían la posibilidad de la derrota quisieron protegerlos
y que durante 1937, 1938 y principios de 1939, México aceptaba
selectivamente la llegada de los españoles, pero una vez que se dio
el triunfo de Franco y fue clara la feroz persecución y represión
para los republicanos, fueran altos funcionarios o simples
simpatizantes, el presidente Lázaro Cárdenas dio órdenes de que sin
ninguna restricción se le facilitara el arribo a México de todo
aquel que lo solicitara. Así en mayo de 1939 en el “Flandre”
arribaron cerca de medio centenar que habían comprado su boleto como
pasajeros para ese barco, junto con otros que llevaban diferente
destino, en tanto el SERE (Servicio de Evacuación de Republicanos
Españoles) y la SRE (Secretaría de Relaciones Exteriores) fletaron
el buque “Sinaia” de manera exprofesa para que 1,681 exiliados
llegaran a Veracruz, a encontrar refugio, razón que marca la fecha
oficial de la conmemoración. Entre los pasajeros venía el notable
poeta Pedro Garfias, nacido en 1901 en Salamanca y fallecido en 1967
en Monterrey, Nuevo León, puntualizándome Juan Antonio que durante
la travesía escribió su célebre poema “Entre España y México”,
recitándome de inmediato algunos fragmentos del mismo, pues como
diría Carlos Reyes Sahagún, ese es uno de los signos de identidad de
los exiliados españoles en México y no tiene nada de raro que
cualquiera de ellos, en un momento determinado saquen a colación
partes del mismo, aunque quizás las más recurrentes sean las
siguientes:
“Qué hilo tan fino, qué
delgado junco
-de acero fiel-, nos
une y nos separa,
con España presente en
el recuerdo,
con México presente en
la esperanza».
[...]
Como otro tiempo por la
mar salada
te va un río español de
sangre roja
de generosa sangre
desbordada...
Pero eres tú, esta vez,
quien nos conquista
y para siempre, ¡oh,
vieja y nueva España!».
El padre de Juan
Antonio de la Cámara llegó a México hasta 1942, pues se mantuvo en
labores en el consulado mexicano, en la parte llamada de la Francia
Libre, colaborando con el embajador Gilberto Bosque, en el auxilio
de otros compatriotas para arreglar sus papeles y pudieran tomar
algún barco, ya fuera en Marsella o en Lisboa, que los pudiera traer
a México. Me relata conmovido y agradecido, su hijo, con el
embajador Bosque que prácticamente obligó a su progenitor a abordar
su barco, cuando ya era claro que los nazis iban también a ocupar
esa zona y no era difícil suponer que la represión fascista se iba a
ensañar con los republicanos que se quedarán a esperarlos.
El tema da para mucho,
pues si México les dio un nuevo hogar, a casi 25,000 exiliados
republicanos, ellos a su vez, a diferencia de sus anteriores
congéneres que vinieron a conquistarnos y saquearnos, rindieron
enormes frutos a nuestro país, sobre todo en áreas del conocimiento
y la educación, creando o incorporándose a una serie de
instituciones, como la UNAM o el Colegio de México en que sus
enseñanzas aún perviven, pero el espacio se nos agota, no sin antes
“amenazar” que volveremos al mismo en una próxima oportunidad.