"Voy a llorar mucho", advierte Elena Castedo
mientras ojea la carta de la taberna andaluza que ha
escogido para comer. Fue la pasajera más joven del
Winnipeg, el barco que arribó a Chile el 3 de
septiembre de 1939 con 2.500 republicanos rescatados
de campos de concentración franceses por el poeta
Pablo Neruda. Han pasado 70 años, pero aún se
emociona.
"Cumplí dos años el día que llegamos a Valparaíso.
Embarqué siendo la más joven, pero durante la
travesía nacieron dos niños. Uno murió. Las
condiciones higiénicas no eran muy buenas. A mi
madre, que tenía 25 años, se le infectaron los oídos
y se le reventaron. Quedó casi sorda. Mi padre había
perdido un ojo en la guerra, en el frente de
Madrid".
Ella estuvo a punto de no subir con aquellos hombres
y mujeres que a Neruda, según escribió en sus
memorias, le pareció que "venían de la angustia, de
la derrota". "No dejaban subir a nadie con
infecciones, y yo tenía tosferina. Mi madre temblaba
mientras nos entrevistaban por si no nos dejaban
subir. Cada vez que yo tosía, ella ponía mi cabeza
contra su falda y un señor que estaba detrás de
nosotros en la cola, y se dio cuenta de lo que
ocurría, carraspeaba para disimular". Cuando años
más tarde, Elena, convertida en la modelo mejor
pagada de Chile, se reencontró con el poeta, se
presentó diciendo: "Estoy viva gracias a ti".
Está en Madrid porque no ha querido faltar al acto
de homenaje organizado ayer por la embajada chilena
por el 70º aniversario de la llegada del
Winnipeg, y para ver a su madre. Pero hace 70
años que Elena no para en ningún sitio. "Al huir de
la guerra perdimos nuestro país, nuestra familia.
Ese desarraigo del exiliado es para siempre. En
Chile era refugiada española, en EE UU, una
inmigrante, y en España, una que hablaba con acento
raro. No sé decirle dónde vivo. Soy una nómada".
Con ese sentimiento, el del desarraigo, construyó,
ya siendo abuela, su primera novela, El paraíso,
que fue finalista de uno de los premios literarios
más importantes de EE UU, el National Book Award.
"Todos los refugiados vivían mentalmente en España".
Elena recuerda cómo sus padres despertaban cada
mañana con la esperanza de que aquel fuera el día de
la desaparición del hombre que se lo había
arrebatado todo. "En cuanto murió Franco, volvieron
a España".
Su padre, que empezó trabajando como camionero en
Chile, terminó siendo el historiador de referencia
del país, Leopoldo Castedo. Elena se licenció en
literatura española en la Universidad Católica de
Chile y se doctoró en Harvard. Entre tanto, se casó
con un hombre posesivo y alcohólico que murió joven
y la dejó llena de deudas. Tuvo que reinventarse de
nuevo. Vendió productos de limpieza de puerta en
puerta, dio clases de baile y durante un tiempo
alimentó a sus hijos con lo que le daban o lo que
encontraba en cubos de basura. Porque la plaza en
aquel barco habilitado para 80 personas y en el que
embarcaron 2.500 escogidas por un poeta, había sido
sólo un anticipo de la gran aventura de su vida.
Siguiendo a su segundo marido, consejero para
asuntos económicos en la embajada de Estados Unidos
en Saigón, a Elena le tocó huir de su tercera
guerra, Vietnam.
Ha estado varias veces a punto, pero no ha derramado
una lágrima. En el plato queda media merluza
intacta. Lo justo sería decir que el pescado era muy
grande y que ella tenía mucho que contar.