Fue el colectivo
laboral más
represaliado
tras el golpe de
Estado de 1936.
Durante los
primeros días de
la contienda
civil, el
ensañamiento de
los sublevados
con los maestros
republicanos fue
de tal magnitud
que, en muchos
casos, la
primera acción
de los
falangistas y
requetés al
llegar a los
pueblos era
fusilarlos.
Cientos de ellos
fueron
asesinados y a
más de seis mil
se les impidió
continuar
ejerciendo su
profesión.
Reivindicar su
labor setenta
años después es
lo que se
plantea en la
Escuela rota,
una obra de
teatro que se
podrá ver por
última vez este
jueves en Madrid
(*). Dirigida
por Bruto
Pomeroy, la
historia surge a
partir de unos
documentos
reales, las
actas del
proceso de
depuración de
Félix López,
maestro de
escuela de
Gayangos, un
pequeño pueblo
de las
Merindades de
Castilla, en el
norte de Burgos.
Su nieto,
Bruno Estrada,
ha adaptada la
historia de su
abuelo a esta
obra que
pretende
“reivindicar”
–según explica
el autor- la
labor de los
maestros
republicanos en
el ingente
trabajo de
alfabetización
llevado a cabo
durante el
primer gobierno
de la República,
una de cuyas
acciones
políticas más
importantes fue
abrir más de
veintisiete mil
escuelas (tres
mil en tan solo
dos meses) al
considerar que
la educación era
un paso
imprescindible
para la
modernización
del país y para
acabar con la
pobreza.
Como otros
muchos, Félix
López se vio
obligado a
abandonar su
pueblo. Tras
ejercer un
tiempo como
maestro en
Bilbao de los
niños que iban a
ser enviados a
Rusia, es
capturado en
Santander donde
un consejo de
guerra le
condena a cuatro
años de prisión
que cumple en el
penal de Santoña.
Cuando regresa a
Gayangos, su
puesto lo ocupa
un falangista,
pero él continuó
dando clases en
su casa incluso
a los propios
hijos del
alcalde, ya que
la mayoría de
los maestros
impuestos por el
régimen
franquista tras
la Guerra Civil
no tenían
ninguna
cualificación,
por lo que
muchos vecinos
optaron por
llevar a sus
hijos a casa del
maestro
republicano para
que pudieran
seguir
aprendiendo.
La obra de
teatro incluye
frases literales
del que era jefe
de la falange,
Don Miguel,
(personaje que
interpreta
Paco Salvatierra)
y del cura del
pueblo,
Don Benjamín
(José Ramón
Guisado). La
iglesia
consideró que el
esfuerzo
republicano por
generalizar la
educación y
erradicar el
analfabetismo
significaba un
ataque a sus
privilegios, lo
que dio lugar a
la famosa guerra
escolar de la II
República. El
colectivo siguió
sufriendo
persecución y
cárcel incluso
después de la
guerra como fue
el caso del
propio Félix
López.
El odio que
generó la
escuela
gratuita,
pública y laica
llegó a
situaciones tan
surrealistas
como el
simbólico
fusilamiento de
los colegios y
de los libros.
La República dio
a las escuelas
un carácter de
centro cultural
y bibliotecas
que contaban con
cientos de
libros con los
que los
falangistas
celebraban
verdaderos autos
sacramentales,
cuenta Estrada.
Bruno no conoció
a su abuelo,
quien apareció
muerto años
después en un
intercambiador
de tren en
Ávila. Su hija,
Esperanza,
conserva vivos
muchos recuerdos
como el que
cuenta Estrada
cuando años
después de la
vuelta de la
familia a la
localidad
burgalesa, el
cura, en una
nueva
“demostración
del
sometimiento”,
fue a pedirles
el conocido
entonces como el
‘impuesto
religioso’, los
Diezmos y
Primicias, uno
de los ingresos
más
considerables de
las rentas
eclesiásticas.
Pero el intento
de coacción de
Don
Benjamín
fue vano ya que
Félix López se
negó siempre a
dar esa
prebenda.
“Escuela rota,
sin ningún tipo
de revanchismo,
quiere reconocer
el esfuerzo de
miles de mujeres
y hombres que
hicieron de su
compromiso con
la educación la
razón de su
vida. En esa
España
interrumpida por
la violencia, en
las que sus
vidas fueron
truncadas, ellos
representaron
siempre un
hálito de
esperanza de que
era posible
construir un
país mejor, sin
odio”, dice
Estrada.
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(*) La obra
podrá verse este
jueves, 3 de
diciembre, a las
siete de la
tarde, en el
Centro Cultural
Fernando Lázaro
Carreter. Las
entradas son
gratuitas.
Organiza
Distrito Arte
(Ayuntamiento de
Madrid).