Natalia Junquera
El
País
7
de Agosto de 2009
En Villanueva de
la Vera (Cáceres), la exhumación de la fosa donde se cree
yacen enterrados cinco hombres fusilados en el agosto de
1936 ha comenzado. La identidad de tres de ellos sigue
siendo un misterio. Los otros dos son Anastasio Arroyo
Gironda y Pedro González Hernández. Vecinos de la zona han
relatado que las cinco víctimas fueron obligadas a cavar su
propia fosa. Este es el relato de los hechos que han podido
reconstruir la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica y la Asociación Nuestra Memoria.
Anastasio Arroyo
Gironda tenía 33 años el día en que fue ejecutado. Había
nacido en Talaveruela en 1903. Siendo muy joven emigró a
Francia y alrededor de 1922 regresó a Madrid. Allí trabajó
de chófer en casa del marqués de Esquilache, donde conoció a
la que sería su mujer, Manuela, una asturiana que trabajaba
al servicio de la marquesa. Ambos mantuvieron su noviazgo en
secreto hasta que los marqueses se trasladaron a Biarritz,
en 1926. Ese mismo año, Anastasio y Manuela se casaron y se
fueron a vivir a La Vera. Anastasio encontró trabajo como
secretario del Juzgado de Jarandilla hasta que en 1934 fue
elegido alcalde de Talaveruela por el Partido Socialista. En
1936 fue reelegido por el Frente Popular.
Pedro González
Hernández murió asesinado a los 22 años. Nació en Poyales
del Hoyo, en el seno de una familia de jornaleros, y tenía
siete hermanos. Trabajaba de vaquero de reses bravas y su
hija Marisol, que tenía cuatro meses cuando lo mataron,
cuenta que su madre confesó haberse enamorado de él por el
porte que tenía a caballo. Pedro no pertenecía a ningún
partido político, pero admiraba a Anastasio. Ambos llegaron
a hacerse bastante famosos en los mítines de la comarca.
Anastasio pronunciaba los discursos y Pedro, que cantaba muy
bien flamenco, se dedicaba a convocar al público con sus
canciones.
Durante aquellos
años, coincidieron con el oligarca de Madrigal de la Vera,
que ejercía de médico en Talaveruela y que estaba enfrentado
con Anastasio, según recuerdan en el pueblo.
En el verano de
1936, mientras las columnas del ejército africano marchaban
hacia Madrid, relata la Asociación para la Recuperación de
la Memoria Histórica, los caciques, los curas y las
cuadrillas de falangistas impusieron el nuevo orden en los
pueblos de la comarca. En Talaveruela, el nuevo alcalde, el
cura y los falangistas acordaron que allí no habría
ejecuciones ni paseos. Pero la mañana del 18 de agosto de
1936 y en medio de las matanzas que se venían practicando en
Madrigal y Villanueva dirigidas por médicos de ambas
localidades apoyados en cuadrillas de matachines, fueron a
buscar a Anastasio a Talaveruela. Uno de los falangistas de
la localidad los dirigió hasta Anastasio. Después, fueron a
por Pedro.
Se los llevaron a
Madrigal de la Vera. La asociación ha recabado testimonios
de vecinos que cuentan que Anastasio estuvo atado a la verja
de la ventana de la casa del médico hasta la caída de la
tarde. Después, los subieron a un camión con otros tres
hombres que habían sido detenidos y dijeron que se los
llevaban a la prisión de Mérida.
Nunca llegaron al
penal. No habían alcanzado aún el pueblo siguiente,
Villanueva, cuando los falangistas les hicieron bajar del
camión, junto a la fuente de El Pocillo, en el paraje de
Aguasfrías, para adentrarse en el prado, fuera de la
carretera. Los hicieron cavar su propia fosa, pero fueron
detectados por un grupo de cabreros. Los asesinos les dieron
el alto. Uno de los cabreros se escondió en unos matorrales.
Otro dio la vuelta con los mulos y al llegar a la primera
curva, oyeron los tiros. Los falangistas habían matado y
enterrado con prisas a sus cinco víctimas.
Gerardo, que vivía
en un cortijo cercano y hoy tiene 82 años, recuerda que a la
mañana siguiente, cuando iba a llenar un cántaro de agua a
la fuente como todas las mañanas, vio un brazo que asomaba
de la tierra y corrió a avisar a su abuelo.
Años más tarde, en
1979, un testigo, que entonces tenía 84 años, quiso dejar
por escrito ante el juzgado de paz de Valverde de la Vera,
que sabía perfectamente que Pedro González Hernández había
sido sacado de su casa en la madrugada del 7 al 8 de agosto
de 1936, fusilado en el paraje de Aguas frías y enterrado en
un prado cercano.
Anastasio dejó
aquella madrugada un hijo de nueve años, que ya ha muerto.
Pedro tenía a Marisol, entonces un bebé de cuatro meses.