Pude verla en el
único cine de un rincón del noroeste argentino. Me pareció
la mejor película de Campanella. Al terminar, la gente que
llenaba la sala permaneció clavada en los asientos. Rumiando
las partículas luminosas de esta historia, ese resplandor
dolorido que deja en el regazo un gran filme. Éste, El
secreto de tus ojos, es un acto de talento y valor. Gran
parte de la trama se desarrolla en sede judicial, durante la
dictadura. Y los principales protagonistas son funcionarios
de la justicia. Sabemos que lo que ocurrió en Argentina y en
la azotada América de la Operación Cóndor tuvo su
inspiración criminal en el largo calvario español al que los
torturadores del lenguaje llamaron Cruzada. Así que el filme
habla también de nosotros. La memoria hurtada tiene su
estrategia y enjambra al calor de un proyector: las
dictaduras convirtieron ambos países en grandes escenarios
de serie negra, con el Estado usurpado por mafias
patrióticas, y en medio de una conspiración de silencio.
Estos regímenes criminales no podrían sostenerse demasiado
tiempo sin el colaboracionismo de prominentes juristas y de
la mayoría de quienes integraban la Administración de
justicia. El caso es que este lunes se celebra la apertura
del Año Judicial. En la ceremonia suele hablarse de los
retos de futuro y las tareas pendientes de los tribunales en
España. Pero hay un asunto, el más estremecedor tabú de
nuestra historia, nunca mencionado en tan solemne ocasión.
El caso de las desapariciones forzadas y los crímenes contra
la humanidad cometidos durante el franquismo. No hablamos de
una abstracción de arqueología forense, sino de un censo
documentado de al menos 114.266 víctimas, en una barbarie
que se prolongó después de la guerra hasta entrados los años
cincuenta. Mientras las asociaciones de familiares
peregrinan con azadones por las cunetas, ¿tiene algo que
decir la justicia española? ¿Va a mantenerse la conspiración
del silencio?